Paseando por el bosque
El arte de ver en la oscuridad
les es dado a los búhos, subidos a un trono invisible,
dispensando epifanías a los inesperados vagabundos en la noche.
Miro el alfombrado de estrellas, un mosaico de luces en el firmamento,
y me pregunto si el cielo escucha las divagaciones de mi mente.
Australia ha engrandecido mi vida con cosas invisibles.
Evidente en el camino de impecable silencio.
Mis compañeros de paseo me dejan, caminando detrás de ellos.
Camino lento, observando el paisaje, rumiando cosas enigmáticas,
paso a paso, entorpecido por una magullada rodilla y un dolorido tobillo.
Pero, en el amplio reino de soledad de la naturaleza, arbustos, arboles ríos,
ramas secas, rocas primitivas, tierra famélica de prístino follaje,
propensa al fuego, residuos de un infierno de hace década, permanecen.
Estas fueron una vez tierras salvajes, recuerdos de tierras sagradas.
Antiguas voces indígenas, ecos de un reino ancestral, reverberan.
Las deyecciones de los canguros, esparcidas en los senderos, convergen
dándome la bienvenida al país.
Oigo el rugir del río, perturbando el profundo silencio.
Antes de llegar al mirador,
en una deliciosa obra de arte, una epifanía de gozo,
me deleito en los indiscernibles signos de la naturaleza,
imposibles de descifrar.
Sólo los iniciados de la noche ven a los seres invisibles a lo largo del camino.
Kabu Okai-Davies
Fuente: africanWriter.com