Aguantando… para llevarse bien

2/07/2015 | Opinión

Leí en alguna parte que los estadounidenses negros sufren de «fatiga de batalla racial«. Lamentablemente, dado lo que ha ocurrido en nuestro país en los últimos meses, no es difícil ver por qué.

Y aun así, a pesar de todo, los negros siguen siendo la gente más indulgente y temerosa de Dios que conozco. Sólo tienes que mirar las imágenes y comentarios de la gente sobre el terreno en Charleston. Todos esos abrazos. Todo ese amor. Todo ese orar juntos. Se requiere una clase especial de persona para soportar todo eso y todavía tener amor en tu corazón. (Sigo oyendo en mi cabeza a Hillary dirigiéndose a una iglesia llena de gente negra con esa cita de James Cleveland.

Muchos de mis hermanos y hermanas aquí en América son de esa calidad. Supongo que es una especie de mecanismo de defensa. ¿Cómo si no van a sobrevivir? Mejor ir aguantando para poder sobrevivir. No estrellar el barco en las rocas, mirar hacia abajo cuando hablas, y ceder el paso al cruzarte de frente en la misma acera. Dios sabe que no queremos dar origen a otro racista que pueda dar rienda suelta al odio que lleva en su corazón. Aunque, teniendo en cuenta lo que acaba de suceder en Richmond, Virginia, ya podría ser demasiado tarde.

Creo que ya he publicado una vez esta anécdota en este blog, pero este es un buen momento para publicarla de nuevo:

Ocurrió estando jugando al golf en un campo muy exclusivo, en Gonzales, Luisiana. Un amigo mío es un apasionado abogado en la zona y miembro del Club. En una de mis visitas, nos juntamos un grupo de cuatro y nos invitó a jugar una partida en su club. Una de las personas en este grupo era en aquel entonces el presidente de la asociación local de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP) en una gran ciudad en Luisiana. Uno o dos del grupo eran novatos, por lo que nuestra ronda no se movía a muy buen ritmo. Detrás de nosotros un grupo de caballeros empezó a gritarnos para que avanzáramos más rápidos y uno de ellos, incluso amenazo con llamar al vigilante para que nos despacharan a todos del campo. Mi amigo, el miembro del club, les dijo que lo tomaran con calma pero no lo aceptaron bien.

Uno del grupo se acercó a nosotros y nos preguntó si había algún problema. Quería saber por qué no jugábamos más rápidos. Y aquí el asunto empezó a complicarse. Como no podía soportarlo más le dije en términos muy claros que se fuera al diablo… y que tomaríamos nuestro tiempo disfrutando de nuestra partida de golf porque todavía estábamos dentro de los plazos de tiempo establecidos. Y que si él y su grupo no querían jugar siguiéndonos podrían esperar.

Mi amigo, el presidente de la NAACP, estaba fuera de sí. No estaba enojado por el tipo arrogante y sus amigos; él estaba enojado conmigo por haber tenido el descaro de enfrentarme con ellos. «Wayne, no es así como hacemos las cosas aquí abajo. ¿Tanto te habría molestado pedir disculpas y explicar que dos de nuestro grupo no son muy buenos jugadores?» Mi respuesta fue algo como esto: En realidad Alvin, sí, eso me hubiera humillado. Y si tú eres aquí el presidente de la NAACP lo siento por tus miembros.

No hace falta decir que nuestra relación ha sido tensa desde entonces. El punto es que, aun siendo líder de la NAACP, no vio nada malo en la actitud de este tipo. Tal vez fue por miedo. (Más tarde me enteré de que el tipo era un poderoso y rico hombre de negocios en el sur de Luisiana.) Tal vez fue por alguna forma de condicionamiento de supervivencia o el síndrome de Estocolmo ¿Quién sabe? En su mundo las cosas eran así y punto.

No lo sé. A cierto nivel admiro el coraje y la resistencia del pueblo de Charleston. Y, sin embargo, en otro nivel, sigo volviendo a aquel campo de golf. «Wayne, no es así como hacemos las cosas aquí abajo”.

Bueno, tal vez es hora de que empecéis a hacer las cosas de manera diferente.

Field Negro* @fieldnegro

* Activista por la Justicia Social y los Derechos Humanos.

The field negro

[Traducción, Jesús Esteibarlanda]

[Fundación Sur]

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