Pesqueros rusos y pesca ilegal, por Rafael Muñoz Abad

28/05/2015 | Bitácora africana

El día posterior al colapso de aquel engendro llamado URSS se generó un vacío de poder donde los más avezados se hicieron con la propiedad del estado en forma de arsenales, petroleras o buques. Cuando el que firma era un mozalbete, recuerda las chimeneas de la hoz y el martillo atracadas en Santa Cruz y aquellas visitas a Sovhispan a comprar alfombras rusas. La flota pesquera ex-­soviética acabó en manos de armadores privados y bajo pabellones de conveniencia, inaugurándose con ello el capítulo más lucrativo de la pesca pirata global.

La fachada atlántica comprendida desde Villa Cisneros – Dakhla – hasta Walvis Bay en Namibia, está repleta de pesqueros que más que faenar, muchas veces de manera ilegal y sin licencia, esquilman el lecho marino acabando con la pesca artesanal que alimenta a las comunidades costeras de Mauritania, Senegal o… Somalia. Canallada posible por la carencia de medios que algunos estados africanos tienen para vigilar sus caladeros, emitir licencias que regulen la actividad y que con ello no se arruinen las especies comerciales. ¿Surgió entonces la piratería como respuesta a la destrucción del sustento local? Desde luego, no es una tesis descabellada; al menos en aguas del Cuerno de Africa.

Muchos de aquellos arrastreros “rusos” ahora ondean enseña de Belice. Un estado “alegre” en lo administrativo que complica bastante exigir responsabilidades al pabellón de registro. El Oleg Naydenov era uno de los muchos factorías que faenaban en los caladeros mauritanos y que históricamente han tenido Canarias como puerto base. El malogrado barco, que ya había sido apresado en aguas jurisdiccionales de Bissau y amarrado en Dakar, viene a representar el ejemplo de buque-empresa que en alta mar vende sus capturas a terceros – buques congeladores o reefers- , que a su vez, se las revenden a las pulcras firmas de ultracongelados que no quieren verse acusadas de furtivismo. La indiferencia mediática favorece esta pillería que se esconde tras la pesca no regulada y que no es coto exclusivo de los pescadores rusos. Algunos armadores españoles y holandeses también son bastante sinvergüenzas en lo relativo a las capturas ilegales en las costas africanas; no hay más que consultar la lista negra de stopillegalfishing y allí nos encontraremos a viejos conocidos.

CENTRO DE ESTUDIOS AFRICANOS DE LA ULL.

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Autor

  • Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

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