Al sisi…sí, por Rafael Muñoz Abad

4/05/2015 | Bitácora africana

El bloqueo del Canal de Suez desvió el tráfico de crudo del Golfo Pérsico a la meridional ruta del Cabo de Buena Esperanza. Los puertos de Ciudad de El Cabo y Las Palmas florecieron y los consignatarios de buques ganaron rands y pesetas a raudales. El viaje se alargó en semanas y con ello se disparó la cotización del barril de crudo. La delicada relación entre el tonelaje de la flota mundial y el incremento temporal de la navegación proyectó el precio de los fletes y la economía se gripó. La solución fue construir petroleros pantagruélicos que volvieran rentable, por su mayor capacidad, el aumento del tiempo en la mar.

No seamos falsos; nos importa poco que la democracia triunfe o no en Egipto. Para portada de TIME ya tenemos a Túnez la liberal a la que apenas le hacemos caso pues ni petróleo ni canal tiene; sólo universitarios…e ilusión.

Egipto es un estado bisagra entre occidente y Oriente medio. Un alfil cuyo enorme valor estratégico requiere de mil artimañas diplomáticas para mantenerlo estable y dócil. Astucias visibles pero la mayoría cocinadas bajo las enaguas de la comedia política. Y es que las consecuencias de otro cierre de Suez para la economía mundial, ya de por si debilitada, serian catastróficas. Tras el fin de la era Mubarak – el último faraón – Egipto entró en convulsión social. El triunfo en las urnas, guste o no, de los Hermanos musulmanes, encendió las alarmas en Langley y, un gobierno militar y el ejército en la calle era lo mejor que a occidente le podía suceder hasta que otro títere fuera del agrado del eje Washington-Tel-Aviv.

La reapertura del canal (1975) relegó al desguace a muchos de esos desmesurados buques pues sus panzas no entraban en las finas caderas de Suez. La re-nasserización o una islamización de la vida social egipcia vienen a representar alguna de las peores pesadillas de la economía global. Es meridiano que la pompa con la que se recibe Al sisi, llegado al poder tras un golpe de estado derrocando a Morsi y el islamismo, nos demuestra que para occidente, aún hay dictadores necesarios; quedándome claro con ello que el viejo juego del maestro Kissinger y las felaciones diplomáticas apenas ha variado desde la primera Guerra fría.

CENTRO DE ESTUDIOS AFRICANOS DE LA ULL

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Autor

  • Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

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