Con Túnez, por Rafael Muñoz Abad

24/03/2015 | Bitácora africana

Hay momentos que demandan decisiones impregnadas de responsabilidad y eso exige valentía. Citas con la historia que distinguen a los enanos políticos de los hombres de estado. La respuesta de la Union Europea ante lo acontecido en Túnez es a la par cobarde e irresponsable. Todos a Paris a sacarse la foto en la manifestación por Charlie Hebdo pero nadie a Tunis.

Lamentable. El atentado integrista en el país norteafricano presenta [al menos] dos lecturas. Primeramente, el Estado Islámico golpea un objetivo emblemático. Un acto fetiche. Asesinar en el país árabe más laico y occidentalizado. Paradójicamente, en el momento de la masacre, su parlamento tramitaba legislación antiterrorista. La segunda, deja claro el alto grado de movilidad física e ideológica y la capacidad para atentar que las células islamistas tienen. El riesgo es mayor – si cabe – al percatarnos que el enemigo es durmiente y ya lo tenemos dentro de los estados europeos. Permeabilidad. Así lo demuestra la cascada de detenciones a lo largo y ancho de Europa; la misma que debió haber estado junto al valeroso país africano demostrando un mayor compromiso.

Túnez tiene escasos recursos económicos y técnicos. Respaldar a sus fuerzas de seguridad es vital. Su frontera es nuestra vanguardia frente a la entrada del EI en Africa: Libia. Túnez y su calle derrocaron a Benjamín Ali y desafiando al paternalismo árabe y sus conexiones más conservadoras, evolucionaron hacia una nueva sociedad civil bajo una transición modélica para los encorsetados estándares árabes. La separación entre política y religión es tangible y eso les resulta inadmisible a los radicales. Las palabras de Beji Essebsi, presidente electo, afirmando que la democracia sobrevivirá a la amenaza de una minoría fundamentalista, merecen todo el respaldo ejecutivo y militar de Bruselas y la OTAN respectivamente. Así de claro soy. Túnez se asoma a un abismo institucional y económico pues el turismo, base de su economía, por miedo a más ataques, fluctuará a otros destinos; es el momento de ser responsables y, en plena primavera, apuntalar lo que ahora florece desde que aquel muchacho se quemara vivo en un mercado, disparándose así las llamadas revoluciones árabes.

CENTRO DE ESTUDIOS AFRICANOS DE LA ULL.

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Autor

  • Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

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