Infancias mutiladas

16/03/2015 | Crónicas y reportajes

Los niños a menudo son obligados por sus padres o tutores a vender diversos productos en los mercados callejeros y al borde de la carretera. El periódico “O País” se desplazó a las calles de la capital para verificar la realidad de los que se consideran «el futuro del mañana» y como la franja más inocente y vulnerable de la sociedad, se ve obligada, muchas veces, a crecer demasiado rápido.

Los niños, en su mayoría del sexo femenino en una franja de edad de entre siete y quince años, caminan constantemente las calles y los mercados vendiendo cualquier tipo de productos. Estos productos se los dan sus propios padres, una tía o cualquier otra persona que tenga bajo su tutela a ese niño.

Mientras que estábamos haciendo esta historia en uno de los mercados del barrio Sapu, llamado “plaza nueva”, situado en la comuna de Calemba 2, nos encontramos a varios niños vendiendo. Hablando con algunos de ellos nos contó cómo es su día a día y por qué estaban vendiendo en lugar de estar en la escuela o en casa haciendo los deberes o jugar con otros niños de su edad, ya que estas son las cosas normales que los niños deben hacer.

Nos aseguramos de preguntar a todos los niños que entrevistamos, si les gustaba o no vender, y todos ellos dijeron y demostraron claramente que no les gusta lo que hacen. Ninguno nos dijo que le gustara vender, lo que nos preocupó y nos motivó a continuar la historia con la esperanza de llegar a ver un día un país sin niños vendiendo por las calles. La pequeña Lurdes de ocho y su hermana Maya diez años fueron las primeros entrevistadas. Encontramos a las dos hermanas en el mercado vendiendo bolsas de plástico y tomates envasados. Según nos dijeron las niñas, la tía con la que viven es la que les envía a vender, afirmando que van a vender todos los días y que, por lo general, no van a la escuela.

«Nuestra madre está en el campo y nosotras vivimos aquí con nuestra tía. La tía nos manda a vender y a comprar la cena, nunca fuimos a la escuela”. Lourdes y Maya nos contaron que la tía se queda en casa para cuidar de los otros niños mientras ellas van a la plaza. Comienzan por la mañana temprano y por la tarde, cuando regresan a casa, compran algo de comer para la familia con el dinero que han ganado de las ventas.

Continuando, nos encontramos con otra niña, Nelinha, de once, vende agua mineral y es su misma madre la que la envía a vender. Nos cuenta que estudia por la mañana y por la tarde se va al mercado para ayudar a su madre, ya que, mientras la madre vende en un lado del mercado ella vende en el otro, al final del día juntan el dinero. Nelinha afirma que, aunque las ventas sirven para ayudar a su madre, a ella no le gusta vender alegando que el estar en la plaza por la tarde, rara vez puede hacer los deberes de la escuela.

Las amigas Fátima de once y Suzi de doce explican que se conocieron en el mercado donde venden y ya se consideran “colegas” de venta. Aunque la pequeña Fátima vende dulces hechos por la madre, su amiga Suzi vende vegetales envasados como cebolla, ajo y zanahorias. Fátima nos aseguró que ella a menudo va a la escuela por la mañana, pero su amiga Suzi no tiene tanta suerte, no estudia y hacer pequeños negocios sólo para ayudar a su madre.

La pequeña Fátima insiste en que le gusta estar en casa, jugar con sus amigos con los que nunca puede, por estar siempre en la plaza vendiendo, si no va al mercado a vender, la madre le regaña y ella tiene miedo de desobedecerla, se siente obligado a ir a vender, le guste o no.

«Desde que mi madre comenzó a enviarme a vender nunca más he podido jugar con mis amigos. Cuando llego del colegio tengo que ayudarla a hace los dulces y luego me voy a venderlos». Siguiendo con el reportaje, nos encontramos a otras chicas. Son las primas Sofía de nueve, y Mãezinha, de diez años. Ambas están vendiendo fardos de ropa que el ama de casa, en este caso la madre de Sofía y tía de Mãezinha, les ordena ir a vender en cuanto llega a casa para cuidar a los más pequeños. Las dos primas nos dijeron que van al colegio por la mañana y que por la tarde van al mercado a vender ropa.

La culpa es de la pobreza

Después de desarrollar este trabajo en varios mercados que son locales más concurridos de niños vendedores, buscamos saber que opinan algunos adultos sobre el tema, y si ellos mismos reprueban esta práctica que en los últimos tiempos ha ganado más espacio no sólo en la capital sino también en otras ciudades de Angola.

Mana Joana, como se le llama cariñosamente en el mercado donde vende, al ser preguntada por los periodistas, admitió haber enviado a sus hijas de diez y trece años a vender, con el argumento de que ella es una madre soltera y la pobreza en la que vive le obliga a enviar a los niños a vender al mercado. La entrevistada dijo que este año, las chicas no están estudiando por no haber conseguido matricularse en una escuela pública y cómo no puede permitirse pagar una escuela privada pues no van a estudiar.

La Sra. Murphy es madre de tres niñas y cuatro niños, sin embargo, sólo envían a las niñas al mercado a vender, mientras que los niños mayores van a la escuela y los más pequeños están en casa. «El problema es la pobreza, soy madre soltera y no tengo ayuda de nadie, el dinero que gano vendiendo yo sola no es suficiente para mantener los siete hijos que tengo, pero cuando reparto el negocio, yo vendo una parte y mis hijas venden la otra, podemos comprar alguna cosa».

Para la Sra. Laura Cristina, comerciante y madre de dos niñas, lo que muchos padres y tutores han hecho mediante el envío de los niños indefensos a los mercados o a las calles es muy doloroso y afirmando que ella nunca enviaría a sus hijas a vender mientras se encuentren en la fase de crecimiento. Doña Cristina señaló que le hace sentir mal ver cada día a los niños caminando arriba y abajo, vendiendo como si fueran adultos. Cuando ella estaba creciendo su madre, incluso con pocos recursos financieros, no la mandaba a vender ya que consideraba que eso era un trabajo de adultos. «No me gusta enviar a mis hijas a vender porque cuando yo crecía mi madre luchó y me apoyó y ahora al ser madre hago lo mismo con mis hijas. Mientras yo vendo, ellas van al colegio Hay días en los que llego aquí a las cinco de la mañana y ya encuentro niños vendiendo y cuando la policía se dan a la carrera para huir, me duele mucho como madre ver estas cosas”. A pesar de que la vida es muy difícil y muchas mujeres son madres solteras y el único sustento de toda la familia, Doña Cristina mantiene que los niños no deben ser sacrificados por eso, son seres inocentes y no deben ser ellos el sustento de sus padres.

A su vez, la también vendedora, Maria Moisés cuenta que no le gusta ver a los niños vendiendo porque se trata de una vida muy agitada y el hecho de no haber estudiado en su juventud no debería fomentar el dejar que sus hijas sigan su ejemplo. Por esta razón ella vende para que sus hijas estudien y puedan, en el futuro, tener una vida diferente. Esta mujer también opina que cuando los niños comienzan a manejar dinero demasiado pronto, se vuelven muy desobedientes en casa y adictos al dinero y cuando sus padres les regañan, sólo saber que ya ganan su propio dinero, les hace rebeldes. «La disculpa de que la vida es muy difícil no debe ser una razón para obligar a los niños a ir a vender, no se pone a un niño a vender a cambio de lo que come, a eso se le llama maltrato, los padres tienen la obligación de mantener a sus hijos, por eso deben luchar. Si yo como adulta cuando dejo el mercado, llego a casa cansada, imagine un niño, la venta es muy agotadora y no debe ser la vida de un niño”.

El Sr. Sebastián Nzundo también opinó diciendo que los niños no tienen la inteligencia o la capacidad de hacer negocios y que la costumbre de que vayan a vender no es normal, se trata de una práctica errónea. Cuando la vida es difícil los adultos no pueden pensar que los niños deben estar preparados para hacer frente a las dificultades de la vida, sino pensar en enviarles a la escuela donde serán preparados para construir su futuro.

A lo largo de este informe se estableció contacto con algunas instituciones de apoyo al niño como el Instituto Nacional del Niño (INAC) y el UNICEF para obtener más información sobre la lucha contra el trabajo infantil y la situación de la protección de los derechos del niño, pero hasta la fecha de esta publicación no hemos obtenido ninguna respuesta de estas instituciones.

Una amenaza de futuro

Después de verificar la realidad que viven estos niños y ver sus caras al sentirse obligados a interrumpir su infancia y llevar a cabo actividades que no les gustan, decidimos consultar con un psicólogo para analizar las posibles consecuencias que pueden derivarse de esta práctica. Contactamos con el psicólogo, António Pacavira y, según él, estos niños vendedores son víctimas de un sistema político que impera en el mundo de hoy, también son víctimas de las familias y sociedades desestructuradas. Considera también que los niños son víctimas de los divorcios que, en su opinión, son la causa de las familias patológicas y sin comunicación. «Estos niños vendedores vienen también de lo que llamamos “familias fachada” en las que no existe amor entre sus miembros y donde sólo les interesan los bienes materiales para la satisfacción de las necesidades básicas». António Pacavira señaló que era importante en este tema de los niños vendedores ambulantes, que los adultos se pararan y pensaran cómo era este fenómeno en Angola antes y después de la independencia y como era la protección de los niños en la llamada primera República y posteriormente desvelaran que ‘máscara’ cubre hoy Angola después de la apertura política y económica impuesta por el capitalismo neoliberal y el descontrol provocado por el «sálvese quien pueda», para el desamparo de las familias más pobres y especialmente en sus sectores más sensibles que son los niños y los ancianos.

«La triste situación de estos niños cuyos sueños son amputados, es una consecuencia de este mundo en que vivimos rodeados de una psicosis materialista en todos los sentidos. Un mundo dominado por la mentira y la hipocresía, con multitud de hombres y mujeres cargados de aflicciones, heridos por las decepciones y promesas políticas fiables donde el respeto por los derechos humanos se ha convertido en un espejismo «, subrayó el sicólogo. Éste llegó a decir: son fundamentalmente las causas políticas y económicas las que dieron lugar a este fenómeno de los niños vendedores y para combatirlo los gobiernos tendrán que instaurar programas serios de inserción social, de lo contrario los niños seguirán por las calles en busca de sustento y eso representará una derrota para los gobiernos actuales.

«Es desde aquí que surge la necesidad de una acción gubernamental práctica, lejos de los focos y la retórica institucional, para salvar a estos niños que son nuestros niños, nuestros vecinos o desconocidos, pero pertenecientes a un futuro conectado a Angola y a cada uno de nosotros en particular. Por desgracia, se gasta muchísimo dinero en ejércitos y servicios de inteligencia en medio de tanta penuria. Alimentar a las familias y a los niños debería ser el principal objetivo”.

Posibles consecuencias

Estas niñas vendedoras inocentes, ingenuas, cariñosas y tiernas, corren el riesgo de ser atraídas por pedófilos o redes de trata de niños. Como posibles consecuencias para estos niños vendedores podemos considerar diversos trastornos: sueños infantiles abortados, miedos, pesadillas y otros trastornos psicopatológicos propios de esa edad. Edad que, de acuerdo con António Pacavira, debería ser la más feliz, pero para muchos de estos niños se ha convertido en una pesadilla para su propio futuro y la sociedad en general.

De acuerdo con el interlocutor, el hecho de que más de la mitad de estos niños sean niñas vendedoras menores de 15 años, es otro problema que la sociedad angoleña tendrá que afrontar en el futuro cuando se trate del crecimiento psicofísico de las mismas.

«Con la mutilación de los niños a esas edades, se vuelven precoces, empiezan a asumir actos propios de los adultos y, por supuesto, se interrumpe su crecimiento cognitivo e intelectual normal, tendrán ganas de hacer y conseguir cosas de adultos y de esta manera crearemos niños descalificados para el futuro, que probablemente actuarán de la misma manera con su descendencia, creando así un círculo vicioso», advirtió el experto.

El psicólogo aprovechó la oportunidad para hacer un llamamiento a toda la sociedad responsable de cuidar y educar a los que serán los hombres y mujeres del mañana diciendo que «todos estamos llamados a proteger a estos niños que están hoy aquí con nosotros, si no, seremos actores voluntarios de este infanticidio, y lo lamentaremos, en el futuro, cuando nos falte la fuerza física y lleguemos a la vejez.

«Estos niños son ahora aparentemente normales, pero nadie sabe el sufrimiento que llevan en sus corazones y en su mente, no sólo por la explosión de violencia social que vive el país, sino también porque están expuestos a todo: alcohol, drogas, abuso sexual y todo esto puede transformarlos en una bomba que puede detonar en cualquier momento”.

opais.co.ao (Angola) – (Fundación Sur)

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