¡Feliz año nuevo a la América negra!

22/01/2015 | Opinión

Antes del jueves 25 de diciembre de 2014, el nombre de Azealia Banks no me sonaba en absoluto. El momento que lo conocí ocurrió cuando ojeando la versión online de The Guardian, el titular «Iggy Azalea, Azealia Banks and hip-hop’s appropriation problem» [1] (Iggy Azalea, Azealia Banks y el problema de la apropiación del hip-hop) me llamó la atención. Como indicaba el titular, el escritor estaba preocupado por la compleja relación del hip-hop entre la raza y la identidad. Según iba leyendo, la discusión se propició por una guerra entre dos artistas de hip-hop. En vista de ello, parecía que el incidente era un caso leve de robo de identidad. En términos generales, una joven chica de Harlem, Azealia Banks, se da cuenta de que su imagen (o, quizás su marca) se la ha apropiado una australiana blanca, que se hizo llamar Iggy Azalea. Iggy está causando sensación y en algunos círculos se la conoce como una gran artista de hip-hop.

No hay nada nuevo en esta situación. En la larga historia de encuentros entre África y Europa, la afirmación del «privilegio blanco» y el derecho intrínseco de «apropiación» ha sido un factor determinante. Enfatiza la adquisición de los principales recursos para la esclavitud, el capitalismo o el colonialismo. También acentúa la manera en que el «primitivismo» y, por extensión, África y los africanos han sido apropiados y generalizados en el proceso de construcción y propaganda de la modernidad occidental, incluyendo sus ideas e ideologías de libertad, innovación, grandeza e individualismo; este último conocido como el culto del «yo», que se manifiesta a través de las «selfies» y el famoseo.

Como ya se ha debatido en otros sitios, la música afroamericana su cultura y estilo, en los años posteriores a 1945, se representaron como una «metáfora de las nociones de libertad» e «influyeron en muchas tendencias de la cultura popular» [2]. Esta es sin duda una de las facetas del «encuentro entre la modernidad y el tribalismo» que han explorado muchos autores y analistas culturales. Entre ellos, Hal Foster realiza la destacada observación de que, entre las expresiones dominantes del modernismo occidental, «Picasso ya intuyó la función apotropáica de los objetos tribales- y los adoptó como «armas»…». De aquí, que «el primitivismo surja como un discurso fetichista, un reconocimiento y una negación no sólo de la diferencia primitiva sino del hecho de que Occidente –su subjetividad y sociedad patriarcal- esté amenazada por la pérdida, la falta o por otros motivos.»[3]

Lo que se puede deducir de estas perspectivas es los métodos en los que el capitalismo ha conseguido dirigir la amenaza de los «africanos», mediante su apropiación, por mercantilización y, por último, la domesticación. Esto ha tenido éxito en la medida que, mientras que Azealia Banks agonizaba, se normalizaba un «borrón cultural» y se volvió a quitar a los artistas negros, y sus posibilidades de determinación y propiedad, tal y como lo dijo ella, «su derecho a su maldita identidad.»

Esto, según destacaba el artículo, era el motivo del enfado de Azealia Bank, que ya había expresado en Twitter y se había vuelto viral. Yo no formó parte de la esfera de Twitter, pero afortunadamente el artículo hacía referencia a una entrevista radiofónica en la que Azealia Banks pudo hablar con todo detalle sobre lo que le preocupaba. El video de Youtube tuvo casi 1,5 millones de visitas tan sólo ocho días después de su publicación. Con mi interés puesto en el artículo, me tomé el tiempo para escuchar la entrevista completa, sus cuarenta y siete minutos. Resultó que no se trataba de conocer a Azealia Banks sino una lección sobre la situación de los jóvenes afroamericanos (generalizando con cuidado).

Era una joven mujer, de 23 años, causando sensación con un álbum de música razonablemente interesante sobre la que escupía letras típicas de su estilo que describía una periodista como «boca sucia». Reconocida en los círculos del hip-hop, el álbum claramente tiene unos oyentes y un gusto especial. A pesar de mi horror por las letras, el contenido no era novedoso. Los bailes jamaicanos y los artistas mayores de hip-hop han estado lanzando estos mensajes y expresiones desde hace tiempo. Sin embargo, lo que se percibe con el baile y que se volvió obvio durante la entrevista de Azealia Banks es la existencia, dentro de la propia música, de un dolor interno profundo, del distanciamiento y la violencia.

En dos ocasiones en la entrevista, Azealia Banks se volvió prácticamente incomprensible. Llena de odio, de emociones y de angustia, a veces hablaba literalmente en otra lengua, tal era la pasión que salía de ella mientras que intentaba expresar lo que el cínico «que te den» de su némesis Iggy Azalea había provocado. Cuando ocurría esto, me acordé de las palabras perdidas de James Brown y su rendición a uno de sus característicos gritos; o, quizás, de John Coltrane con una expresión completamente abandonada; o de Sun Ra Arkestra con un llanto de otro mundo. Todo ellos vienen a decir, o a recordar, que la experiencia de Azealia Banks y su reencontrada conciencia de la apropiación ya ha ocurrido antes. No obstante, la diferencia fundamental parece residir en el modo en el que otros han articulado y dirigido la situación.

La observación que quiero realizar es que Azealia Banks y su tipo de hip-hop, al igual que sus bailes de igual calaña, se aprovecha de la mercantilización de su propia degradación. La paradoja de la situación sale a la luz cuando, en la entrevista, y en contra de sus sentimientos y sincero dolor de desposeimiento, se hace una referencia casual a la relación entre una empresa discrográfica que finalizó un contrato con ella tras haberse gastado 32 millones de dólares en el disco, en el que no consiguieron encontrar buen material. Todo esto es normal en el negocio del espectáculo, ya seas Azealia Banks o Iggy Azalea.

Sin embargo, Iggy Azalea se dirige directa a los Grammys, mientras que Azealia Banks agoniza. Este joven no es una ignorante. Se puede deducir que ella es y puede ser expresiva. No obstante, lo que parece ser un precedente es ser una «chica de Harlem», con la presunción, la marca y la actitud que esto conlleva. Su postura es un claro contraste con la vulnerabilidad y el dolor que, según su propia afirmación, la película 12 Años de esclavitud desencadenó en su profunda sensibilidad. Con todos sus otros sentimientos de pérdida, de odio sobre su falta de educación (se refería a la ausencia de héroes negros, y a la falta de validación de su origen africano), y el sentimiento constante de un intento de «borrarnos», la situación de la generación del hip-hop es tan trágica como el Apocalipsis.

Aunque sea irónica, lo que Azealia Banks está reivindicando en la prensa y redes sociales con Iggy Azalea es su marca, el grito de moda, la única moneda que supuestamente tiene a su disposición es el hecho de ser americana. Por tanto, Iggy Azalea se ha embarcado en el juego de la pelota y una vez interrumpido el juego, en el que «el negro malo se ha vuelto una mercancía en el rap comercial y en vez de ser una fuerza perturbadora en la sociedad actual se ha vuelto un papel con el que la gente se siente cómoda…» [4] De hecho, en contra del origen del presidente afroamericano en la Casa Blanca– que es, cogiendo prestado el eufemismo de Andrews y poniéndolo en mis propias palabras, ««el negro bueno» que aterroriza a su propia comunidad y llena los juzgados y las cortes» [5]– se sucede el sacrificio social de la juventud afroamericana, en cualquier pretexto, y por lo que el nombre de Ferguson se ha vuelto un sinónimo. Aquí, parece que se están definiendo las nuevas políticas de dirección de la plantación del siglo XXI.

La cultura afroamericana dentro de la cultura global popular a menudo se incluye en la cultura «americana.» Junto con el borrón cultural, esta percepción es a menudo parte de la retórica y la postura de ser «americano», con la arrogancia y el privilegio. Por tanto, por extensión, muchos de los mismos sentimientos resuenan con los significados de «Occidente», sus libertades y su atracción. En el mismo marco que la lógica del debate de Foster, mencionado anteriormente en relación con el «primitivismo moderno» (Picasso et al.), hay una negación inevitable de la «diferencia». Esta es una tendencia que busca refugio en un molesto humanismo neoliberal propagado casualmente como ideología «post-racial», que busca mantener la jerarquía racial y los privilegios, sin que nos demos cuenta.

Desafortunadamente, para la generación del hip-hop de Azealia Banks y sus compañeros de baile (y hasta cierto punto los británicos), la ilusión del «sueño americano» y su pesadilla real de consumismo nihilista y de gasto ordinario es la nueva forma de vida futurista actual. Esto es donde, en el mundo del siglo XXI, lo «post-racial» juega al escondite con las formas residuales y persistentes del racismo. Como Northup ilustró en 12 años de esclavitud– el ser secuestrado como un negro libre y obligado a trabajar como esclavo–, la libertad «negra» es un organismo delicado y frágil. De hecho, la unión y el ser víctima del sadismo «blanco» con un apetito lascivo a consumir el primitivismo africano contemporáneo pueder ser sólo una copa de vino, de champagne, una cocktelera, una lata, o un grito de la moda. Feliz año nuevo…

Imruh Bakari

*Imruh Bakari es un cineasta y escritor. Da clases en Film Studies en la Universidad de Winchester, y es un especialista en los temas culturales y la prensa de la cultura africana y caribeña.

NOTAS:

[1]Jeff Chang in The Guardian, Miércoles 24 de diciembre de 2014, http://www.theguardian.com/music/2014/dec/24/iggy-azalea-azealia-banks-hip-hop-appropriation-problem

[2]Imruh Bakari, Exploring Silence: African-Caribbean and African-American music in British culture towards 2000, en Living Through Pop, ed. Andrew Blake (Routledge, 1999), p. 100

[3]Hal Foster, The “Primitive” Unconscious of Modern Art, octubre, Vol. 34 (otoño, 1985), p.45/p.46

[4]Kehinde Andrews, Policing the plantation; Legalised killings of the “Black Nigger”, publicado el 8 de diciembre de 2014, http://ncccs.wordpress.com/2014/12/08/policing-the-plantation-legalised-killings-of-the-black-nigger-2

[5]Ibid. (De ninguna manera creo correcto el uso privilegiado de la palabra que comienza por N. Su uso, en mi opinión, es siempre peyorativo y un insulto).

Fuente: Pambazuka News

[Traducción, María Alarcón]

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