Una mujer a cambio de vacas en Uganda, la dote alimenta la violencia doméstica

9/12/2014 | Crónicas y reportajes

Para casarse con ella el prometido de Rose Akurut tiene, como es habitual en Uganda, que pagar a la familia de su novia una fuerte dote: ganado y dinero en efectivo. Una costumbre que se convierte en un tributo ruinoso, que degrada a las mujeres a simple bienes y que promueve la violencia doméstica.

Seis meses después de su matrimonio, el marido de Rose Akurut comenzó a golpearla con una regularidad suficiente como para causarle daños irreversibles. Mientras la golpea, gritaba: ¡mis vacas! Nos cuenta Rose Akurut.

«Pensé entonces que tenía que soportarlo todo, después de la dote que él había pagado». Pero las palizas llegaron a un nivel donde ella no lo pudo soportar más. La joven de 26 años finalmente huyó con sus tres hijas y dos hijos a casa de sus padres en la región de Bukedea, a unos 250 km al este de Kampala.

La madre de Rose, Anna Amiti, de 50 años, admite que si ella se alegró por la boda de su hija, fue sobre todo debido a la dote. «Yo estaba muy feliz, iba a tener vacas», nos explica.

Los padres de Akurut Rose habían pedido a la familia del novio seis vacas, cuatro cabras y 400.000 chelines ugandeses (unos 120 euros) por la mano de su hija.

«Le pedimos que nos mostraran que él era capaz de cuidar de ella.” Se justifica el padre de Rose, John Okodel, de 66 años, que recuerda haber dado nueve vacas por la mano de su mujer, Anna.

Después de la negociación, la dote de Rose se redujo a seis vacas, cuatro cabras y 200.000 chelines (60 €). Una vaca tiene un valor de cientos de dólares, una pequeña fortuna en un país donde el salario medio mensual, en las zonas rurales, es de unos 60 euros.

Costumbre arraigada

En Uganda, como en otros muchos países africanos, la costumbre de la dote está muy arraigada, e incluso es obligatoria en algunas comunidades. La cantidad varía según los grupos, pero también según factores como el status social del futuro esposo o el «valor» asignado a la prometida, dependiendo, por ejemplo, de que sea virgen o no.

La validez del matrimonio está a menudo condicionada a haber pagado la dote y en algunas comunidades, el divorcio es imposible si ésta no se devuelve.

Según MIFUMI, una organización de defensa local de las mujeres, en los últimos años, esta tradición ha transformado el matrimonio en «comercio», dejando a las mujeres en situaciones de relaciones violentas y a los hombres en dificultades financieras.

«La gente hace del matrimonio un comercio, privando a sus hijos de la escuela y arreglando matrimonios precoces para conseguir algo». Aseguró Dina Atim, una responsable de MIFUMI.

Por otro lado, la dote anima a los esposos a tratar a sus esposas como un bien de su propiedad y esto contribuye a la violencia doméstica.

Según un estudio encargado por MIFUMI, el 84% de los ugandeses establecen un vínculo directo entre la violencia doméstica y la dote.

La organización ha estado en contacto con varias mujeres, consideradas por sus esposos «como bienes de su propiedad en nombre de la tradición» e incapaces de escapar de un matrimonio abusivo porque no pueden reembolsar la dote.

Muchas de las víctimas tienen miedo de quejarse a las autoridades y, cuando lo hacen, son raras las ocasiones en las que se toman medidas.

En 2007, MIFUMI impugnó en los tribunales la constitucionalidad de esta práctica, alegando que no puede ser (la dote) una condición para la validez del matrimonio y que la devolución de ésta no es una condición para el divorcio.

En 2010, el Tribunal Constitucional rechazó los argumentos de MIFUMI. «Es cierto que la dote juega, en algunos casos, un papel en la violencia doméstica y en el hecho de que las mujeres sean tratadas como algo inferior, pero eso no justifica que el Tribunal Constitucional imponga una prohibición global sobre esta práctica».

MIFUMI apeló esta decisión ante el Tribunal Supremo y está en espera de que se tome una decisión.

Poco a poco, las actitudes están cambiando. En junio, la provincia de Butaleja, al este del país, aprobó un Reglamento que suprimir exigir el pago y el reembolso de la dote.

En 2008, la provincia de Tororo cambió un viejo reglamento que aprobaba el pago de una dote por otro que indica que sólo los «regalos» se pueden ofrecer de forma voluntaria, prohibiendo su restitución en caso de divorcio.

Pero la dote sigue profundamente «arraigada culturalmente», según Dina Atim.

Sentada con sus hijos delante de la choza de sus padres, Rose Akurut se siente culpable. «Estoy siendo doblemente una carga», comentó. Sus padres, de mala gana, han reembolsado lo que han podido de la dote y ahora debe mantenerse a sí misma ya sus hijos.

[Fuente: afriquefemme-Fundación Sur]

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