15a Cumbre de la Francofonía. La revolución de Burkina Faso da alas a François Hollande

2/12/2014 | Crónicas y reportajes

Los focos de la 15ª Cumbre de la Francofonía acaban de apagarse en Dakar. El honor de suceder a Abdou Diouf como Secretario General de la Organización Internacional de la Francofonía (OIF) recayó sobre Michaëlle Jean. Antes de que se produjera esta elección el presidente francés, François Hollande, aprovechó la ocasión para realizar una especie de puesta al día de muchos temas. Ahí cogió a contrapié a su predecesor, Nicolas Sarkozy, reconociendo el papel de los africanos en la historia y el hecho de que África es una parte del futuro igual que el resto del mundo. También rectificó, en detrimento de Francia, en relación con la masacre de antiguos combatientes de la que se sentía culpable. Francia reconoce su ingratitud hacia los africanos, como en el caso del expresidente senegalés, Leopold Sedar Senghor. Hasta ese momento, Francia no había, por ejemplo, reconocido en su justo valor, la contribución y defensa encarnizada de la lengua francesa de este agregado, miembro de la Academia Francesa y feroz defensor de su cultura viva, que fue capaz de retirarse, voluntariamente, de la escena política, dando oportunidad a la transición a la cabeza del Estado de Senegal, cuando muchos otros líderes africanos pusieron los cimientos para quedarse en el poder para toda la vida.

En Dakar, Hollande ha logrado conciliar un poco a Francia, con su historia en África. Como es de sobra conocido, Hollande es uno de los grandes defensores de la democracia en el continente. Pero nos imaginamos que el discurso del Presidente francés habría sido muy diferente si la revolución de Burkina Faso no hubiera tenido éxito. Ha sido esta revolución la que ha dado alas a Hollande, la que le ha soltado la lengua. Con Blaise Compaoré todavía en el poder, el actual inquilino del Elíseo no habría prestado atención a la necesidad de respetar las Constituciones, a la necesidad de una verdadera democratización de los países de la OIF. Incluso la carta de Hollande a Blaise Compaoré pidiéndole que respetara los textos legales que le impedían cambiar la constitución para perpetuarse en el poder, se hubiera mantenido, sin duda, en secreto si las cosas hubieran sido diferentes en Burkina Faso.

La diplomacia subterránea de la OIF no ha estado, hasta ahora, a la altura de las circunstancias. Incluso podemos decir que ha fracasado frente a algunos líderes africanos partidarios del “poder para siempre”. Es preguntarse, sin ir más lejos, cómo podríamos esperar algo más, cuando sabemos de sobra cómo la democracia es solamente parcial dentro de la OIF. En efecto, ¿qué tipo de democracia tiene la AOI dentro de su propio seno? Por otra parte, la elección del Secretario General de esta organización dice mucho del nivel de democracia interna. Uno se da cuenta de que es Francia quien decide y los otros países lo aceptan. En otras palabras, cuando Francia tiene un candidato, se impone sobre el resto de los estados miembros de la OIF. ¿Hubiera obtenido Abdou Diouf esa posición sin la voluntad de Jacques Chirac, el entonces jefe del Estado francés? ¿No le había ofrecido Hollande ese cargo al ex jefe del gobierno de Burkina Faso, Blaise Compaoré, para ofrecerle una salida honorable? Sabemos que si Blaise Compaoré hubiera acogido con satisfacción esa oferta, su elección se habría producido sin ninguna dificultad. Su candidatura fue patrocinada y apoyada por Francia.

Difícil para una organización convencerse de su fe en la democracia, cuando ella misma es objeto de tales maniobras. Y está claro que los líderes de los estados miembros de la OIF observan estas prácticas antidemocráticas y no dudan en inspirarse en ellas para gobernar su propio país.

Esto significa que es poco realista e incluso hipócrita por parte de la OIF, promover la democracia, cuando el nombramiento de su primer responsable proviene de un juego de intrigas, como es el caso actualmente. Y si esto va a continuar así, es de temer que la OIF se convierta en una secretaría general para líderes rechazados por sus propios pueblos, en un vertedero de viejos dictadores. Sumado al hecho de que la OIF, en el pasado, ha felicitado a dictadores reelegidos en elecciones impugnadas e, incluso antes de la confirmación de los resultados de las elecciones por parte de las autoridades competentes para ello, tales como los Tribunales Constitucionales de los Estados interesados. Hay razones de sobra para creer que la Francofonía no está realmente al servicio de la democracia. De todos modos, el argumento de la no injerencia en los asuntos internos de un Estado, urbi et orbi, que esgrimió la organización es inadmisible cuando se trata de defender valores universales y proteger a poblaciones tomadas como rehenes por potentados y sus clanes.

África saca muy poco beneficio de su participación en esta organización

¿Cómo creer, a pesar de todo, en la sinceridad del propio François Hollande, cuando él se contentaría con que hubiera elecciones libres y transparentes en el Chad de Idriss Deby Itno, en el Camerún de Paul Biya y en el Togo de Faure Gnassingbé, cuando se conoce suficientemente el estado real de la democracia en estos países? Es de conocimiento común que muchos regímenes africanos dominan el arte de organizar fraudes y cualquier tipo de manipulaciones electorales. Presumiblemente Hollande demuestra, en el mejor de los casos, una ignorancia total de la realidad del continente africano y, en el peor de los casos, una hipocresía sórdida que hace difícil creer en la teoría de la ignorancia. Por lo tanto, el presidente francés, demostró una vez más la hipocresía con la que se explica el afán de los líderes franceses en defender con uñas y dientes, y haciendo caso omiso de las normas democráticas, a los jefes de estado más interesados en preservar los intereses de Francia. ¿Cómo puede ser creíble para Hollande, teniendo en cuenta el respeto al principio de la alternancia en la dirección de un estado, Joseph Kabila, que lleva ya una década en el poder? De hecho, los líderes franceses, no se ponen de parte del pueblo en los países en los que gobiernan dictadores hasta que no tienen otra opción.

Para ello sería necesario que la OIF hiciera un cambio real, si quiere tener el crédito de las personas.

En lo que concierne a África, se puede decir que saca muy poco beneficio de su participación en esta organización. Sin embargo, la OIF representa una gran parte de esta agrupación en torno a la lengua francesa. Desde el punto de vista demográfico, sería incluso más lógico que la sede de esta organización estuviera en el continente africano. Además aún hoy, para los países del Sur, tener un visado para un país como Francia, incluso para estudiar, es una carrera de obstáculos. Se necesitan realizar enormes esfuerzos En cualquier caso, no puede existir un mundo francófono viable sin la libre circulación de personas. Sería bueno pensar en la creación de un único visado para el mundo francófono. Todo lo que les importa a los líderes franceses es defender la lengua francesa en cualquier país, cuando ellos mismos no dudan en ponerse a hablar en inglés.

Son, por tanto, los países africanos los que llevan alrededor de cuerpo sus propios problemas, incluidos los de la gobernabilidad política. Por ello, muchos presidentes africanos, democráticamente elegidos, tienen una gran responsabilidad. Con su legitimidad, estos presidentes como por ejemplo, Macky Sall, no deberían dudar en decir alto y claro lo que piensan de los malos ejemplos de algunos dirigentes. África les quedaría profundamente agradecida si trabajaran para dar más oportunidades y aspiraciones democráticas genuinas a los pueblos para poder liberarse y recuperar su soberanía perdida.

[Fuente: netafrica.net-Fundación Sur]

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