Entrevista con Mal Jam: “La cooperación no está motivada por el desarrollo”

7/10/2008 | Entrevistas

Mal Jam dirige en Yaundé, la capital de Camerún, el espacio “Africréa”. Africréa comenzó siendo una galería de artes visuales, se convirtió en un centro de arte contemporáneo y continúa evolucionando para convertirse en una ciudad internacional de las artes. Africréa, en proceso de construcción, se va elevando a través de peldaños irregulares de cemento que van conduciendo a las habitaciones que albergarán a artistas venidos de todo el mundo. Este edificio, de aspecto anárquico y acogedor, con terrazas desde donde se tiene una vista privilegiada de la ciudad, trae a la mente la imagen de una torre de Babel para creadores.

Mal Jam se crió en París, su gran escuela a nivel profesional. Estudió Historia y Filosofía en la Universidad de la Sorbona, se especializó en Comunicación y ha ejercido de periodista en los principales medios de comunicación franceses hasta que se instaló en Camerún, su país de origen, hace quince años. En su despacho viste con porte camisa Lacoste y pantalones africanos y trabaja rodeado de arte y artesanía africana, y libros sobre la sociedad, la política y la economía de su continente. Arrinconados por su sala están algunos cuadros de los más reputados pintores cameruneses.

Khadija Douieb – ¿Cómo fueron sus comienzos en Camerún?

Mal Jam – Cuando llegué a Camerún en 1996 me sentí desubicado en muchos aspectos. He vivido con mis padres y mis hermanos, por lo que mi vínculo con Camerún siempre lo he mantenido a través de la lengua, la cocina y las visitas continuas de los cameruneses. Por lo tanto cuando volví conocía prácticamente todo, pero me sorprendió el mundo de la cultura por varios motivos: por un lado, existía una gran oferta cultural, se hacían cosas increíbles. Y por otro lado, me sorprendió que no hubiera absolutamente nada para enmarcar toda esta oferta. Me sobrepasaba el no comprender cómo después de 48 años de independencia y en un país como Camerún, tan rico, cuna de grandes escritores, músicos, artistas plásticos, diseñadores… No existían bibliotecas, ni conservatorios, ni teatros, ni museos, ni galerías de arte, no existía nada de esto. Esto me perturbaba bastante. Me preguntaba a mí mismo cómo buscar una solución a esta situación y lo paradójico es que la mayor parte de las respuestas a las que llegaba no me satisfacían, porque eran respuestas del tipo: ‘bueno, somos un país pobre’, ‘somos un país joven, aun no podemos tener infraestructuras, no tenemos los medios…’ Sin embargo, veía cómo cualquier familia tenía al menos dos coches, en Camerún hay grandes fortunas. Por lo tanto esas respuestas no me satisfacían y me satisfacían menos aún considerando otra cosa que me chocaba: creo que la gente aquí es más conformista que en cualquier otro sitio del mundo. Y me chocaba mucho porque creo que son conformistas a partir de valores que no son los suyos, que no encajan completamente con esos valores, pero se comportan como si lo fueran. Y por otro lado, hay un déficit de proyección de la imagen que tienen de ellos mismos. Estas insatisfacciones me perturbaban mucho cuando regresé de París.

En los medios de comunicación en Francia me solicitaban bastante para hablar en nombre de África; sin embargo, vuelvo a mi país y todo me resulta curioso. Yo formaba parte de las personas que vivían bien, que se ganaba bien su vida. Me quedé un par de meses en Camerún, después volví tres meses, y los negocios que monté empezaron a fallar. Finalmente decidí quedarme en Camerún, aunque esta no era mi idea inicial. Cuando decidí quedarme en Camerún fue todo un problema: no conocía realmente el país, no había crecido con la gente de aquí y tenía que trabajar para ganarme la vida. Tengo un perfil fácil para encontrar una ocupación: tengo estudios universitarios, mi familia es muy conocida, tengo un apellido importante, mi padre es Ministro de la República… así que tenía muchas posibilidades de conseguir un cargo de director y de poder ser alguien eminente en la esfera camerunesa. Sin embargo, la Administración no me interesaba, y en cuanto al funcionamiento de la administración camerunesa, no creo que busque el bienestar de los ciudadanos, el progreso, ni el desarrollo. Y además, la noción de poder tal y como está vehiculada aquí y los valores en los que se fundamenta el poder no casaban conmigo para nada. Aquí el poder consiste en decir: ‘he sido nombrado por decreto, soy coronel, soy tu director, soy tu marido, soy tu padre, soy de la elite, tengo dinero, te puedo meter en prisión…’ El poder gira en torno a todo eso, el poder no gira en torno a la idea de qué se puede hacer, qué se puede transformar, de hacer evolucionar… Yo creo que el poder es tener la posibilidad de influir sobre uno mismo y sobre el entorno para mejorarlo, y si el poder no hace eso…

Y al decidir quedarme tenía dos posibilidades, o el negocio de la comunicación o el negocio de la cultura, o los dos. Me di cuenta rápidamente de que la comunicación no era un negocio de futuro, porque cuando el negocio no es competitivo, cuando no se busca lo mejor, sino que se muestra una única cosa, y quien muestra esta única cosa es quien pesa sobre la elección… La comunicación en este contexto no me aportaba nada. Además, tuve la suerte de haber trabajado en un entorno muy dinámico y aquí no me gustaba ni el entorno ni las sensaciones. La cultura era un suicidio, porque no había estrictamente nada. Pero decidí trabajar en la cultura, por varias razones: la primera porque la materia prima existía: la creatividad; la segunda porque era un ámbito que conocía y por último porque yo me quedaba en Camerún con una óptica de inversión y de permanencia. Consideraba necesario hacer algo con lo que yo me sintiera a gusto y que según mi punto de vista pudiera conducir a un mayor bienestar de los que me rodean, que pudiera encender una pequeña luz. Y por esto decidí en 1996 crear Africréa. Decidí crear Africréa a partir de un concepto simple: me parece que a partir de lo que encontramos en África, los materiales, el saber hacer, la cultura, el entorno, los problemas… África puede proponer cosas potentes que pueden cohabitar con cualquier propuesta del mundo. África en realidad no es el color de la piel, como muchos se limitan a creer, África es este entorno y las propuestas deben partir de África. África debe forjarse sus propias propuestas y no tiene más que invitar al mundo a África. A partir de esto, comencé por etapas: muy rápido comprendí que no podía salir adelante si no tenía un lugar; así que empecé la búsqueda y me instalé en Camerún. Y en 1997 compré la parcela de terreno donde está actualmente Africréa. Comencé sabiendo que tenía unos medios extremadamente limitados: humanos, porque sólo contaba conmigo mismo; financieros, porque el dinero es limitado; y logísticos, porque no disponía de una red. Además llegaba a un contexto en el que estaba en proceso de aprendizaje, y esto era tanto mi fortaleza como mi debilidad. Mi debilidad porque cada vez que tenía que hacer algo, intentaba tomar distancia, intentaba comprender, y mi fortaleza porque con respecto al resto de personas que estaban alrededor mío, yo me planteaba preguntas, y cuando nos planteamos preguntas es porque estamos sedientos de respuestas. Para los que ya estaban aquí las cosas son evidentes, por lo tanto no se planteaban preguntas, y la ausencia de preguntas es una debilidad. Decidí que mi acción no giraría en torno a las tradiciones, no entorno a una mitificación de África, sino sobre las expresiones contemporáneas. Y esto fue de nuevo toda una historia, ‘¿por qué lo contemporáneo? África es África…’ Tras diez años hay conceptos que han evolucionado o que han entrado en el lenguaje corriente, sin embargo, hace doce años no era algo evidente. Era consciente de que tenía que ir gradualmente, porque con respecto a la proyección artística estaba obligado a evolucionar a la vez que los demás, y con respecto a los útiles de trabajo estaba obligado a avanzar en función de los medios que están a mi disposición. Así este proyecto comenzó siendo una galería de arte, la galería de artes visuales Africréa.

K D – ¿Por qué se decidió por las artes visuales?

M J – Porque para empezar África tiene un déficit de proyección de su imagen, África se sigue viendo aún demasiado en la mirada de los otros. Puesto que hablamos francés, inglés, español… es a través de los libros de los otros que nos edificamos, a través de las revistas de los otros, a través de la televisión de los otros, las escuelas de los otros, las vestimentas de los otros… Es en la visión del mundo de los otros en la que intentamos con mayor o menor felicidad, encontrar nuestra medida. Al lado de esta visión, las propuestas que son nuestras, con respecto a nosotros, y la imagen que nos hacemos de nosotros mismos, son extremadamente pequeñas. Creo que las artes visuales son la forma de proyección más inmediata, aunque no tiene por qué ser realista, incluso frecuentemente es fantasmagórica, superpone la realidad a ella misma, pero lanza hacia algún lado lo que somos y podemos tomar distancia para apreciar, para decir: ‘sí, soy yo; no, no soy yo; sí, me quiero así; o no, no lo quiero’. La segunda razón (no hay que olvidar que soy un profesional de la comunicación) es que las artes plásticas son lo más inmediato con el menor riesgo, en términos de inversión en comunicación. El primer artista que expuso aquí se volvió loco de alegría, como un niño pequeño, porque hasta ese momento sólo había trabajado en formatos pequeños y se encontraba con espacio por todos los lados, y podía hacer grandes formatos. La existencia de un lugar como este incidió tanto sobre el universo de la creación y sobre los artistas, que les encantó, y esto no me lo esperaba. Con este espacio se abría una perspectiva sobre ellos mismos y sobre lo que ellos hacían diferente, puesto que no estaban bajo la tutela del Centro Cultural Francés. Sólo este aspecto cambiaba mucho.

Llegué a un Camerún que está en profunda mutación. Por primera vez la escena de las artes plásticas en Camerún pasaba al primer plano. Empezaba a surgir una nueva generación de artistas que descubrían el ‘arte contemporáneo’. La cuestión de lo contemporáneo surgió y ciertos artistas hablaban de ello. Hasta hoy este concepto genera malentendidos, no sólo en Camerún sino en todo el mundo. Y en el contexto camerunés aún más, porque no hay una ‘cultura cultivada’, es decir, que las personas no han ido al colegio y no tienen una lectura del patrimonio que ha precedido a su existencia, no saben lo que ha pasado. No han tenido la posibilidad de dialogar con su pasado para proponer nuevas perspectivas, están en un contexto de ‘autodictactismo salvaje’.

Por estas fechas el realizador camerunés Basek Ba Kobhio crea el festival de cine ‘Ecrans Noires’, la galería MAM abre sus puertas en Douala (capital económica del país)… hay muchas propuestas nuevas que van llegando. En este contexto, el espacio Africréa es para mí algo determinante para asentar en el tiempo un trabajo y una visión del mundo. Africréa evolucionó hasta llegar a ser un Centro de Arte Contemporáneo y ahora actualmente en 2008, diez años después, nos convertimos en una ‘Ciudad Internacional de las Artes’. Con la galería de arte éramos solo un espacio para las artes plásticas. El Centro de Arte incluye una galería de arte, una sala de espectáculos, salas para talleres y tiendas. Y ahora convirtiendo el espacio en una ‘Ciudad Internacional de las Artes’ pretendemos albergar artistas de todo el mundo que puedan vivir y trabajar aquí, como una residencia para artistas.

K D – ¿Qué experiencia ha tenido con la cooperación?

M J – Buena, muy buena, y problemática a la vez. Buena porque la cooperación comprende más fácilmente mi proyecto, comprende lo que digo porque puedo expresarlo con los códigos que le son inmediatamente accesibles. Mi propuesta no parte desde una óptica de demandante, si no que presento lo que hago, pregunto si se quieren asociar a lo que hago y esto singulariza mi proyecto. Yo no voy a verlos pidiendo ayuda y diciendo que no tengo los medios para hacerlo. Si no que digo: ‘mira modestamente donde estoy, mira modestamente lo que hago, esto podría potenciarse, asociaros a mí’.

K D – ¿La cooperación le pide consejo y le pregunta su opinión a la hora de organizar proyectos?

M J – Depende, porque hay que saber cómo está estructurada la cooperación ahora. La cooperación francesa solicita mi experiencia para redefinir su ámbito de intervención en Camerún. Uno de los instrumentos de la cooperación francesa son los FAC (Fondos de Acción Cultural) desde 1998, unos fondos de 900 millones de francos CFA, destinados a dinamizar la cultura en Camerún. La cooperación francesa valora mucho el proyecto Africréa, por lo que ha dado una subvención de veinticinco millones de francos CFA.
Holanda también ha colaborado con cinco millones y medio y Alemania con un millón para el equipamiento. He montado varias exposiciones por las que me han felicitado entidades como ‘La Francophonie’ o la UNESCO.

Por otro lado están las Embajadas, que llevan a cabo acciones orientadas a justificar su misión sobre el terreno, puesto que tienen pequeños presupuestos y orientaciones internas y buscan frecuentemente llevar a cabo acciones que les den visibilidad dentro del panorama cultural camerunés y en estos casos también solicitan nuestra colaboración frecuentemente, ya sea para concebir proyectos conjuntamente o para albergar en nuestras instalaciones alguna actividad diseñada por ellos.

La relación que mantengo con las instituciones de cooperación varía dependiendo de las personas y de los proyectos. Hay proyectos de los que nos tenemos que encargar sólo del seguimiento, otros que nos ayudan a promocionarnos más allá de Camerún, otros que no tienen tanta incidencia; hay proyectos de larga duración y otros que son puntuales. Cada proyecto ha de analizarse por separado. Y por otro lado, de un Embajador a otro, por ejemplo, todo cambia por completo.

K D – ¿Cree que es necesaria la cooperación cultural con un país como Camerún, tan rico en recursos?

M J – La cooperación es buena, pero también problemática. Hay que replantearse la cuestión de qué es la cooperación. He participado en la redacción del libro Emigración vista desde África y mi capítulo trata sobre ‘la emigración de co-desarrollo’. La cooperación debería ser el trabajo conjunto de dos entidades, pero la realidad es otra: una entidad que dispone de una suma de dinero define sus prioridades y viene a implantarlas o a imponerlas en el contexto de Camerún. No podemos hablar pues de cooperación en la medida en que no hay verdaderamente un intercambio. Hay un beneficio, pero no una cooperación. Los países donantes, entre comillas, se equivocan. Haría falta que se sentaran conjuntamente con Camerún para ver qué es la cooperación, porque hay muchos malentendidos. Hay una herencia histórica problemática en la conciencia de la cooperación que habría que eliminar y llevar a la cooperación a otra dimensión, porque estamos en un mundo que no puede evolucionar de forma solidaria. Los intereses son diferentes, pero el desafío es común y debemos solucionarlo entre todos. Cada uno debe encontrar su medida, pero este no es el caso actualmente y la emigración corre el riesgo a medio plazo de convertirse en una bomba de efecto retardado. Estoy a favor de la cooperación, pero se ha perdido el sentido de lo que es cooperar. Debería eliminarse del ámbito de la cooperación su connotación injusta: cuando ‘el blanco’ viene a África es cooperante y cuando ‘el negro’ va a Europa es emigrante. Cuando ‘el blanco’ viene aquí dice que es él quien da, cuando se lleva más de lo que da. Y cuando ‘el negro’ va a Europa a gastar toda su energía y su vida se dice que va a llevarse todo. A partir de esta visión de base la cooperación tiene un problema. Sin embargo pienso que la cultura es el lugar donde la solidaridad y la conciencia humana pueden desarrollarse al máximo y de forma que permita la convivencia.

La cooperación tal y como yo la imagino, no consiste en esperar recibir el dinero de una Embajada, que cree que lleva a cabo proyectos extraordinarios, cuando en realidad no lo son. Creo que sería más útil que vinieran creadores extranjeros, con los que pudiéramos vivir y compartir y que nos ayudaran a conocernos mejor entre nosotros y a conocer mejor el mundo. Pienso que podemos aportar también a los creadores extranjeros una plusvalía que les ayudara a ser mejores, más abiertos al mundo y más portadores de los valores universales.

K D – ¿Qué cree que ocurriría si desapareciera la cooperación?

M J – Nosotros iríamos a mejor y los países del norte a peor. En el libro ‘Le sanglot de l’homme blanc’ (el lamento del hombre blanco) leemos que el hombre blanco sólo cuenta con dos posibilidades en el siglo XXI: o continúa cerrando los ojos a todo lo que le rodea y continúa pensando que el mundo le pertenece a él solo y a vampirizar a los demás para vivir él (como decía Bob Marley: ‘Babylon system is a vampire sucking the blood’) o en un momento dado tiene que tener mala conciencia y lamentarse un poco al pensar que no es justo lo que hace. La cooperación nos hace creer que nosotros resistimos gracias a ella. Y mi posición me ha permitido mantener una independencia y poder decir a la cooperación: ‘aquí está el sitio que tenemos, que no espera nada de nadie, que no depende de nadie, pero que espera todo de todo el mundo. Estéis o no estéis aquí, nosotros mismos hemos construido lo nuestro’ y esto es algo que muchísimos africanos y muchísimos cameruneses hacen cada día. Que el Estado se haga con dinero que malversa como lo hace, tras cuarenta años de independencia y tras cuarenta años de cooperación es otro asunto. Si la cooperación continúa actuando como lo ha hecho hasta ahora, el hecho de que desaparezca la cooperación no tiene ninguna incidencia sobre nosotros. Que desaparezca de Camerún el centro cultural español o el centro cultural francés eso no nos va a impedir vivir.

Pero entendámonos bien, hablo de la cooperación como sistema. Nosotros necesitamos ayuda, todo el mundo necesita ayuda, pero hacernos creer que nosotros existimos sólo con respecto a los otros no es algo bueno. Me refiero a que el sistema de la cooperación tal y como funciona sobre el plano de las relaciones internacionales o en el plano de la diplomacia o en lo que respecta a las acciones multilaterales o bilaterales de puesta a disposición de fondos, de puesta a disposición de medios que generan una deuda pública, que genera a su vez todos los problemas que tenemos de reembolso de la deuda, este sistema tal y como es, si acaba, no cambiaría nada. Sin embargo, sigo diciendo que el mundo debe desarrollarse como un mundo solidario. Necesitamos que el mundo venga a nosotros, que comparta con nosotros, que nos ayude a avanzar, como también necesitamos que el mundo esté abierto a nosotros.

K D – ¿Qué actividades cree que debería poner en marcha la cooperación?

M J – La cooperación lleva a cabo acciones útiles y visibles, la cooperación estructurante. En lugar de que una Embajada gaste por ejemplo un millón de francos al año para tener algo de prensa, podría invertir cincuenta millones para la enseñanza de las artes plásticas, para construir un teatro, podría invertir en cosas estructurantes desde una perspectiva de desarrollo durable, y puedes ver que esto no se hace nunca. Tienen un dinero dedicado a la cooperación, pero ¿por qué no lo hacen nunca? Sin embargo hacen actividades que no tienen ninguna incidencia. Se necesitan cosas estructurantes, aunque no sean cosas materiales, que sean actividades que hagan que las cosas que se hacen hoy continúen mañana y pasado mañana…hacer avanzar.

Por el momento si me fijo en los cuarenta y ocho años de independencia de Camerún, para ver los vestigios, el testimonio de la cooperación cultural bilateral o multilateral no veo nada. Por el momento la cooperación no se compromete a realizar acciones durables, sino a cosas puntuales espectaculares, porque hay donde invertir en las escuelas, se puede invertir en los materiales, en los lugares de producción, en los lugares de difusión… sin embargo estas inversiones no se hacen.

K D – ¿Cree que la cooperación cultural tiene una visión amplia de la cultura o tiene una visión más bien económica?

M J – No creo que se pueda inferir de mi discurso que nos encontramos en esta situación en el campo de la cultura por la acción de los países del norte, nosotros nos encontramos en esta situación porque Camerún, así como muchos países africanos, no tiene una visión política coherente. Estos países africanos deberían decir: nosotros lo que queremos es esto, y lo queremos así por tal razón. Como no hacen un inventario de sus necesidades y no formulan sus deseos, toman lo que le dan, y es por esto que la situación es esta. En el momento en el que las políticas públicas sean formuladas, con objetivos concretos, los desafíos serían otros, puesto que formulando las políticas públicas sabremos lo que ambicionamos hacer, lo que buscamos a través de los proyectos culturales, por ejemplo, positivar la imagen del país, o fomentar la integración nacional, o fortalecer los lazos sociales, el diálogo institucional… Quien formula el proyecto es quien debe dimensionarlo y en este sentido hay un déficit. Y puesto que hay este déficit en la formulación y en la elaboración de las políticas los proyectos se reducen la mayor parte de las veces a la dimensión contable. Se hacen las cosas por hacer, en lugar de hacer las cosas para alcanzar un objetivo, y los objetivos deberían tener una dimensión inmaterial más fuerte que la dimensión material.

K D – ¿Qué definición me daría de cultura?

M J – La cultura es todos los medios de los que dispone el ser humano para comprenderse y para comprender el mundo en el que evoluciona y para hacer evolucionar al mundo. Por lo tanto, es por eso que para comprender hace falta preguntarse, expresarse, proyectar… y cuando comprendemos es forzosamente para hacer evolucionar. Para mi hay que tratar a la cultura desde una perspectiva dinámica. La cultura es las herramientas que cada uno se construye para percibir, para expresar su propia realidad y para dimensionarla.

K D – ¿Cree que las personas que se dedican a la cooperación cultural en Camerún tienen un conocimiento suficiente del contexto cultural, social, histórico del país y que tienen una disposición a profundizar en este sentido?

M J – Poca gente que se dedica a la cooperación cultural es verdaderamente ‘gente de cultura’. Si estamos abiertos a nosotros mismos y abiertos a los otros no tenemos porque dominar todos estos conocimientos, sin embargo este mínimo de apertura no nos lo encontramos con frecuencia.

Por otro lado, la noción de ‘impartidor de lecciones’ o ‘donador de fondos’ continúa perturbando las cosas. Ellos organizan porque tienen el dinero, porque tienen el poder…A partir del momento en el que no hay diálogo, o en el que el diálogo no está orientado a fomentar una convivencia en la que unos y otros se reconozcan hay un problema. Por lo tanto el problema no es que las personas no conozcan el país, el conocimiento del país comienza en el momento en el que se llega, cuando hay un contacto físico con el país, un contacto humano con el entorno y nos adaptamos. Pero es cierto que cuando se es un responsable público, el conocimiento del país no puede limitarse solamente a conocer a la gente y las costumbres de la gente, hay toda una nomenclatura y toda una historia, hay que saber cómo los procesos han nacido, como han evolucionado…pero el acercamiento tecnocrático no es suficiente, puedes ser el tecnócrata más brillante del mundo y no hacer un buen trabajo, porque la cultura es antes que nada el ser humano ante sí mismo y ante el otro.

K D – ¿A qué dificultades cree que se enfrenta la cooperación cuando trabaja aquí?

M J – La primera es el marco que tiene. Hay que redefinir el marco de la cooperación redefiniendo el concepto de cooperación y definiendo un marco en el que los Estados acuerden los intereses recíprocos y que de común acuerdo se trabaje sobre un cierto número de ejes.

El segundo, el personal de las Embajadas no está preparado para esto. Se les asigna esta misión, para que se las arreglen como puedan, pero no han sido formados para esto, con lo cual, hacen lo que pueden. Y los que tienen un poco de más ganas hacen más cosas, y los que no, pues menos. Y otros incluso lo rechazan, porque teniendo una gran carga de trabajo se dedican a otras cosas en las que ponen su energía. Y lo entiendo.

Y la tercera dificultad es la ausencia de interlocutores del otro lado. Porque los servicios de cooperación de las Embajadas trabajan con los que acuden a ellos. Y no se dedican a ver que ocurre de manera más general, ni buscan asociarse a un cierto número de personas para ir en un sentido, hacen lo que tienen en la mano, y cuando lo que tienen sobre la mano sirve da resultados y cuando son nulos, son nulos. Sin mencionar que hay muchos cooperantes que improvisan todo, acuden a sus mujeres o maridos para hacer talleres o a algún conocido y hacen lo que pueden.

Desde el otro lado, las dificultades son las siguientes: En primer lugar el Estado, que es el primer beneficiario, no formula políticas. En segundo lugar el entorno está tan desorganizado que no se sabe por donde empezar. Los operadores se encuentran en la precariedad, por ejemplo, hay alguien que trabaja muy bien hoy, y queremos buscarlo mañana y ni siquiera sabemos donde está. Y además no existen infraestructuras y la cooperación no viene a construirlas, así que cuando hay necesidad de difusión necesita soportes para la difusión, y cuando vemos la cantidad de personal que hay en las Embajadas que no tiene los medios de ir a buscar cosas por todos lados, si el Estado y los operadores culturales locales no hacen tampoco ese trabajo de buscar y enseñar y de ayudar a entender…

Aquí la gente no cree. En los treinta últimos años Camerún se ha convertido en incrédulo. No se cree en nada y se cree que todo es imposible y se cree que lo posible está solamente en otro lado.

K D – ¿Cree que se concede a la cultura la importancia que merece para el desarrollo del país?

M J – No, para nada. Está subestimada y subdesarrollada. En lo que se refiere a las infraestructuras, no existe nada, en cuanto al lugar que se le dedica en el sistema de educación nacional, no tiene ningún lugar, en términos del PIB, de los ingresos que la industria cultural genera, tampoco. Y esto es un gran fallo, porque la cultura es la herramienta indispensable para la edificación del ser humano, para un desarrollo armónico. Para mi la cultura es la capacidad de comprender. Podrían traernos todos los modelos de desarrollo del mundo y si nosotros no nos comprendemos, ni comprendemos los modelos que nos traen, no adaptamos nada a nada, no progresaremos.

K D – ¿Qué potencialidades culturales cree no se tienen en cuenta y que podrían tener mucha incidencia en el desarrollo?

M J – La mayor parte de los Ministerios de la Cultura en África creen que son los Ministerios de los artistas. Y artistas en el sentido de alguien que actúa sobre una escena con un público, sin embargo esto representa muy poco cuando miramos de manera general el espacio de la cultura y los problemas de la cultura. Cuando nos ocupamos sólo de los artistas olvidamos el patrimonio, olvidamos el patrimonio viviente, es decir las costumbres, las tradiciones, el saber hacer, el transmitir… si no preservamos todo esto, no lo dinamizamos, no lo tenemos en cuenta, muere y cuando muere, una parte de nosotros muere con él.

K D – ¿Cree que no se trabaja suficientemente en la revalorización de valores tradicionales, en la recuperación de la historia…?

M J – No, puesto que las lenguas desaparecen, los museos no existen y la historia no es compartida, no es conocida, no es promovida. No hay riquezas materiales que desarrollemos a partir de esas tradiciones. El turismo cultural puede aportar mucho dinero, los instrumentos de música por ejemplo, el textil, la joyería… podrían dar mucho dinero.

K D – ¿Qué dificultades encuentra usted en su trabajo diario?

M J – La primera dificultad para mi consiste en comprender. La segunda, hacerme comprender. Porque la gente cuando habla de dificultades, dice siempre que no tiene dinero, que no tiene un entorno reglamentado, que no hay logística… y no es verdad. No tenemos nada de eso, pero lo primero es comprenderse, comprender lo que se quiere, lo que se puede, donde estamos, y comprender a los demás para entrar en una situación de diálogo. Y hasta ahora esto no funciona, porque a todos los niveles no estamos seguros de comprendernos, y sobre todo, las personas no hacen todo de buena gana. Dicen si y cuando han dicho si, no sabes realmente si querían decir que sí. Y en segundo lugar, la idea del imposible, es una gran dificultad. Esta es la ideología que se ha cultivado y en la que se mantiene a la gente. En lugar de preparar a la gente para que las cosas sean posibles y que sea posible hacer las cosas, se prepara a la gente para creer que las cosas no son posibles y que no pueden hacer las cosas, simplemente porque no hay ganas de que las personas abran los ojos y los oídos, y esto tiene incidencias a todos los niveles, lo que hace que la mínima cosa que queramos hacer parezca algo imposible.

A partir de ahí, si resolvemos estos problemas básicos podemos atacar el resto de problemas que son importantes: el dinero, los responsables públicos y la promoción y la colaboración con el exterior. Es un trabajo duro, pero no es imposible, y si aprendemos a hacer frente a estas dificultades llegaremos a tener algunos resultados. Pero el entorno no está preparado para una dinámica de desarrollo, porque el entorno está siempre en los intereses particulares, partidistas y es más desmovilizador que movilizador. El entorno es la prensa y los medios de comunicación, los poderes públicos, las corporaciones profesionales…

K D – ¿Cree que la cooperación cultural carece de medios financieros suficientes?

M J – No. Creo que la cooperación no tiene pocos recursos, sino que invierte pocos recursos. Creo que tiene recursos, pero no está en una perspectiva de desarrollo, no esta motivada por el desarrollo. Estoy seguro que si una Embajada, tal y como es y con los recursos que tiene, si está dispuesta a implicar una fundación y crear un partenariado ente Africréa y fundaciones españolas, podría hacerse, y eso generaría dinero que no sería imputable al presupuesto de la Embajada directamente. Y estoy seguro de que si una Embajada creara un programa de citas con un cierto número de instituciones españolas que serían susceptibles de estar interesadas en lo que hacemos, que organice las citas, que pague los billetes de avión, podríamos ganar mucho dinero. Estoy seguro de que si los Embajadores se implicaran personalmente para que proyectores de películas o sillas de teatro se reciclen y se metan en un container para traerlos aquí y equipar Africréa, podría hacerse. No hace falta creer que los medios, y lo digo tanto para los africanos como para los demás, los medios son el dinero, los instrumentos… son importantes, pero los medios son ante todo la visión y la motivación. Y esto es lo más difícil. Es difícil encontrar esta visión y esta motivación.

K D – ¿Cuál es la aportación de Africréa al desarrollo del país?

M J – La primera aportación es que existimos, y que somos visibles. Y en un entorno en el que la gente tiene tantas dudas, nos ven siempre desde hace diez años. En seis meses hemos evolucionado muchísimo. Por lo tanto, el simple hecho de que todos los días no solamente existamos sino que evolucionemos, esto ya da crédito a lo posible. Cuando empezamos las actividades hace doce años, no había artistas en Camerún que viviendo en Camerún ganaran un millón de francos al mes, hoy tienes unos 30 artistas cameruneses que ganan más de un millón de francos al mes. Y los ganan con lo que hacen en el interior de Camerún y lo ganan porque conseguimos exportar lo que hacen. Hace diez años el lugar del arte en los medios de comunicación cameruneses era casi inexistente, diez años después prácticamente cualquier diario tiene páginas dedicadas al arte. Hace diez años era imposible el imaginar que se hiciera el salón nacional del artesanado de Camerún, y diez años después los poderes públicos y los operadores culturales ya están concienciados de que esto es muy importante. Participaron más de 700 artesanos, con más de 500 stands y más de un millardo de francos generados. El hecho de que existamos y de que cada vez haya más que existan extiende la idea de que el arte tiene un lugar y como estamos en un entorno en el que la gente es incrédula y muy materialista, cuando comienzan a ver que esto es posible…

Y por último también tenemos impacto en el desarrollo , porque se puede ir vestido como yo lo hago, hablar como yo lo hago y atraer la atención de aquellos que los ciudadanos estiman como más importantes y sin tener que disfrazarse o transformarse y siendo como uno es.

El impacto que tenemos es tanto material como inmaterial. El mercado está lejos de estructurarse pero los operadores se organizan cada vez mejor, porque comprenden mejor los desafíos, están cada vez más preparados, hacen un esfuerzo individual consecuente porque comprenden cada vez mejor que uno solo no puede hacer las cosas.

K D – ¿Cree que la cooperación cultural podría estar un día preparada para abordar los elementos de raíz cultural que impulsan o impiden el desarrollo?

M J – Cuando tenga más tiempo y dinero voy a promover la creación un nuevo contrato de cooperación. Aun imitamos modelos que surgieron en los años 60, cuando en los años 70 la situación era diferente y ya el modelo era caduco, y en los años 80 más aun. Estamos en el tercer milenio, las preocupaciones de los africanos no son las mismas que en los años 60. El mundo ha evolucionado. Los intereses de España, por ejemplo, en Camerún no son los mismos que en los años sesenta. El ciudadano español, las relaciones que tiene con el mundo, no tienen nada que ver con las que tenía en los 60, en los 70 o incluso en los años 80. Por lo tanto, hace falta que nosotros tengamos eso en cuenta, también tenemos que tener en cuenta el hecho de que los medios de intercambio han evolucionado muchísimo. Viajar en los años 80 aun suponía todo un problema, comunicarse con el mundo también. Hoy en día de forma instantánea Internet permite muchísimas cosas. Hoy podemos coger un avión mucho más fácilmente. Y hoy en cualquier gran metrópoli del mundo la gente está más abierta al mundo que hace 40 años. Con todo esto creo que hay que repensar la relación con el otro, ver los medios que tenemos, el mundo es dificultoso para todos, no hay que añadir dinero, sino ver los medios que tenemos y desarrollar nuevos lazos de solidaridad. Y hay muchos aspectos en las que podemos desarrollar esta solidaridad. Creo que hay que cooperar mejor.

K D – ¿Cómo entiende usted la relación entre cultura y desarrollo?

M J – Las grandes mutaciones de las civilización van con tiempos de expansión cultural. El mundo moderno existió, porque existió el Renacimiento, y existe el Renacimiento porque en el mismo momento se descubre la imprenta, se descubren nuevos sistemas de navegación, cambia la mentalidad… todo esto es cultura. Por eso le decía que la cultura es la capacidad de comprender el mundo y pesar sobre el mundo. Cuando se conocen tiempos fuertes de creatividad y florecimiento cultural, hay una incidencia sobre el desarrollo. El día en el que la cooperación y las potencias nacionales comprendan que hay que prestar atención a la cultura, verá que las mentes se van a liberar y la creatividad va a entrar en juego y se encontrarán soluciones originales a los problemas que se plantean. Eso ya se hace, la cultura ya hace eso, el arte aporta ya eso, pero a una dimensión muy reducida y muy poco reconocida.

K D – Muchas gracias, Mal Jam, por su atención, es la mejor entrevista que he hecho hasta ahora

M J – Porque es la única en la que no han parado de mirarte a los ojos… (risas)

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