¿La votación por la independencia de Escocia hubiese ayudado a África?

6/10/2014 | Opinión

El primer referéndum de independencia escocés en la historia de Gran Bretaña ha zanjado inmediatamente la cuestión de la soberanía británica en el Reino Unido.

Sin embargo, mientras el Partido Nacional Escocés se cura las heridas y el Gobierno británico respira con alivio, los partidos se preparan para una nueva oleada de agitación constitucional mientras se recalibra la transferencia de poderes dentro del Reino Unido para garantizar la igualdad entre sus componentes: Inglaterra, Irlanda del Norte, Escocia y Gales.

Inglaterra es la única que no ejerce poderes transferidos y el primer ministro David Cameron se enfrentará a una revuelta orquestada por los miembros más jóvenes del Parlamento a menos de que tome medidas para asegurarse de que sean los miembros ingleses del Parlamento los que decidan sobre los problemas de Inglaterra y de que los nuevos poderes de Escocia no marginalicen a Inglaterra.
Inglaterra y Escocia nunca serán iguales, así lo demostrarían la promesa de Cameron de preparar un paquete básico con mayores poderes transferidos para Escocia (en lo que se consideró una acción desesperada por evitar que ganara el «sí» unas semanas antes del referéndum) y su aun mayor empeño por cambiar la constitución no escrita del Reino Unido para asegurarse de que los poderes de Inglaterra al menos se igualen a los de Escocia.

Con una participación récord del 84,48% y un sorprendente 87% de votantes registrados, el referéndum fue una de las votaciones más reñidas de la historia británica y encendió los ánimos de separatistas y unionistas hasta niveles nunca vistos.

Si hubiese ganado el voto positivo, el resultado se hubiese convertido en un catalizador con ramificaciones que hubiesen traspasado los límites de Escocia y el Reino Unido. Si una mayoría simple de escoceses hubiese votado a favor de la independencia, Escocia se hubiese independizado el 24 de marzo de 2016, una vez concluidas las negociaciones con el resto de Gran Bretaña [sic], según informa la guía Scotland’s Future publicada por el Gobierno escocés el 26 de noviembre de 2013.

Al haber triunfado la campaña por el «no», Escocia tendrá más poderes, como prometieron los líderes de los tres partidos principales en Londres: el primer ministro y líder del Partido Conservador David Cameron, el líder del Partido Laborista Ed Miliband, y el viceprimer ministro y líder del Partido Liberal Demócrata Nick Clegg.

En octubre de 2012, Cameron y el primer ministro escocés Alex Salmond, líder del Partido Nacional Escocés en el gobierno, firmaron los Acuerdos de Edimburgo, que autorizaban a Escocia a celebrar un referéndum sobre la independencia en otoño de 2014.

Jakkie Cilliers, director del Instituto Sudafricano de Estudios de Seguridad, señala que el triunfo del voto positivo hubiese tenido dos ramificaciones importantes en África: una positiva y otra negativa. La consecuencia positiva es que se hubiese podido desbloquear la reforma sobre la gobernanza global.

El reino no seguiría unido sin Escocia, y el continuo reclamo de Escocia por un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) carecería de sentido. Como consecuencia negativa, el voto positivo hubiese dado un nuevo impulso a los cambios de fronteras.

Los cinco miembros permanentes del CSNU, los P5, son los vencedores de una guerra que se libró hace más de 50 años. Hoy en día, el Consejo debe hacer frente a una solicitud de reformas reprimida y debilitante que socava su legitimidad y efectividad en un momento en el que las Naciones Unidas son más necesarias que nunca.
La posesión de armas nucleares, más que la influencia global (aunque las dos suelen ir de la mano), es la condición principal para formar parte del CSNU. La única razón por la que Francia y el Reino Unido continúan ocupando un puesto permanente en el CSNU es, por lo tanto, una cara reliquia de una época en la que los países consideraban que estas armas tenían una utilidad práctica.
Hoy en día, el arsenal nuclear de Francia y el Reino Unido es el precio que deben pagar por su permanencia en el CSNU. Ambos países sirven de excusa fácil para que Estados Unidos, Rusia y China no continúen su desarme nuclear. El voto escocés a favor de la independencia hubiese supuesto una oportunidad histórica para poner fin a esta farsa y llevar a cabo una reforma real.

La posición actual de África respecto de la reforma de las Naciones Unidas ha quedado plasmada en el Consenso Ezulwini, el cual constituye un esfuerzo por reunir apoyo en favor de un CSNU expandido a unos 20 o 25 miembros. El nuevo CSNU incluiría dos puestos permanentes y cinco puestos no permanentes, con puestos de carácter rotatorio para África. La asignación de puestos permanentes a países específicos, sin embargo, es un anacronismo. En un mundo en el que la democracia a nivel nacional es una industria en crecimiento, la única opción razonable es un Consejo en el que los países, agrupados por regiones, elijan a uno de sus miembros por un período fijo (pero renovable).

La independencia de Escocia hubiese abierto la puerta para que Alemania, una economía más grande y líder en la Unión Europea (UE), solicitara un puesto único o un puesto de carácter rotatorio para la UE en el CSNU. En dicho puesto, los miembros de la UE serían elegidos (o rotados) para un período fijo. En este caso, Alemania se hubiese visto obligada a abandonar su moribunda iniciativa del G4 (una iniciativa conjunta de Alemania, Brasil, India y Japón por un puesto permanente en el CSNU, que no logró cobrar fuelle a lo largo de los años).
Si los países con puestos no permanentes también jugaran sus cartas, podrían forzar el cambio y desbloquear la situación. Los potenciales beneficios de una reforma del CSNU serían enormes porque la falta de legitimidad está minando el desarrollo y la seguridad internacionales en un momento en el que los desafíos mundiales, como el cambio climático, el crimen organizado y el terrorismo, requieren una respuesta global.

Menoscabadas por su anticuada composición, las Naciones Unidas (siendo el Consejo de Seguridad su eje) se desmoronan y pierden importancia cada año que pasa. En lugar de protagonizar las respuestas globales, la agenda depende de varios clubes, incluidos el Grupo de los Siete (G7), el Grupo de los Veinte (G20) y los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), entre otros. Ninguno de ellos cuenta con la institucionalización suficiente como para que sus esfuerzos den resultados concretos. A menudo, sirven más para polarizar que para cohesionar. Sin una reforma, el centro no aguantará. La independencia de Escocia podría haber iniciado el desbloqueo del que ha sido hasta ahora un problema imposible de resolver.

El voto positivo podría haber empoderado a las minorías de muchos países.

Sin embargo, si Escocia hubiese abandonado la unión, Gales le hubiese seguido con el tiempo, Inglaterra hubiese tenido que reubicar muchas de sus armas nucleares y su voz hubiese perdido vigor. Esto hubiese cristalizado en una economía más pequeña y un ejército limitado, que ni siquiera la diplomacia inglesa más capacitada hubiese podido ocultar. Los últimos vestigios del otrora Imperio británico hubiesen desaparecido y el mundo se hubiese hallado ante una oportunidad histórica para reclamar unas Naciones Unidas que beneficien a una comunidad de naciones más extensa y no a los vencedores de la Segunda Guerra Mundial.

Irónicamente, el mundo occidental (en particular, los Estados Unidos) se hubiese visto especialmente beneficiado con la oportunidad de crear un sistema reglamentado, en lugar de seguir aferrándose al antiguo sistema de privilegios.

Con respecto a la consecuencia negativa de la independencia escocesa, el voto positivo hubiese favorecido la reaparición global del nacionalismo subestatal, con efectos potencialmente preocupantes y desestabilizadores para África.

Cuando se fundó la Organización para la Unidad Africana en 1963, los líderes africanos se comprometieron a respetar las fronteras coloniales. Así se hizo para evitar la inestabilidad que podría producirse si se intentaban redefinir las fronteras africanas siguiendo supuestos criterios tribales o étnicos.

Durante la época poscolonial, la mayoría de los países africanos desarrollaron una identidad nacional, lo que es sin embargo discutible en casos de abuso de poder personal. En general, las guerras interestatales en África han disminuido, y también lo han hecho los esfuerzos por el irredentismo, por lo menos hasta hace poco.
En retrospectiva, es evidente que la Guerra Fría aportó una garantía externa a las fronteras africanas trazadas durante el colonialismo. La multipolaridad avanza más rápido de lo que se esperaba y con ella se vuelve más sencillo modificar las fronteras cuando el sentimiento de nación se encuentra a flor de piel y el control del gobierno es débil.
La República Centroafricana y Mali comienzan a dividirse siguiendo criterios religiosos y étnicos, mientras que Libia ya se ha fragmentado en una multitud de feudos superpuestos y conflictivos, que luchan unos contra otros a lo largo y ancho del territorio. En África, el voto escocés en favor de la independencia hubiese supuesto un importante estímulo para lo que ya es una tendencia global.

Aunque la globalización ha dado rienda suelta al empoderamiento individual gracias a la reducción de la pobreza y al ingente crecimiento de la clase media global, en muchos países africanos ?incluidos Nigeria, Sudán, Sudán del Sur, Kenia, Mali, Angola, Mozambique, la República Democrática del Congo y Tanzania? se hace evidente la existencia de una mala gobernanza y un sentimiento de marginalización desde el centro. Las minorías de muchos de estos países se hubiesen visto empoderadas si los escoceses hubiesen logrado ejercer su deseo de autodeterminación y, a la postre, su derecho a decidir sobre sus propios asuntos.

Cuando Mohamed Bouazizi se prendió fuego en una pequeña ciudad de Túnez el 17 de diciembre de 2010, los acontecimientos que siguieron forzaron a los dictadores de Túnez, Egipto, Libia y Yemen a abandonar el poder, encendieron los ánimos del norte de África y amenazaron la estabilidad de Oriente Próximo. Desde entonces se han producido oleadas de fuerzas subestatales, que podrían minar el ascenso de África y las esperanzas de muchos de sus ciudadanos por un futuro próspero.

Las investigaciones realizadas en el Instituto de Estudios de Seguridad como parte de nuestro proyecto «African Futures» refleja la enorme brecha de gobernanza que existe en África. La mayoría de los países africanos carecen de seguridad, legitimidad y conocimientos administrativos suficientes y necesarios para controlar el desarrollo y proporcionar seguridad. Los países más extensos y poderosos, como Nigeria y Sudáfrica, se desmoronan al reducirse su cohesión social e identidad nacional.

A pesar de prometer un futuro más equilibrado e igualitario, la multipolaridad, en rápido crecimiento, está resultando desestabilizadora en todo el mundo, África incluida. Es necesario realizar una gestión cuidadosa, y las Naciones Unidas, a pesar de todas sus deficiencias, son el centro de los esfuerzos conjuntos. El proceso iniciado por el primer ministro británico David Cameron para aumentar sustancialmente los poderes transferidos todavía podría desempeñar un papel importante en la configuración de la autodeterminación de África en el futuro.

Dr. Jakkie Cilliers, director del Instituto de Estudios de Seguridad.
Este artículo ha sido modificado tras el resultado negativo del referéndum escocés.

– Instituto de Estudios de Seguridad

THE SOUTH African.com

Traducción y adapatación Victoria Porro

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