Perdonen ustedes que últimamente no me prodigue mucho en este blog, pero además de mis obligaciones profesionales últimamente dedico una buena parte del poco tiempo libre que me queda a preparar biberones y cambiar pañales. Desde que mi hijo Luis Mungumiyo (regalo de Dios, en lengua Alur de Uganda) nació en Madrid el pasado 23 de junio duermo menos, uso menos el ordenador y cuando lo hago me levanto más a menudo. Eso sí, también tenemos más alegrías su madre (que es ugandesa) y un servidor.
Mi hijo es español, con sangre africana. Y también con facciones y colorcito, que ya va tomando, hasta el punto de que algunos de mis amigos empiezan a decirme que “este niño se parecerá a Obama”. En fin, qué les voy a contar de las mil pequeñas y grandes alegrías, y también algún sacrificio, que el tener el primer hijo trae consigo.
Sin embargo, hoy quisiera compartir con ustedes algo que me ha dolido y que me imagino que es un problema serio también para varios miles de familias españolas. Después de 20 años viviendo en África y empezando en muchas cosas de cero he intentado ponerme al día sobre prestaciones sociales para que mi familia tenga sus necesidades mínimas debidamente cubiertas, y hete aquí que un buen día me acuerdo de que desde hace poco tiempo existe el famoso “cheque-bebé” de 2.500 euros, y como haciendo cuentas de lo que cuesta lo más indispensable para cuidar de un bebé (cuna, cochecito, pañales, ropa, etcétera) y viendo mi nómina mensual me entran escalofríos, me dirijo todo confiado a la oficina del Instituto Nacional de la Seguridad Social que me corresponde y pido la información pertinente sobre el tema.
Y, chúpate esa mandarina, resulta que entre las condiciones para recibir esta ayuda económica me encuentro con que la madre (que es quien tiene que pedir esta prestación), en caso de que sea extranjera, tiene que tener acreditado un mínimo de dos años de residencia legal en España. Y resulta que mi mujer es una de las muchas que está en “situación irregular” en este país. Tiene los requisitos para obtener la residencia, y así lo ha solicitado, pero le han dado cita para noviembre y hasta entonces estará en un limbo entre la legalidad y la ilegalidad. Pero incluso en caso de que tuviera ya la residencia tampoco podría pedir el cheque-bebé, ya que no llegaría a los dos años que establece la ley.
Y entonces, ya se pueden ustedes imaginar que me cojo mi cabreo por no conseguir nada para mi hijo, y además llueve sobre mojado porque como ya expliqué en otro blog hace unos días tampoco he recibido nada del INEM por los 20 años que he trabajado en Uganda ya que me lo han denegado (incluso después del recurso de alzada que interpuse). Y entonces pienso: dónde está la igualdad y dónde está el trato de preferencia a los más desfavorecidos de los que presume el gobierno desde hace varios años. Porque, si se trata de igualdad, resulta que si el caso fuera a la inversa y yo fuera un hombre ugandés en situación irregular casado con una mujer española, entonces nuestro hijo sí podría recibir la ayuda. Al fin y al cabo la ayuda es para el bebé, pero en caso de matrimonio mixto el chiquito sí podrá recibirla si su madre es española (aunque su marido extranjero esté en situación irregular) pero no recibirá ni un céntimo para dodotis si es su madre la que entra en la categoría de “sin papeles”.
Y si se trata de dar prestaciones a los más desfavorecidos, pues resulta que, por ejemplo, unos marqueses que traigan al mundo un hermoso vástago y cuya exclusiva de fotos vendan después a alguna revista el corazón recibirán un dinero que ya verán ustedes la falta que les hace, mientras que una familia mileurista (o sin recursos) en la que el hombre haya cometido el error de enamorarse de una ilegal no recibirá nada. Ni un puto duro, como decían antes (cuando había duros de cinco pesetas).
Gracias a Dios, y a la familia y amigos tan buenos que tengo (y a algunas horillas extras que también me impiden estar más presente en este blog) a mi hijo Mungumiyo no le faltará nada de lo que necesite. Pero me duele que haya nacido como ciudadano de segunda. Tengo entendido que hay varios miles de familias en España en una situación muy parecida y entiendo su dolor por sentirse discriminadas.
Algún día, cuando Mungumiyo crezca y pueda entender, se lo explicaremos. Y, como además queremos que conozca Uganda, donde nació su madre, donde su padre dejó 20 hermosos años de su vida y donde tantos niños mueren antes de llegar al primer año por falta de todo, verá por él mismo cuántas injusticias hay en el mundo al que ha venido y cuántos esfuerzos quedan por hacer para que nunca haya ningún ser humano tratado de forma discriminatoria. Ni aquí ni allí.