Para acabar con el matrimonio infantil tenemos que hablar más alto, con una sola voz

5/06/2014 | Opinión

Tras una reunión con “Girls Not Brides” (Niñas, no Novias) el año pasado (2013), Graça Machel insta a la sociedad civil africana a unirse en sus esfuerzos para acabar con el matrimonio infantil: «para tener éxito en la erradicación del matrimonio infantil para el 2030, no debe haber ningún pueblo, ningún municipio, ningún rincón de este gran continente que no haya escuchado el mensaje de que el matrimonio infantil tiene que terminar.»

La sociedad civil de África tiene una gran debilidad: no nos damos cuenta de lo fuertes que somos.

En Johannesburgo, en noviembre pasado, un activista de Zambia nos preguntó al arzobispo Tutu y a mí sobre el compromiso de los líderes africanos para terminar con el matrimonio infantil en el África Subsahariana, donde más de un tercio de las niñas están casadas antes de cumplir 18 años, se trata de una pregunta muy válida. Sabemos que el matrimonio infantil perpetúa la pobreza. Sabemos que se pone a las niñas en riesgo de sufrir la violencia y se les niegan sus derechos. En muchos países de nuestra región ya es ilegal. Sin embargo, nuestros líderes políticos, religiosos y comunitarios se sienten poco dispuestos a hacer algo al respecto.

Seamos francos. Nuestros presidentes y primeros ministros son conocedores de que el problema de los matrimonios infantiles debe ser abordado, pero quieren ganar las elecciones. El deseo de permanecer en el poder significa que sólo escuchan las voces más altas y fuertes de la sociedad. Es nuestro trabajo, como ciudadanos, aplicar esa presión, la verdadera pregunta es cómo.

El arzobispo Tutu y yo estábamos en Johannesburgo para reunirnos con representantes de más de 90 organizaciones miembros de “Girls Not Brides”, que habían venido de toda África para compartir estrategias para acabar con el matrimonio infantil. Mi mensaje a este grupo vibrante y diverso era que no debían subestimar el poder de la gente. Por el momento, no estamos usando el poder que tenemos como ciudadanos para organizar, movilizar, y realmente presionar a nuestros líderes para impulsar este cambio social.

Yo sé que las organizaciones de la sociedad civil en sí mismas están demasiado acostumbradas a trabajar individualmente. No colaboran, entre sí lo suficiente y necesitan, primero, construir su propia identidad como organización y mostrar resultados a las entidades que las financian. Reconozco este problema, pero si realmente queremos que los líderes políticos escuchen nuestro mensaje, tenemos que hablar más alto, con una sola voz. Sólo cuando nos unamos y hagamos peticiones colectivas vamos a llegar a un punto en el que los que toman las decisiones no podrán ignorarnos.

Trabajar juntos también nos hace más eficaces. Un tema como el matrimonio infantil impacta sobre tantas áreas diferentes que es imposible abordarlo por sí solo. Tenemos que trabajar con los maestros para saber cómo les va a las niñas y ayudarlas a permanecer en la escuela, con el poder judicial y la policía para animarlos a cumplir y ejecutar las leyes contra el matrimonio infantil, con las organizaciones que educan a las niñas y las mujeres sobre salud sexual y reproductiva, poner en marcha programas de alfabetización y desarrollo y planes de microcréditos que permitan a las mujeres ganarse la vida independientemente de sus maridos. Tenemos que llegar a las organizaciones religiosas y a los líderes tradicionales y grupos de mujeres, participar en foros nacionales y regionales. Pensando estratégicamente acerca de cómo construimos estas asociaciones, es cuando realmente podremos ampliar este trabajo y presionar a nuestros gobiernos para que actúen.

No hay manera de que una persona sola pueda lograr un cambio a gran escala por muy brillantes que sean sus ideas y estrategias, éstas sólo podrán dar fruto si se trabaja con los demás. Los activistas y expertos que conocimos durante esa reunión de 2 días están haciendo un trabajo fantástico a nivel nacional y comunitario. Fue un privilegio formar parte del proceso de tenerlos a todos juntos y planificar los próximos pasos de este creciente movimiento.

De lo local a lo global

Si usted trabaja con una sola familia, ésta mirará a su alrededor y preguntará: ¿Qué van a pensar los vecinos si le doy a mis niñas una vida diferente a la de todas las demás? Pero cuando reúnes a las familias para hablar sobre los efectos nocivos de casar a sus niñas jóvenes y de los beneficios de retrasar el matrimonio, tendrán el valor de decir, de manera colectiva, que van a cambiar esta práctica.

Sólo cuando un grupo grande de personas abraza una causa y la hace propia, es cuando realmente se produce el cambio. Es por esto qué tenemos que ir, desde el nivel comunitario hasta el nacional, de lo subregional a lo global. Así es como el movimiento, para acabar con el matrimonio infantil, se hará más grande y más fuerte cada día. Nosotros haremos todo lo posible para amplificar las voces de los que están en las bases y dar visibilidad a su trabajo. Pero el verdadero trabajo duro lo hacen las personas de base.

Durante la reunión, el arzobispo Tutu nos dijo que cuando realmente se enfrentó al problema fue cuando pensó en sus propias nietas. Se le ocurrió que si éstas hubieran nacido en otro lugar podrían, quizás, estar ya casadas. El cambio que queremos sucederá de esta forma, una persona cualquiera comenzará a ver el matrimonio infantil como una afrenta a su dignidad y luego otra y otra.

Graça Machel

The Elders

Nota de Fundación Sur: publicamos este artículo, escrito por la Sra. Machel en enero de 2013, como complemento al lanzamiento por la Unión Africana, en fechas recientes, de la campaña #EndChildMarriage.

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