Carta de una madre camerunesa

29/04/2014 | Opinión

La Sra. Josefa Kileba perdió la custodia de sus dos hijos hace16 años. Ahora le pide al Ministerio de Asuntos Sociales que se los devuelva.

Me llamo Josepha KILEBA y soy una humilde y anónima camerunesa. Soy madre. Yo diría que al igual que muchas otras, pero por desgracia, no. Soy una madre a quien en 1998 le quitaron sus hijos (un niño de 3 años y una niña de un año de edad). Mi hija y mi hijo no me fueron arrebatados, como se podría pensar al leer estas palabras, por bandidos o estafadores sin escrúpulos. A mis hijos me los quitó el estado de Camerún, mi país, hace ya 16 años. Pobre camerunesa, maltratada por la vida, y que, en última instancia, recurrió a la protección del Estado.

Yo no sabía cuándo llamé a esa puerta que esa misma puerta se cerraría después dejándome a mí en un lado y a mis hijos en el otro.

Atravesé esa puerta en 1998 para proteger a mis hijos. Al no tener dinero, yo sólo tenía una obsesión: evitar a mis hijos la situación de indigencia en la que yo me encontraba.

En primer lugar me dirigí a la que yo creía una amiga y que dirigía una guardería. Ella trató de aprovecharse de mi angustia para vender a mis niños a parejas que quieren adoptar. Esta «amiga» se tomó muy a mal mi oposición feroz y se deshizo de mí enviándome al Centro de Acogida de Niños Necesitados (ACCD) de Obobogo en Yaundé, centro que está bajo la tutela de la Delegación Regional de Asuntos Sociales.

Al principio, las cosas iban tan bien como era posible, dadas las circunstancias, yo trabajaba, voluntariamente, limpiando en el ACCD con el fin de poder pasar tanto tiempo como fuera posible junto a mis hijos. El resto del tiempo lo dedicaba a pequeñas actividades que me pudieran proporcionar algún ingreso, lo que eventualmente debería permitirme ofrecer un nuevo hogar a mis hijos. De repente de un día para otro, una noche, se me prohíbe el acceso a la ACCD. Siempre recordaré ese día en el que después de haberme arrastrado por la fuerza, fuera de las puertas, la directora me tiró al suelo. Yo me quedé ahí tirada llorando durante horas preguntándome de qué delito se me acusaba.

¿Fue un crimen negarme a abandonar a mis hijos?

En mi corazón, yo seguía teniendo confianza en el Estado y en las personas de buena voluntad.

De todos modos, yo no me resignaba a perder a mis hijos. Día tras día, sin jamás perder la esperanza acometía todas las empresas imaginables.
Escribí a todos los primeros ministros a todos los ministros de relaciones sociales a todos los hombres influyentes, etc. Pensé que iba a encontrar por lo menos uno que salvara el honor de todos los demás.

Así que después de 16 años de amarga lucha os escribo.
16 años sin poder ver a mis hijos me han dejado vacía por dentro.
16 años de lucha para poder ver a mis hijos me han agotado.

Pero el grito ahogado que he llevado conmigo durante todo este tiempo finalmente ha encontrado la fuerza y la forma de llegar a vosotros, aunque yo ya esté al borde del desaliento.

Porque es a vosotros, gente de Camerún, a quien yo escribo.

En el nombre de Dios, de vuestros hijos, de la humanidad que se encuentra dentro de cada uno de vosotros como padre, madre, hijo o hija, os ruego que me ayudéis a encontrar a mis hijos. Vosotros sois, después del Todopoderoso, mi último recurso.

No encuentro las palabras para describiros el dolor que siento como madre. Pero ahora que este grito os ha llegado a vosotros, el pueblo camerunés, sé que con vuestra ayuda los voy a encontrar.

Mi hija y mi hijo necesitan a su madre y su madre se está muriendo sin ellos.

Cameroon Web News

Traducción, Mercedes Sánchez

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