Ruanda, instrumentalización del genocidio e inercia internacional

3/04/2014 | Opinión

Sería difícil comprender la instrumentalización del genocidio por parte de las autoridades ruandesas sin recordar la respuesta de la comunidad internacional ante las masacres.

Frente a la tragedia que se vive en Ruanda desde abril de 1994, la comunidad internacional no reaccionará, tal y como Kofi Annan reconocía cuando confesó que en el momento en que los ruandeses más necesitaban, la comunidad internacional no acudió en su ayuda. El mismo año, Bill Clinton, presidente de los EEUU, entonó también el mea culpa, haciendo un llamamiento a que todas las naciones cargaran con su parte de responsabilidad en la tragedia.

Evidentemente, estas excusas eran necesarias e indispensables. El genocidio es la forma más insoportable de criminalidad a la que tiene que enfrentarse la humanidad. El crimen de genocidio, establecido tras la 2ª guerra mundial es calificado como tal por la ONU. En 1994, una ONU inerte se pregunta si las masacres ruandesas deben calificarse de genocidio, mientras las matanzas se generalizan. Francia y Bélgica tardarán años en pedir perdón y en reconocer sus responsabilidades. Este recuerdo del arrepentimiento internacional permite comprender las razones por las que el genocidio y el horror de las masacres pueda ser instrumentalizados por las autoridades ruandesas, para desviar cualquier acusación en su contra.

Durante la segunda mitad de los años 1990, Ruanda es acusada de atentar contra la integridad territorial del Congo para acaparar sus riquezas naturales. Frente a estas acusaciones, las autoridades ruandesas afirmarán que su presencia en RDCongo tiene como única finalidad combatir a los extremistas hutu que han encontrado refugio en el Congo y amenazan la seguridad de Ruanda. Kagame no reconocerá nunca que el objetivo era derrocar a Mobutu en 1996 y a Laurent Kabila en 1998.

Los conflictos en RDCongo causarán numerosas víctimas, ante la casi total indiferencia de la comunidad internacional, aunque algunas potencias tratará, sin éxito, de potenciar el diálogo. Habrá que esperar a 2012 para que la ONU acuse formalmente a Ruanda de apoyar las rebeliones del este del Congo. La reacción de Ruanda ante los informes onusianos es que “algunos medios hablan de que hay que matar a los tutsi; lo que nos recuerda la retórica del 1994 de antes del genocidio”. Se trata de una argumentario recurrente que permite al régimen ruandés defenderse.

En 2006, el magistrado instructor Jean-Louis Bruguière emite nueve mandatos de arresto internacional contra personas cercanas al presidente Kagame, tras realizar una investigación sobre el atentado del 6 de abril de 1994 contra el avión, tripulado por personal francés, del presidente Habyarimana. La respuesta ruandesa es inmediata: ruptura de relaciones diplomáticas. El apoyo francés al presidente asesinado y la implicación francesa en el genocidio lo explicarían todo.

En definitiva, la inacción culpable en 1994 de esta comunidad internacional ha facilitado la estrategia de instrumentalización del genocidio que ha funcionado perfectamente durante estas dos décadas. Sin embargo, esta estrategia comienza a perder eficacia. La Imagen de Ruanda en la escena internacional ha quedado empañada con los apoyos ruandeses a las rebeliones en el Congo. Lentamente, la comunidad internacional ha decidido dejar de cerrar los ojos. El mejor aliado de Kagame, los EEUU, ha ido emitiendo progresivamente sus mensajes llenos de inquietud y sus críticas al régimen ruandés

Catherine Keza

jambonews.net

[Traducción, Ramón Arozarena]

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