Recolectores de basuras: con la dignidad como bandera

1/04/2014 | Opinión

Por Marta Carreño,

Según datos del Banco Mundial, unos 15 millones de personas viven y trabajan en las basuras. Entre ellos, los más vulnerables son las mujeres y los niños.

Los recolectores y recicladores de basuras son, normalmente, los más pobres entre los pobres; un colectivo víctima de los prejuicios sociales, que ha de soportar el menosprecio, la marginación y los abusos. Migrantes que se han trasladado a las ciudades en busca de una vida mejor y terminan hacinados en barrios marginales carentes de los servicios más básicos. Viudas y ancianos sin recursos, discapacitados y niños. Familias enteras que, durante generaciones, no han conocido otro mundo que el de los desperdicios que les rodean.

Además, por sus condiciones laborales, estos trabajadores son más vulnerables a las enfermedades infecciosas derivadas de su exposición constante a materiales y productos peligrosos, y a lesiones en las manos, piernas y espalda.

Pero los recicladores y recolectores empiezan a ser también reconocidos por sus aportaciones a las comunidades en las que llevan a cabo sus trabajos: ahorran gastos a las municipalidades y contribuyen a la limpieza en ciudades donde el presupuesto para esta partida es casi inexistente. Recolectan la basura, la separan y la reciclan. Además, como veremos en nuestro ¡Así Actuamos!, han comenzado a organizarse y a convencer de que su trabajo entre las basuras es una ocupación tan digna como cualquier otra, que les permite ganarse el sustento.

Akouedo en Costa de Marfil: Comunidad comprometida

Akouedo es un barrio de las afueras de Abidjan, capital de Costa de Marfil, donde se encuentra el mayor centro de recogida de basuras del oeste de África. En este inhóspito lugar, donde el ambiente se hace irrespirable, trabajan multitud de niños de entre 5 y 15 años, abocados a una vida miserable sin ningún futuro y expuestos al sida, a los abusos y a la prostitución. El trabajo de estos niños consiste en escalar las montañas de inmundicias en búsqueda de materiales reciclables. La escuela no es, para la mayoría de ellos, más que ese lugar al que no pueden asistir, pues sus largas jornadas de trabajo se lo impiden…

Fueron los propios miembros de la comunidad de la zona quienes, incapaces de dar la espalda a tamaña injusticia, se asociaron para trabajar en favor de estos pequeños. Tras conseguir un terreno, construyeron un centro al que asisten 89 niños que, además de educación reciben alimentos y atención médica. Una vez formados, se pretende su integración en el mundo del trabajo bien por medio de una colocación como aprendices en algún taller, bien dotándoles de un fondo con el que montar una pequeña empresa. Actualmente hay 10 chicos que están colocados en talleres (entre ellos, una chica que es mecánica). También realizan sesiones de animación y sensibilización para adultos y labores de presión al Gobierno e instituciones internacionales, para poner fin a este tipo de situaciones. Manos Unidas ha colaborado en la ampliación del centro con un hangar y dos aulas, así como en la adquisición de equipamiento y en el apoyo de sus actividades durante un año.

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Marta Isabel González Álvarez

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