La nueva y privatizada ciudad africana anuncia un clima como el del apartheid

25/02/2014 | Opinión

El Eko Atlantic de Nigeria augura que los más ricos explotarán la crisis del cambio climático para aumentar las desigualdades y consolidar sus pactos.

Se trata de un espectáculo digno de contemplar. Cerca de Lagos, en la costa de Nigeria, está emergiendo una isla artificial del mar. La base de esta isla, hecha con arena dragada del fondo del océano, se extiende a lo largo de 10 kilómetros. Los videos promocionales describen lo que está por venir: una ciudad con edificios en auge, viviendas para 250.000 personas y un bulevar central que imita a los Campos Elíseos y a la Quinta Avenida de Nueva York. Construida con fondos privados, también contará con agua, transporte público, alcantarillado y seguridad administrados con fondos privados. Será el «futuro Hong Kong de África», anticipa el director del Banco Mundial de Nigeria.

Bienvenido a Eko Atlantic, una ciudad «cuyo propósito», según los promotores, es «detener la invasión del mar». Como muchos otros países costeros africanos, Nigeria se ha visto directamente afectada por el aumento del nivel del mar, que en ocasiones ha llegado a arrasar miles de casas. Para defenderse de esta erosión de la costa, así como de las inundaciones, la ciudad está rodeada por «el Gran Muro de Lagos», una barrera de 100.000 bloques de cemento de 5 toneladas. Eki Atlantic será una «ciudad sostenible, limpia, eficiente energéticamente y con emisiones de carbono mínimas», que ofrecerá trabajo, prosperidad y una nueva tierra para los Nigerianos, lo que supondrá un apoyo en la lucha contra el impacto del cambio climático.
Al menos esa es la versión oficial. Otros hechos sugieren que esta «reluciente ciudad» será una amenaza para la gran mayoría. En la congestionada ciudad de Lagos, la más grande de África, hay muy poco empleo y muchos trabajan y escarban en una economía desesperante e informal. El 60% de la población de Nigeria, aproximadamente 100 de los 170 millones de personas, viven con menos de un dólar cada día. Enfermedades que podrían prevenirse se expanden, y la electricidad y el agua potable son difíciles de obtener. A pocos kilómetros de la línea costera de Lagos, los Nigerianos se ganan la vida en el barrio acuático de Makoko, construido de manera precaria sobre pilares en el mar. El gobierno, acusándolas de ser zonas con altos índices de criminalidad, desmantela periódicamente dichas barriadas, derribando casas y desalojando a miles de personas. Estas difícilmente podrán permitirse el elevado precio por metro cuadrado en Eko Atlantic.

Los que están detrás de este proyecto, dos hermanos libaneses con conexiones políticas que dirigen el imperio conocido como Chagoury Group, así como una gran cantidad de bancos africanos e internacionales, sugieren otra visión sobre a quien está dirigido el proyecto.

Gilbert Chaougry colaboró estrechamente con la famosa dictadura de Nigeria de mitad de los 90 y ayudó a uno de los personajes más corruptos, el general Sani Abacha, mientras que este robaba miles de millones de las arcas públicas. Abacha asesinó a cientos de activistas y ejecutó al ecologista Ken Saro-Wiwa, quien saltó a la fama por protestar contra el despilfarro que realizaron Shell y otras compañías petroleras multinacionales. Por lo tanto, el proyecto es muy apropiado para quien va a ocupar el primer edificio de 15 pisos en Eko Atlantic: una compañía de gas y de petróleo británica. La nueva ciudad, que propone atajar la devastación medioambiental, estará poblada en primer lugar por aquellos que sean más respetuosos con el medioambiente.

La verdadera inspiración del Eko Atlantic no proviene de estos hombres sino del sueño de un capitalismo desenfrenado, alimentado por una exitosa campaña global que tardó treinta años en recuperar los beneficios de la seguridad social y eliminar la regulación de las empresas; lo que ahora conocemos como neoliberalismo. En Nigeria, la riqueza petrolífera saqueada por la élite militar ha provocado desigualdades extremas y ha afectado a la economía. Bajo las normas neoliberales del FMI, la situación empeoró: la educación y la asistencia sanitaria fueron destripadas, las industrias privatizadas, y los agricultores arruinados por la entrada de productos occidentales en sus mercados. El Banco Mundial felicitaba a Nigeria mientras que la pobreza extrema se duplicaba. El ejemplo más evidente de cómo el poder del Estado nigeriano se volcó en los intereses de los ricos tuvo lugar en 1990: todo un distrito de Lagos, con 300.000 hogares, fue arrasado para abrir camino al desarrollo inmobiliario de alto nivel.
Al abrazar esta desigualdad como el verdadero motor de crecimiento, las élites en Nigeria y de otros lugares han revivido algunas de las formas más extremas de segregación colonial y de ocio millonario y exclusivo. Hoy en día, las boutiques no pueden seguir el ritmo de los millonarios nigerianos que compran coches de lujo y yates para atracarlos en la ciudad marina de Eko Atlantic. Mientras tanto, miles de personas que viven en las comunidades a lo largo de la costa saben que la nueva ciudad provocará emigración y no prosperidad, dice el activista ecológico Nnimmo Bassey. Para salirse con la suya, los inversores, con el apoyo de la industria y de los políticos, han pisoteado el proceso de evaluación ambiental del país. «La construcción de la ciudad Eko Atlantic es contraria a cualquier planteamiento serio sobre el cambio climático y el agotamiento de los recursos», explica.

Los ricos y poderosos podrían tomarse el cambio climático en serio: no como una exigencia para modificar su comportamiento o cuestionar la economía mundial, dominada por combustibles fósiles, sino como la mayor oportunidad para hacer realidad sus sueños de acumulación y de consumo desenfrenado.

Los capitalistas que están detrás del proyecto Eko Atlantic se han aprovechado del cambio climático para impulsar sus planes y construir la ciudad de sus sueños, un insulto arquitectónico a las circunstancias diarias de los nigerianos. Los pobres criminalizados y abandonados fuera de las murallas sirvieron en aquel momento de excusa para construirla y fortificarla y, ahora, se enfrentan además a la amenaza del cambio climático.

Eko Atlantic es donde podemos empezar a ver el futuro, una visión de enclaves ecológicos privatizados para los más ricos rodeada de barrios pobres que carecen de agua o electricidad, en el que la población excedente lucha por unos recursos limitados y por un refugio para defenderse de las próximas inundaciones y tormentas. Protegidos por guardias, armas y precios inmobiliarios insuperables, los ricos se escudarán de la creciente marea de pobreza y de la subida del nivel del mar. Un mundo en el que los ricos y poderosos explotan la crisis ecológica global para ampliar y afianzar las desigualdades ya extremas y consolidar así sus proyectos – se trata de un apartheid climático.

Prepárense para que la élite utilice el cambio climático, como nunca antes, para transformar barrios, ciudades e incluso naciones enteras en islas fortificadas. Ya en todo el mundo, desde Afganistán hasta Arizona, de China a El Cairo y, en crecientes mega ciudades como la de Lagos, todos los que pueden se están trasladando a zonas en las que encuentren una vida mejor con más espacios verdes, con mejores transportes, tecnologías renovables, edificios y servicios ecológicos. En Sao Paulo, Brasil, los más ricos, que se desplazaban por encima de la ciudad congestionada con una flota de cientos de helicópteros, se han desvinculado de la vida urbana, tratando de escapar de un destino común.

En lugares como Eko Atlantic, la separación, una secesión social y moral de los ricos, se hará realidad. Esta utopía de consumo voraz e indefinido, que rechaza cualquier intento de esfuerzo y preocupación colectivos, es simplemente incompatible con la supervivencia humana. Pero en un momento en el que lo que hace falta es enfrentarse a una economía y a una ideología que están acabando con los recursos del planeta, esto es lo que la imaginación neoliberal nos ofrece: un monumento grotesco para liberar a los más ricos de cualquier responsabilidad.

Encontramos, sin embargo, algunas alternativas, como la que se propuso para el barrio de Makoko, el hogar de un cuarto de millón de nigerianos (el mismo número que pretende habitar la nueva ciudad Eko Atlantic). El arquitecto nigeriano Kunle Adeyemi ha diseñado un conjunto de asentamientos flotantes donde ya se ha construido un colegio, el segundo que ha tenido Makoko en su historia. Estas estructuras flotantes, fabricadas con madera de bajo coste y boyas de plásticos reciclables, tienes paneles solares, techos inclinados para la recogida del agua de la lluvia y un conjunto de aseos para solucionar las graves necesidades sanitarias.

Nnimmo Bassey opina que los asentamientos flotantes son la mejor solución para promover el desarrollo sostenible de las comunidades más desatendidas de Nigeria. «Se trata de una estructura respetuosa con el medio ambiente, fácil de copiar y de adaptarse al estilo de vida de las personas y sensible con los retos del aumento del nivel del mar», explica. «Ayudaría a crear lo que necesitamos: comunidades para las personas y no comunidades valladas anti personas».
Este proyecto tiene un objetivo muy distinto: debemos compartir en vez de acumular; reducir las desigualdades, en vez de aumentarlas; y promover la adaptación de todo el mundo, en vez de que unos pocos se separen. Que las necesidades de los más vulnerables y no las de los más ricos empiecen a ser el punto de partida de cualquier esfuerzo que busque verdaderamente acabar con la crisis climática.
Las alternativas sobre Lagos nos enfrentan a todos. Mientras que no somos la primera civilización en la que la élite se ha mostrado totalmente indiferente ante la colectividad y la supervivencia ecológica, sí que depende de nosotros ser la última.

Martin Lukacs

Sigue a Martin en twitter: @Martin_Lukacs

The Guardian

Traducido por Mercedes Negueruela

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