Ol-lie David Levi es un autodidacta formado en la “universidad de la calle”. Basándose en su experiencia personal bastante dolorosa, se ha servido de ella para que sea un trampolín. Que le ayude a librar de los mismos sufrimientos a otros chicos de la calle. Él fue abandonado a los 7 años en la calle. Después de quince años de rodaje, decidió crear un asociación de niños y jóvenes de la calle.
LA SITUACIÓN EN KINSHASA
En las dos últimas décadas, se observa una explosión del número de jóvenes y de niños que “sobreviven” en las calles de las ciudades de la Rep. Dem. Del Congo, sobre todo en la capital Kinshasa. Unos son huérfanos, otros “niños-brujos” expulsados por sus familias, que temen sus hechizos y maleficios. Estos grupos de adolescentes constituyen una realidad social que no se puede ignorar. Los “chegués”- como son llamados en la RDC, – viven del robo, la rapiña, la basura, que alternan con estancias más o menos largas en prisión, donde reciben palizas…
A través de su asociación, David pretende darles un lugar decente en la sociedad.
PLAN DE ACCIÓN
Este proyecto pretende que estos muchachos se lancen a actividades generadoras de ingresos. No se trata sólo de une formación escolar tradicional, sino de iniciarlos en pequeños oficios y trabajos remunerados. Es importante la acogida de estos chicos en el centro y el cuidado de su salud, mediante exámenes y chequeo en el hospital, pues muchos traen enfermedades sin tratar…Los mayores son iniciados en trabajos, que pueden ayudarles a sufragar sus gastos con vistas a independizarse y salir del ambiente de la calle.
Las autoridades municipales han reconocido la labor de David y han firmado un contrato con la Asociación para sanear el ambiente de las calles, con más vigilancia de los agentes de seguridad. Los jóvenes contribuyen con la limpieza de las calles de la capital, trabajo retribuido por el ayuntamiento.
DIMENSIÓN “HARUBUNTU” DE DAVID
La fuerte personalidad de David, simboliza el cambio de mirada sobre si mismo. Autoestima que él sabe comunicar a los demás. Él ha sabido vencer sus propios límites, ha conseguido llegar a las metas que se iba proponiendo y una vez conquistado su lugar en la sociedad, ha sabido convencer a los otros jóvenes que es posible cambiar. Que nadie es víctima de la fatalidad. He aquí su testimonio sobre su trabajo: “En cada ocasión en que uno debe pararse para encarar el miedo de frente, se ganan nuevas fuerzas, coraje y confianza. Así consigue uno realizar cosas que a primera vista parecen imposibles.”
Desde luego, el secreto del cambio consiste en concentrar toda nuestra energía para crear algo nuevo y no pasar el tiempo luchando contra lo antiguo.