El arzobispo de Bangui, trabajador incansable por la paz, por José carlos Rodíguez Soto

5/03/2013 | Bitácora africana

“No puedo verte ahora, tengo una reunión con el arzobispo”. Cuando el pasado 22 de febrero intenté, por enésima vez y sin éxito, sentarme diez minutos con mi jefe en la oficina de Naciones Unidas en la capital de la República Centroafricana, por lo menos su excusa me convenció. Al salir al recinto allí estaba el joven prelado, de 45 años, Dieudonné Nzapalainga, .saludando a una delegación de la ONU venida de Nueva York para evaluar la situación en el terreno. El arzobispo no había venido solo. Con él estaba el Imam de la comunidad islámica en Bangui y el presidente de la federación de Iglesias Protestantes. Los tres han formado un grupo que trabaja por la paz y que durante los últimos meses han conseguido por lo menos dos cosas: suavizar las posiciones de los más duros (tanto en el gobierno como entre los rebeldes de la Seleka) y mantener alta la moral de la población para que no caigan en la desesperación.

Tuve la suerte de hablar con monseñor Nzapalainga hace un par de semanas durante casi una hora, y aproveché sus declaraciones para escribir una entrevista que pueden ustedes encontrar en el último número de Vida Nueva Me sorprendió su lucidez de análisis de la situación y la calma que transmitía. En una sociedad, como la centroafricana, desgarrada por una sucesión interminable de golpes de Estado, motines y rebeliones, es importante contar con personalidades como él. A menudo pienso que la historia de, por ejemplo, India o de Sudáfrica habría sido muy distinta si no hubieran contado con figuras como un Gandhi o un Mandela. En la República Centroafricana la Iglesia Católica no ha contado hasta ahora con figuras muy destacadas debido al que ha estado muy condicionada por dos circunstancias: la primera, el hecho de que hasta hace muy poco casi todos los obispos eran misioneros europeos, y eso, en una sociedad como la centroafricana con sentimientos anti-coloniales aún muy a flor de piel, condiciona mucho lo que puedan decir. Y la segunda, la situación de desorden que se ha vivido entre una gran parte del clero, con muchos casos de corrupción y comportamientos poco edificantes. En 2009 el Vaticano se vio obligado a destituir al entonces arzobispo de Bangui (Paulino Pomodimo) y al Obispo de Bossangoa, que era entonces el presidente de la conferencia episcopal. En Julio del año pasado, con la consagración de cuatro nuevos obispos –todos ellos africanos y bastante jóvenes- las aguas parecen haberse calmado bastante y la Iglesia se afianza cada vez más como una institución respetable y bien situada para hacer de mediadora.

Monseñor Nzapalainga, que es misionero espirituano y que tiene una cabeza muy bien amueblada teológicamente, publicó al comienzo de esta Cuaresma una carta pastoral que no tiene desperdicio y que ha sido muy comentada en las radios del país. A mí, que siempre he pensado que comparar no es odioso, me parece que en España sería muy raro que una carta de Cuaresma de un obispo tuviera una gran influencia en la opinión pública, ya sea por la hostilidad contra todo lo religioso que se vive en bastantes medios, o porque por desgracia no faltan monseñores que cuando abren la boca dicen exabruptos fuera de lugar que hacen que uno piense que habría sido mejor que se quedaran calladitos. Pero yendo a nuestro tema, la carta pastoral del arzobispo de Bangui se titula “No endurezcáis vuestro corazón” y no tiene desperdicio. Tiene partes de una gran hondura espiritual sobre el significado de la Cuaresma, el misterio pascual o la relevancia de la pascua judía para los cristianos. Yo voy a limitarme a destacar algunos puntos de su mensaje central, en el que Nzapainga pone el dedo en la llaga al subrayar que en el país la gente reza mucho, muchísimo, para recordar a renglón seguido las palabras de Isaías: “Este pueblo me honra con sus labios pero su corazón está lejos de mí”. Estos son los aspectos de la vida pública en la que denuncia la hipocresía religiosa y la dureza de corazón que se vive día a día, sobre todo entre los que tienen más poder:

• En el plano social, se vive “una búsqueda desenfrenada del dinero, hay una cultura de la ganancia rápida que fomenta comportamientos desastrosos: desvío de fondos públicos, prostitución, saqueos, corrupción…”

• En el plano de la gestión de la vida pública: “el mal gobierno sigue siendo una realidad, la tendencia a concentrar la riqueza del país en las manos de una minoría que despilfarra sin importarle que la mayoría del pueblo languidece en la miseria. El tribalismo como criterio de selección para acceder a un empleo solo puede provocar más y más frustraciones”.

• Sobre la ética del trabajo, “el absentismo y el ocio en las oficinas públicas es un mal que debe ser denunciado con fuerza. Montañas de documentación pasan meses o años encima de mesas de despacho esperando una simple firma. ¿Cómo pensáis que un país se vaya a desarrollar si las personas que tienen una responsabilidad en la vida pública se marchan sistemáticamente de sus oficinas antes de que termine su horario de trabajo?”

• Sobre el desarrollo del país, “basta mirar el desastroso estado de nuestras carreteras… la reparación de un puente se convierte en una empresa eterna que obliga a desviar el tráfico por barriadas donde la polvareda que se levanta tiene efectos desastrosos sobre la salud pública de los más débiles”.

• Sobre la administración de la justicia: “¿cómo es posible que la mayor parte de los casos se eternicen, o que los jueces den siempre veredictos favorables a la parte que ofrezca más dinero, favoreciendo así la más absoluta impunidad?”

• Sobre los servicios de salud pública, “cada día, en nuestros hospitales, somos testigos de auténticas tragedias… A menos que la familia del paciente conozca a alguien que trabaje en el hospital o pueda ofrecer una buena suma de dinero, casi nadie recibe el tratamiento adecuado”.

• Sobre la política: “La usurpación de la soberanía popular por medio de un golpe de Estado o por cualquier otro medio es un crimen de lesa humanidad contra el pueblo centroafricano”. “Nuestro pueblo no quiere nunca más el espectro de la guerra. La euforia que siguió a la firma de los acuerdos de paz de Libreville (el pasado 11 de enero) es la expresión de una voluntad nacional que desea que desaparezca la guerra de nuestro suelo… Invitamos a las partes firmantes de este acuerdo a no endurecer sus corazones, así como a respetar, y hacer respetar, los acuerdos”.

Original en : En Clave de África

Autor

  • (Madrid, 1960). Ex-Sacerdote Misionero Comboniano. Es licenciado en Teología (Kampala, Uganda) y en Periodismo (Universidad Complutense).

    Ha trabajado en Uganda de 1984 a 1987 y desde 1991, todos estos 17 años, los ha pasado en Acholiland (norte de Uganda), siempre en tiempo de guerra. Ha participado activamente en conversaciones de mediación con las guerrillas del norte de Uganda y en comisiones de Justicia y Paz. Actualmente trabaja para caritas

    Entre sus cargos periodísticos columnista de la publicación semanal Ugandan Observer , director de la revista Leadership, trabajó en la ONGD Red Deporte y Cooperación

    Actualmente escribe en el blog "En clave de África" y trabaja para Nciones Unidas en la República Centroafricana

Más artículos de Rodríguez Soto, José Carlos