La lengua elegida no es baladí por Simon Pierre Talula

20/02/2013 | Bitácora africana

África es el único continente que no tiene ningún poder en la ONU, la Organización que dice representar al mundo. Ninguno de sus 53 países es miembro del Consejo de Seguridad, y por lo tanto, no puede vetar ninguna agresión en su zona; tampoco tienen armas nucleares con las que intimidar si deciden atacarla en nombre la Comunicad Internacional. Por lo visto, el deber de protegernos depende de la buena voluntad de EE.UU, y de antiguos Imperios como Francia, con todo lo que esto supone. De nada sirve que la Asamblea General esté poblada de diplomáticos africanos, todos sabemos que a la hora de repartir el tinglado no cortan ni pinchan, si me permiten la expresión.
Por no tener, no tenemos casi ni voz, pues el 80% de nuestros líderes políticos sólo son escuchados como tal si hablan en idiomas extranjeros como el francés o el inglés o portugués, obligando a un porcentaje importante del mundo a aprender un idioma ajeno para reivindicar su existencia. Un aprendizaje que dista de ser totalmente eficaz, pues ha conseguido que la gente sea semi-analfabeta, eso sí, en varios idiomas a la vez. El paraíso del multilingüismo. Sentir en un idioma, para estudiar y configurar el mundo en otro. Hace falta vivirlo para comprender.

Recuerdo que en 2010, con el motivo del Año de los Afrodescientes, la propia ONU animaba a los africanos y su diáspora por todo el mundo a participar en un concurso cuyo premio consistía en una flamante visita a Ginebra, por eso de acercar el poder al populacho, digo, pueblo. Nos invitaban a escribir una carta explicando nuestras motivaciones pero… sólo en un perfecto inglés. Me imaginé a mis hermanos escribiendo desde China, Brasil o desde Gabón. Y eso que la ONU tiene 6 idiomas oficiales… Me abstuve.

Tener un idioma propio es un asunto que hoy en día parece casi un capricho de algunos melancólicos, de gente que no parece aceptar que lo que conecta el mundo es el inglés, la lingua franca. Así pues, parece lógico pensar que a los africanos nos beneficia el estudiar desde Primaria en inglés, o en su defecto menos justificado, en francés. Todo ello en pro de un mundo globalizado, multicultural y multilingüe. No importa no llegar a sentirse nunca nativo de ese idioma, no.

Estarán conmigo si digo que no es lo mismo que la lengua de la escuela y la casa coincidan a que vayan en dos códigos. Siempre cuesta más, y no es necesario. Porque la lengua materna existe para algo, condiciona lo que se llama la competencia léxica natural, o sea, la facultad de captar, reconocer y usar nuestro idioma con todos sus registros y matices.

En nuestro caso, la multiplicidad de idiomas locales y falta de políticas lingüística a largo plazo no ayudan nada, a pesar de casos como swahili, el lingala, el wolof, el haussa, o el bámbara, ahora que Malí está de moda. Ninguno oficial en la ONU.

Como proyecto de traductor, hijo de los movimientos migratorios y chapurreante de 2 idiomas africanos incompletamente maternos, sé de qué hablo. Negarnos el derecho a formarnos en el idioma más cercano -aquel con el que nacemos- es casi un crimen contra nosotros mismos, además de disminuir las posibilidades de éxito escolar, profesional y cultural.

Para aquellos que hemos nacido en familias inter- nacionales/culturales/lingüísticas (elijan a su gusto), sabemos que el bilingüismo perfecto no existe. Por mucho que podamos hablar, expresarnos, leer en chino mandarín, siempre preferiremos hacerlo en nuestro idioma; porque nos sentimos más cómodos, y porque nos entra más fácilmente, entendemos mejor. Y puede que resulte contraglobalizador, pero es un derecho, lo mínimo posible: una voz propia.

En ocasiones cruciales, nuestro dominio del idioma diplomático elegido puede determinar que haya (o no) casus belli. Y es que la lengua nunca fue ni será asunto baladí.

Autor

  • Talula, Simon Pierre

    Hijo de madre camerunesa y padre congoleño, he pasado la mayor parte de mi vida en España, especialmente en Santander, donde transcurrió
    parte de mi infancia, razón por la cual me suelo definir sin más como 'afrocántabro'. Soy Licenciado en Traducción e Interpretación y en
    Comunicación Audiovisual por la UPV/EHU.

    Interesado en las Relaciones Internacionales y en el lugar de África dentro de ellas a partir de la
    Guerra Fría y especialmente después de ella; amante de la lengua y del periodismo con repercusiones sociales, soy también un apasionado lector y curioso por la historia y la cultura africana y de su diáspora en lugares remotos y menos remotos del mundo.

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