A finales de 2012 la editorial Aguilar publicó en español la autobiografía de la liberiana Leyman Gbowee, una de las mujeres africanas que fue premio Nobel de la paz en 2011. “Un sueño de paz”, es un libro escrito en primera persona impresionante y sobrecogedor. Es memoria de las peores atrocidades que puede cometer la humanidad. Es un testimonio estimulante de la lucha de una mujer por cambiar su destino y el de su pueblo. Nos hace ver la fuerza del poder de las mujeres para mantener viva la esperanza. Nos habla de mujeres que supieron ponerse de pie, decir “basta” y luchar para que volviera la paz a un país devastado por años de guerra. Un libro que, como dice Desmond Tutu, “nos recuerda que incluso en los peores momentos, sale a la luz lo mejor de la humanidad”. Es la historia de una mujer africana que supo movilizar a las mujeres, más allá de divisiones étnicas o religiosas para contribuir a que terminara la más cruel de las guerras que ha conocido Liberia.
Un mundo que se derrumba y rompe sueños. Las primeras páginas de la autobiografía de Leyman hablan de la familia Gbowee. Sus padres Leyman no pertenecían a la élite liberiana, habían nacido en una de las zonas rurales de población indígena pobre. Muy niños, habían sido acogidos por familias que a cambio de trabajo les permitieron recibir una formación. Supieron aprovechar las circunstancias y encontrar un trabajo. Fueron mejorando poco a poco su condición social y, gracias a su esfuerzo, consiguieron una posición acomodada. Sus hijas pudieron recibir una buena formación escolar. Leyman nos cuenta que a los diecisiete años, terminó su formación secundaria y se graduó. Soñaba con ir a la universidad, ser médico, casarse. Ante ella un futuro liso y abierto: “Tenía el mundo a mis pies. Comunidad. Contactos. Confianza en mí misma. Un futuro prometedor. Grandes planes. En menos de seis meses no quedaría nada”. La extrema violencia entre rebeldes y soldados del gobierno de Doe, sumergió a Liberia en la violencia y el caos. Taylor, antiguo ministro y hombre de confiadaza del dictador Doe, primer presidente indígena que había llegado al poder con un golpe de estado, invadió el país desde Costa de Marfil. Tanto las fuerzas de Taylor como las de Prince Jonson llegaron a pocas millas de Monrovia. Conforme avanzaban cortaban el teléfono, la electricidad y el agua y bloqueaban las rutas de huida a Sierra Leona. Asesinatos, violaciones, huidas masivas. Un infierno del que todos intentaban escapar como podían. Gracias a los contactos del padre, Leyman y sus cuatro hermanas con su madre pudieron escapar a Ghana. En 1991, dos años después, cuando las tropas de paz ECOMOG entraron en Monrovia, se formó un nuevo gobierno provisional y se terminaron los enfrentamientos, Leyman suplicó a su madre que la dejase volver a Liberia.
Bajada a los infiernos, reacción y trabajo por la Paz. La destrucción y el vacío que Leyman encontró le produjeron un gran trauma y desorientación. Buscando seguridad se encontró atrapada en una relación con la que tuvo cuatro hijos. Sufrió violencia domestica, hasta el punto de hacerla perder la autoestima y hacerle caer un una depresión, “Había caído más bajo de lo que jamás habría creído poder caer. La hija guapa y lista de Gbowee, la estudiante prometedora, la niña buena, que todo lo hacía bien”. Verdadera bajada a los infiernos. Tocó fondo y el amor por sus hijos le hizo reaccionar y cambiar rabia, pasividad y odio por fuerza de vida, para ella y para los demás. “Tenía que actuar… dejar de odiarme a mí misma, reencontrar mi fuerza y dar un paso adelante. Mis hijos habían sufrido tanto y se merecían mucho más de lo que tenían. Yo era la única que se lo podía ofrecer”. Se forma y consigue un trabajo como voluntaria en el programa de la Federación Luterana Mundial y la Iglesia Luterana de Liberia para la Curación del Trauma y la Reconciliación. Un trabajo hecho a su medida para sacar toda la fuerza y la pasión que dormía en ella. Organiza talleres en las zonas rurales y antiguos niños soldados discapacitados, de los que Taylor se había deshecho cuando ya no servían para nada. Ex niños soldados endurecidos por la violencia recibida y ejercida, que habían cometido crímenes horribles de los que a veces se jactaban… Cuando Leyman habla de esos años de trabajo, dice que fue duro y a veces frustrante pero que le permitió crecer, madurar y conocer a gente que le ayudó a cambiar su vida. Su trabajo en la curación del trauma, se había centrado “en arreglar vidas y comunidades rotas” se centrará también en evitar que se rompan, por la prevención de conflictos.
Sin dejar de trabajar, Leyman estudia y se gradúa en letras. Colabora con la WANEP, Red de África Occidental para la Construcción de la Paz y en su rama femenina, WIPNET, encuentra el lugar que canaliza sus energías, aprovecha todas las ocasiones de formación para la acción política del movimiento y es nombrada coordinadora. Conforme el grupo rebelde LURD ganaba fuerza en el norte, Taylor aplicaba medidas más duras en la ciudad, había barricadas y soldados armados por las calles. A principios de 2003, un nuevo grupo rebelde empezó a capturar ciudades y pueblos en el sureste, con matanzas, violencias, saqueos, huidas… La presión internacional aumentaba para que se firmara una tregua… Al grupo de mujeres luteranas que se reunía para rezar por la paz, se unieron mujeres de otras iglesias y musulmanas. Lideradas por Leyman dieron un paso más y pasaron a la acción. Miles y miles de mujeres se echaron a la calle para pedir la Paz con una gran pancarta ¡Las mujeres de Liberia quieren la paz! ¡Ahora! Una verdadera marea blanca al borde de la carretera por donde tenía que pasar Taylor cada día dos veces. Día a día las mujeres se reunían. Llegaron a reunirse así quince grupos de mujeres diferentes en nueve condados, desde el amanecer al atardecer aguantando calor y lluvia torrencial, cantaban, rezaban y se mantenían firmes. El Movimiento de Masas de mujeres por la Paz se hizo famoso y tuvo muchos apoyos. La huelga de sexo que lo acompañó le dio publicidad mediática.
Leymah Ghowee, ha podido compartir su experiencia como constructora de paz con mujeres de muchos países. No se cansa de repetir que cada uno tiene que ser su propio Mandela, su propio Gandhi, su propio Martin Luther King. En 2011 compartió premio Nobel de la Paz con otra liberiana, Ellen Jonson Sirleaf, y la yemenita Tawalkul Kaman. En 2012 recibió una misión importante y difícil de la reelegida presidenta de Liberia: Ellen Jonson la misión de reactivar la reconciliación nacional, ya que la violencia que marcó las últimas elecciones, puso al descubierto las divisiones políticas, sociales y étnicas que persisten en Liberia. Misión que no es nueva para ella, pero que tiene que ser relanzada y dinamizada. Una misión, que Leymah dice querer hacer “con deportivas y vaqueros”. Vestimenta que habla por sí sola de su cercanía y proximidad e indica el espíritu de su campaña por la reconciliación, que no puede hacerse a golpe de discursos ni de decretos, sino acercándose a la gente de las distintas comunidades, para escudarlas y dialogar con ellas.