Angola – Los angoleños ricos son tan pobres, que sólo tienen dinero, por Antonio Molina

29/01/2013 | Bitácora africana

«En ningún otro país los ricos muestran más ostentación que en Angola. A pesar de eso, los Angoleños ricos son pobres. Son pobres, porque compran sofisticados automóviles importados, con todos los exagerados equipamientos de la modernidad, pero luego se quedan horas embotellados al lado de los autobuses y furgonetas de los barrios. Algunas veces, son asaltados, secuestrados y violentados en el tráfico. Regalan coches espléndidos a sus hijos y no vuelven a dormir tranquilos, hasta que ellos no regresan a casa. Gastan fortunas para construir modernas mansiones, proyectadas por arquitectos de renombre, y están obligados a esconderlas detrás de murallas, como se viviesen en los tiempos de los castillos medievales, dependiendo de guardias vigilantes.

VIVEN EN LA POBREZA SOCIAL

Los ricos angoleños disfrutan privadamente de todo lo que la riqueza les ofrece, pero viven enterrados en la pobreza social. Los viernes salen por la noche a cenar en restaurantes tan caros, que los ricos en Europa no conseguirían frecuentar, pero pierden el apetito frente a la pobreza, que a la puerta abre los ojos pidiendo un poco de pan; a menos que se encierren en restaurantes cercados y protegidos por guardianes privados. Cuando terminan de comer escondidos, están obligados a montar en el coche, traído por un maniobrista, sin el placer de caminar por la calle, o de ir al cine o al teatro, para luego continuar hasta un bar, para charlar sobre lo que vieron. Aún así, no es raro que el pobre rico sea asaltado antes de terminar de cenar, o después, en la carretera a camino de su casa. Felizmente eso no acontece siempre, pero ciertamente, el viaje es un puro susto durante todo el camino. Y pasa que el sobresalto continúa, aún dentro de casa.


VIVEN DOMINADOS POR EL MIEDO

Los ricos Angoleños son pobres de tanto miedo. Por más riquezas que acumulen en el presente, son pobres por la falta de seguridad para disfrutar de su patrimonio en el futuro. Y viven en susto permanente ante las incertezas en que sus hijos crecerán. Los ricos angoleños continúan siendo pobres de tanto gastar dinero sólo para corregir los desaciertos creados por la desigualdad que sus riquezas provocan: en inseguridad e ineficacia.

En lugar de disfrutar de todo aquello que gastan, una parte considerable del dinero nada adquiere, sirve apenas para evitar pérdidas. Por causa da la pobreza alrededor, los angoleños ricos viven una paradoja: para quedar más ricos tienen que perder dinero, gastando cada vez más, apenas para protegerse de la realidad hostil e ineficiente.


ESTEREOTIPOS QUE LOS AQUEJAN

Cuando viajan al extranjero, los ricos saben que en el hotel en donde se hospedarán serán vistos como asesinos de los niños en Lunda, destructores de la Floresta del Maiombe en Cabinda, usurpadores de la mayor concentración de renta del planeta, portadores de malaria, de paludismo y de filaria. Son ricos empobrecidos por la vergüenza que sienten al ser vistos por los ojos extranjeros.

En verdad, la mayor pobreza de los ricos angoleños está en la incapacidad de ver la riqueza que existe en los pobres, en las cabezas de un pueblo educado. A lo largo de toda nuestra historia, nuestros ricos abandonaron la educación del pueblo, desviaron los recursos para crear una riqueza que sería sólo de ellos, y se quedaron pobres: contratan trabajadores con baja productividad, invierten en modernos equipamientos y no encuentran quien los sepa manejar, viven rodeados de compatriotas que no saben leer el mundo que los rodea, no saben cambiar el mundo, no saben construir un país nuevo, que beneficie a todos. Mucho más ricos serían los ricos se vivieran en una sociedad donde todos fueran educados.

Para poder usar sus caros automóviles, los ricos construyeron viaductos con el dinero destinado para instalar el agua corriente y el alcantarillado en las ciudades, pensando que, al comprar agua mineral, se protegían de las enfermedades de los pobres. Se olvidaran que precisan de esos pobres y no pueden contar con ellos todos los dias con c salud, porque los pobres viven sin agua y sin alcantarillado. Montan modernos hospitales, pero tienen dificultades para evitar las infecciones, porque los pobres traen de casa los gérmenes que los contaminan. Con la pobreza de pensar que podrían ser ricos ellos solos, construyeron un país enfermo y viven rodeados por la enfermedad.

CONCLUSIÓN

Hay un grave cuadro de pobreza entre los ricos angoleños. Esta pobreza es tan grave, que la mayor parte de ellos no se da cuenta. Pero la ruindez de espíritu ha sido la gran inspiradora de las decisiones gubernamentales de las pobres elites ricas angoleñas.
Si percibieran el potencial de riqueza que hay en los brazos y en los cerebros de los pobres, los ricos angoleños, podrían reorientar el modelo de desarrollo en dirección de los intereses de las masas populares. Liberarían la tierra para los trabajadores rurales, realizarían un programa de construcción de casas populares e implantación de redes de agua y alcantarillado, contratarían centenas de millares de profesores y colocarían al pueblo para producir para el proprio pueblo. Esta sería una decisión que enriquecería a ANGOLA ENTERA: los pobres saldrían de la pobreza y los ricos saldrían de la vergüenza, de la inseguridad y de la insensatez. Pero esto es esperar demasiado.

Los ricos son tan pobres, que no se dan cuenta de la triste pobreza en que disfrutan sus malditas riquezas».

Texto de Cristovam Buarque, adaptado por Edson Vieira Neto

— KALIFADO DE PALMELA Traducido por Antonio J. Molina, m. Áfr.

Autor

  • Antonio José Molina Molina nació en Murcia en 1932. Desde 1955 es Misionero de África, Padre Blanco, y ya desde antes ha estado trabajando en, por y para África. Apasionado de la radio, como él relata en sus crónicas desde sus primeros pasos en el continente africano, "siempre tuve una radio pequeña en mi mochila para escuchar las noticias". Durante septiembre 2002, regresa a Madrid como colaborador del CIDAF. En octubre de 2005 aceptó los cargos de secretario general de la Fundación Sur y director de su departamento África. Antonio Molina pertenece -como él mismo dice- a la "brigada volante de los Misioneros de África", siempre con la maleta preparada... mientras el cuerpo aguante.

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