Fama Walet, la tuareg insumisa

14/12/2012 | Opinión

Siempre va tapada de pies a cabeza por un velo de tela fina que, envuelto alrededor de todo el cuerpo, sólo deja entrever su rostro y sus pulseras doradas. Fama Walet Idal tiene garbo cuando camina. Cabeza alta. Pasos lentos como si marcara una pausa en cada zancada. Parece una mujer normal y elegante que camina despacio por el norte de Malí, de donde procede. Además, mientras habla, fija su penetrante y orgullosa mirada hasta el final. A la larga, esto puede resultar molesto para aquellos que acaban de conocerla.

La tuareg tiene 50 años. Sin embargo, no por ello es menos carismática. Además, no pasa desapercibida en el foro de mujeres líderes africanas, durante la cumbre de Africiudades en Dakar, donde todas las miradas se vuelven hacia ella. Su discurso sobre la situación de Malí entusiasma a la asistencia: «Rechazamos la intervención militar en el norte de Malí. Hay que dialogar con los rebeldes para restablecer la paz».

«El diálogo». Una palabra que Fama repite más de diez veces ante una cincuentena de mujeres procedentes de todo el continente pendiente de sus labios. «Hay que continuar con las negociaciones porque si hay guerra, ¡los pueblos serán los primeros en sufrir! ¡Y nosotras no queremos violencia!» exclama con su voz ronca y monótona que resuena en toda la sala. Asimismo, recuerda el sufrimiento de las mujeres cuya libertad vejan los islamistas que han tomado el control de norte de Malí. «¡Nosotras no conocemos esta religión que quieren imponernos!»

«¡Las mujeres tuareg son libres!»

No obstante, las mujeres indignadas como Fama, las nuevas dueñas de la región amputada de Bamako, no quieren oír hablar de esta ciudad. Razón por la que la tuareg se ha refugiado en Burkina Faso. «Me marché porque la situación se había vuelto insoportable en el norte de Malí». También se fue para proteger el futuro de sus hijos, quienes «son aún muy jóvenes y necesitan estar en buenas condiciones para estudiar».

La tuareg está siempre furiosa y preocupada por la situación de su lugar de origen. Es una dura prueba para aquellos que no están acostumbrados a que les den órdenes. Ella no conoce la sumisión. En cuanto al velo, sólo lo lleva por motivos culturales. «Las mujeres tuareg llevan el velo porque es una tradición. No se nos impone». Sin embargo, los islamistas exigen ahora que las mujeres obedezcan «todas sus reglas y ellas sufren mucho». Fama siempre ha sido una mujer muy activa. «Cuando era joven, practicaba mucho deporte: danza, baloncesto, atletismo», señala orgullosa esbozando una sonrisa. También consiguió sacarse la carrera y subió los escalones poco a poco antes de ser elegida concejala municipal de Kidal. Una función extraña en la región, donde las mujeres están subrepresentadas en la política.

Efectivamente, la cincuentona no es de las que se dejan pisotear. Se divorció hace muchos años y luego no se volvió a casar. «Soy una mujer tuareg», recuerda. «En nuestro pueblo, ¡las mujeres son libres! Si tienen algún problema con su marido, es él quien lía el petate para marcharse y no al revés. Los hombres escuchan y respetan a las mujeres». Además, en nuestro pueblo, precisa, «es la mujer quien determina el importe de la dote. Si ella quiere que su futuro esposo dé 15 millones para casarse con ella, él debe obedecer, si no, ¡no hay boda!». El ascenso de las mujeres en África es muy importante para la tuareg, que milita en varias asociaciones femeninas. También es presidenta de la filial de la ONG Manau-River de Kidal. La insumisa se niega a que las mujeres permitan que los hombres dirijan sus vidas y pretende continuar actuando con este fin.

Publicado en Afriques en Lutte, el 9 de diciembre de 2012.

Traducido para Fundación Sur por Laura Moreno.

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