Esperanza para Sudán

11/12/2012 | Opinión

Durante todo el domingo, día 9 de diciembre, Jartum vivió un largo día de protestas sorprendentes e inesperadas, en términos de tamaño y densidad de las mismas. Las protestas ocasionaron pánico en las líneas de las fuerzas de seguridad y de la policía.

Para evaluar los hechos, hablé con los participantes en las protestas y con los periodistas sobre el terreno. La mayoría coincidían en que el tamaño de estas protestas era más visible, y su intensidad permitió que durasen horas, sin interrupción. Las protestas detuvieron el tráfico en varios lugares de la capital de Sudán, Jartum.

Todas las circunstancias favorecían a los manifestantes. El domingo es el comienzo de la semana laboral y de las escuelas e instituciones educativas. El flujo de tráfico es mayor que el de otros días en Jartum, y se ve empeorado por la crisis en el transporte, a la que se enfrenta la capital de Sudán estos días. Los ciudadanos han estado sufriendo en silencio esta crisis durante meses (otra bomba de relojería que puede desencadenar protestas en cualquier momento).

El domingo por la mañana y por la tarde todos los residentes de la capital triangular (es decir Jartum, Bahri y Omdruman) han oído hablar de las nuevas protestas. Mientras iba caminando, como otros que no pudieron encontrar transporte, las conversaciones de la gente y las llamadas de teléfono se centraban en un evento, “Hay protestas en Jartum”, y enseguida: “y no puedo encontrar medio de transporte”.

El segundo indicador importante que hay que analizar y examinar, y que ha dado un gran impulso a las protestas es la actuación de la policía; y puede que de todo el aparato de seguridad en sí. La policía y fuerzas de seguridad no detuvieron a los estudiantes que protestaban y no limitaron su presencia a sus universidades, como había pasado en previas protestas. Esto plantea algunas preguntas e incluso dudas.

El éxito de los estudiantes de las universidades de Jartum, Sudan y Nilien, al romper el cerco a su alrededor y lograr conquistar el centro de Jartum, es un extraño precedente, porque las localizaciones de estas tres universidades no favorece las protestas. Además de la ventaja en recursos y movilidad de las policía y el aparato de seguridad.

Lo que plantea preguntas es que la policía y la seguridad estaban al tanto de las protestas que fueron anunciadas el sábado, día 8, por la mañana, con 24 horas de antelación, una reacción esperada después de las muertes de cuatro estudiantes.

¿Está la policía y la seguridad apoyando las protestas? ¿O fue la fortaleza sin precedentes de la calle lo que llevó al fracaso del aparato de seguridad para detener las protestas? La respuesta a estas cuestiones la tendremos definitivamente en los próximos días, en caso de que las protestas continúen [el día 11 las protestas continúan con la misma fuerza] Pero es importante señalar que estas cuestiones están relacionadas con las incisivas luchas internas que está viviendo el régimen estos días, tras las cuales, según los análisis, se espera que se produzcan cambios internos o incluso actos de violencia.

Sin embargo, el domingo día 9 de diciembre de 2012, fue en todos los sentidos un día importante en la historia de Sudán, no por las razones mencionadas antes, sobre el tamaño de las protestas y la ruptura de la barrera del miedo. O que estas protestas se produjeron después de meses de acciones limitadas en las calles. Sino por otra importante y delicada razón, que es: estas protestas han ayudado a impulsar un fuerte sentimiento de unidad nacional sudanesa y un sentido de pertenencia a una nación, un factor que supone uno de los principales retos a los que se enfrenta el futuro de Sudán.

A medida que el régimen (Ingaz) avanza dependiendo de individuos del norte y del centro, la erupción de la crisis en Darfur y la destrucción a la que se enfrenta la región y su pueblo ha hecho que los habitantes de Darfur sufran una gran injusticia, que es justificada por la destrucción sobre el terreno. Entre los darfurianos hay un silencio arrollador y algunas voces han expresado alto y claro su descontento hacia los ciudadanos del “centro” y los partidos políticos y sus eventos, que a menudo no apoyan a los ciudadanos de Darfur y su difícil situación.

La coincidencia con las fuertes protestas de los estudiantes, en reacción a la muerte de cuatro estudiantes de Darfur, (que protestaban por la imposición del pago de tasas de matrícula, por un decreto presidencial, que supone una renuncia para todos los estudiantes de Darfur) ha ayudado a romper la barrera del miedo, magnificado por una sensación de unidad nacional, y es importante para el futuro y la unidad de Sudán y la posibilidad de continuación como un solo país.

Después del final de lo que podría llamarse “Gran domingo” y sin importar la incertidumbre por el futuro de esas protestas y su capacidad para continuar, todos los indicadores señalan al hecho de que la seguridad pro-gubernamental y las fuerzas militares han alcanzado el límite de su capacidad para tolerar. No por su falta de recursos, sino por la falta de moral y legitimidad legal de su trabajo; y la muerte del proyecto ideológico que antes defendían y protegían.

Y con las esperanzas renovadas en un nuevo amanecer, la cuestión de la “alternativa” se plantea con más urgencia. Aquellos que están luchando contra el régimen no deberían intentar evadir esta cuestión, ni tampoco dejar de trabajar para el cambio de régimen.

Es aconsejable que el trabajo en estos dos ámbitos vaya en paralelo, porque hablar de una alternativa en ausencia de la caída del régimen llevará a la pérdida de Sudán como un país unido. Y la “alternativa” no encontrará un país que gobernar. Es obvio que cada día adicional que el Ingaz sigue gobernando Sudán, va en interés del proyecto de desintegración de Sudán, que el gobierno del Ingaz apoya, y que está teniendo lugar con la bendición de las potencias regionales e internacionales.

La cuestión de “Cuál es la alternativa” es legítima. Esto lo confirma una mirada a lo que está pasando en Egipto y en Túnez y otras plazas donde las revoluciones están siendo robadas por grupos organizados que antes han trabajado con regímenes autoritarios por debajo de la mesa. Y no necesitamos mirar lejos, ya que Sudán ha vivido ese escenario de “ciudadanos sembrando la semilla de la revolución y las élites cosechando los beneficios” en dos revoluciones, en la de abril de 1985 y en la de octubre de 1964.

En relación con la alternativa, en la sociedad sudanesa los jóvenes y los estudiantes son la mayoría en cantidad y calidad, y ya es hora de que se pongan al frente. No es difícil diagnosticar la crisis sudanesa, y poner en marcha programas teóricos como solución. Los programas deberían apuntar hacia el liderazgo y no a la voluntad y el estado de ánimo de individuos. La generación de estudiantes y juventud que fue a la universidad en los años 90 y posteriores ha alcanzado una convicción de que lo que todos ellos tienen en común es más grande que sus afiliaciones políticas previas; y algunos de ellos han comenzado a unirse.

Parte de la generación de jóvenes, y la mayoría de los que pertenecen al liderazgo político tradicional sienten verdadero amor por el poder, por el poder en sí mismo. Este tipo de personas no tiene la suficiente profundidad para darse cuenta de que gobernar Sudán tras el legado del NCP [Partido del Congreso Nacional, partido en el gobierno] va a ser una misión imposible que probablemente supondrá a sus futuros líderes un alto coste.

El partido Umma y el Partido Democrático Unionista, [los dos principales partidos de la oposición de Sudán] son prácticamente pro-régimen. Por lo tanto, no es práctico anunciar protestas que parten de sus mezquitas o sedes. El mayor error que los nuevos elementos de cambio pueden cometer es utilizar las mezquitas de Al Sadig al Mahdi y Al Mirghni, como puntos de lanzamiento de las protestas o los actos. La ventaja del “proyecto de cambio” es estar implementado desde una distancia de esos dos partidos y sus líderes, incluso si esto ocasiona un retraso de semanas y meses en el movimiento hacia el cambio.

Los sudaneses en la diáspora son un gran número y su presencia en las redes sociales es incluso mayor. Pero los activistas sobre el terreno necesitan un apoyo más tangible para ayudar al movimiento por el cambio. Es, por ejemplo, extraño que no haya canales de televisión independientes que reflejen las calles sudanesas y sus voces. Donaciones limitadas pueden usarse para implementar los proyectos y programas con un incalculable resultado.

En cuanto a aquellos que han roto la barrera del miedo y salieron a la calle el domingo, sé que no necesitan un mapa, pero me gustaría decirles: triunfaréis, y en un futuro próximo; ya que todo apunta a eso. Pero los precedentes nos dicen que las vidas de los malvados y los extremistas a veces tardan tiempo en acabar en el cubo de la basura de la historia.

Salah Amar

(Girifna, Sudán, 10-12-12)

Traducido por Rosa Moro, de Fundación Sur.

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