La situación sigue siendo extremadamente tensa e incierta en Goma. Este martes 27 de noviembre expira el plazo que la reciente cumbre de jefes de Estado de países de los Grandes Lagos dio a los rebeldes del M23 para que se retiraran de la ciudad. Mientras los .nuevos amos de Goma dicen con la boca pequeña que estarían dispuestos a hacerlo, en el terreno nada parece indicar que se van a marchar. El ejército congoleño, por su parte, se ha reorganizado tras el nombramiento de su nuevo comandante en jefe, el general François Olenga, que reemplazó el pasado 22 de noviembre al general Gabriel Amisi, después de que éste fuera acusado por un informe de la ONU de haber proporcionado armas a varios grupos rebeldes.
Mientras los líderes rebeldes y el gobierno de Kinshasa negocian en Kampala, el ejército congoleño está estacionado en Minova, a 20 kilómetros de Sake, y ha conseguido detener el avance del M23 hacia Bukavu, más al sur. El general Olenga dice que sus tropas están preparadas para reconquistar Goma. Si se produce un ataque será un enorme baño de sangre. Una de las primeras medidas que ha tomado ha sido arrestar a 580 soldados que se dieron a la fuga de sus posiciones en la ciudad cuando el M23 llegó a sus puertas y que abandonaron abundante equipo militar, cañones y lanzacohetes Katiusha incluidos, sirviéndoselos en bandeja a los rebeldes tutsis.
No se molesten en buscar en la prensa española nada sobre esta gravísima crisis que ha provocado durante las últimas semanas más de 500.000 desplazados internos. Si desean buena información sobre la crisis en el Este de la República Democrática del Congo pueden acudir a www.jeuneafrique.com, http://www.bbc.co.uk/news/world/africa/ o al excelente blog de Jason Stearns Congo Siasa http://congosiasa.blogspot.com/. Yo, por mi parte, les ofrezco algunas reflexiones que pueden ayudar a comprender mejor esta última edición de la guerra en el país que, según Naciones Unidas, tiene el índice de desarrollo humano más bajo del mundo, a pesar de ser uno de los más ricos en recursos naturales, sobre todo minerales.
El conflicto de la R D Congo es una complicada amalgama de intereses de grupos armados, países vecinos y poderosos grupos económicos internacionales. Hay que resistirse a la simplificación de reducirlo todo a tensiones étnicas, aunque también las hay y desde hace mucho tiempo. La sopa de letras de los distintos grupos armados que operan en esta parte del país parece no tener fin. El M23 es un grupo de desertores de etnia tutsi que en 2008 se hacían llamar CNDP (Congreso Nacional por la Defensa del Pueblo) y que tras un acuerdo con el gobierno congoleño se integraron en el ejército nacional pero siguieron teniendo su propia cadena de mando. Cuando el gobierno de Kinshasa empezó a trasladar a algunos de sus oficiales a otras zonas del país, en abril de este año, se produjo la deserción. Entonces apenas eran unos 400 y empezaron a sufrir derrotas a manos del ejército congoleño. Gracias al apoyo de Ruanda ahora pasan de los 3.000. El ataque a Goma, el pasado 18 de noviembre, lo lanzaron con carros de combate y abundante artillería (que de algún sitio tuvo que salir), y sus milicianos estaban equipados con equipos de visión nocturna. Ruanda intervino además con 4.000 de sus tropas. Por mucho que Ruanda y Uganda nieguen su apoyo al M23, el informe de la ONU que acusa a estos dos países ofrece una evidencia irrefutable. Ambas naciones, y sus aliados occidentales, llevan al menos década y media beneficiándose del lucrativo tráfico de minerales como el coltán y la casiterita que abundan en las dos provincias del Kivu.
Pero hay también otros grupos que operan en la zona: la guerrilla Mai Mai, que ahora es aliada del ejército congoleño (conocido como FARDC), los hutus ruandeses del FDRL, que durante los últimos meses han cometido matanzas de las que la prensa internacional apenas se ha ocupado, el FDC, y otras milicias como Sheka, Raika Mukomboki, PARECO… La lista es bastante larga y las alianzas entre unos grupos y otros se hacen y deshacen en pocos días.
El avance del M23 ha ocultado otro conflicto que, según denuncia el Servicio Jesuíta al Refugiado, se ha cobrado numerosas víctimas en la zona de Masisi. Allí se enfrentan milicias de etnia Hutu contra grupos de etnia Hunde. Ambas comunidades tienen una larga historia de rivalidades por el control de tierras y ganadería en esta zona, muy rica en agricultura y en pastos. En el Kivu norte también hay desde hace mucho tiempo tensiones fuertes entre la población de origen ruandés (sobre todo Hutu) y los Nande, conocidos (y muy a menudo envidiados) por sus grandes dotes de comerciantes. El gobernador del Kivu Norte, Julien Paluku, de etnia Nande, fue de los primeros en huir de Goma ante el avance del M23. Si se hubiera quedado en la ciudad, lo más seguro es que le habrían matado. De hecho el M23, bajo una apariencia de disciplina e incorruptibilidad en Goma, lleva varios días realizando asesinatos selectivos de personas a las que identifican como sus enemigos políticos. Esto no es algo nuevo. Durante los últimos años, cuando estaban integrados en las FARDC, los soldados tutsis –bajo el mando del general Bosco Ntaganda, conocido como Terminator- realizaron secuestros y asesinatos de destacados opositores en Goma.
El M23 puede decir todo lo que quiera contra Kabila, pero es un hecho que durante las pasadas elecciones de finales de noviembre de 2011 sus militares hicieron campaña por el actual presidente y en las zonas que contralaban obligaron a los electores a escoger la papeleta de Kabila y depositarla en la urna. Sin la intimidación que ejercieron contra la población Joseph Kabila no habría podido nunca ganar en el este del país, donde sus popularidad cayó por los suelos desde su primera victoria a finales de 2006.
Quisiera terminar con una reflexión que el conocido analista Jason Stearns hace en su magnífico libro “Dancing in the Glory of Monsters”, publicado el año pasado. Congo es un ejemplo de Estado que no protege a sus ciudadanos, algo así como un Leviathan que oprime pero que no ofrece seguridad a cambio. Tal vez se acuerden ustedes de Thomas Hobbes, aquel filósofo político que en la segunda mitad del siglo XVII dijo que el Estado es como el monstruo apocalíptico conocido como el Leviathan: que devora a sus súbditos y les quita la libertad, pero los ciudadanos no tienen más remedio que someterse para que ese monstruo les proteja de la violencia y las agresiones externas. En las sociedades occidentales, las fuerzas armadas tienen el monopolio de las armas y el uso de la fuerza para protegernos al común de los mortales frente a agresiones externas. El Congo es un ejemplo de sociedad fragmentada y Estado fallido en el que el ciudadano se encuentra indefenso ante un sinfín de grupos armados que saquean, matan, violan mujeres y hacen con los civiles lo que les da la gana.
El ejército congoleño es algo así como un vestido viejo lleno de remiendos, compuesto de soldados que proceden de las milicias más variopintas y que no están motivados ni tienen interés en sacrificarse por sus compatriotas. Lejos de proteger a la población, son una de las amenazas a las que el sufrido pueblo tiene que enfrentarse. Los acontecimientos de las últimas semanas son una nueva edición de este fracaso del Estado por proteger a la gente de agresiones externas.
Original en : En Clave de África