Egipto: Los Hermanos Musulmanes son poco populares, por Antonio Molina

6/11/2012 | Bitácora africana

Con la irrupción de los pueblos rebeldes sobre la escena política árabe, la relación Estado – Sociedad Civil se ha modificado.

Las nuevas líneas divisorias ya no oponen los “islamistas” a los “liberales”, ahora las líneas rojas separa aquellos que se adaptan a la nueva realidad política de los que continúan concibiendo el mundo según sus categorías antiguas, tanto en Oriente como en Europa: los “inmobilistas tradicionales.”

Justamente, Egipto nos ofrece una ilustración digna de atención de lo dicho anteriormente. En nuestro programa nos va a ayudar Bernard Rougier, Director del Centro de Estudios y Documentación económica, jurídica y social (CEDEJ) de El Cairo, gran conocedor del país y analista muy competente.

Mohamed Morsi, candidato de los Hermanos Musulmanes, ganó la elección presidencial, pero al contrario de lo se piensa en Occidente, el islamismo no seduce al electorado popular más pobre.
En un barrio popular de El Cairo, como Saida Zeynal o en aglomeraciones aún más pobres, como Al-Jalifa o Baba-Al-Chariya, el candidato de los hermanos Musulmanes apenas obtuvo el 15% de los sufragios, mientras que el candidato de la izquierda nasseriana alcanzó el 30%, casi lo mismo que el candidato del ejército.
En un país en vías de pauperización, el liberalismo económico, que defiende el partido del presidente elegido no deja prever una mejora inmediata de los segmentos más pobres de la sociedad.

Por otro lado, las exigencias democráticas revolucionan el modo refuncionamiento de una organización que ha penetrado en un conjunto de fuerzas rivales opuestas a un régimen autoritario, que han combatido en ciertos momentos de su historia reciente, pero que en otros momentos se han conformado y asociado de manera discreta al mismo.

Dentro del partido de los Hermanos Musulmanes, los más jóvenes denuncian una gobernanza interna dominada por el gusto del secretismo y la ausencia de transparencia, igualmente este sector critica los mecanismos de promoción, que reapoyan sobre la ancianidad y la obediencia, lo que dificulta la renovación del partido.
Hoy, salirse de la organización ha dejado de ser un tabú y figuras históricas, que han dimitido de las filas de la “cofradía”, ofrecen desde ahora una capacidad de presión más fuerte a los cuadros del partido. Entre los “barones” que han dimitido hay que mencionar a Abdel Moneim, Abu Al-Futuh, Mohaded Habib y Kamal Al-Halbawi.

Separarse de los grupos violentos

La tentación yihadista de los grupos radicales localizados en el Alto Egipto y en el Sinaí, ha obligado a los nuevos dirigentes de Egipto a separarse sin ambigüedades de quienes defienden los métodos violentos.

En nombre de las instituciones democráticas que los han elegido tienen que hacer oídos sordos a las incitaciones a la violencia. Ya lo han demostrado ante los acontecimientos recientes del Sinaí-
La entrada de los salafistas en el juego político conlleva transformaciones comparables, a la imagen de las declaraciones durante la campaña del presidente del partido Al-Nur, para quien es preferible “la justicia en un Estado Laico, que la injusticia en un Estado Islámico.”

Conclusión

Sea cual sea la opción política, hay quienes no aceptan las elecciones y otros defienden “la guerra santa” (el yihad), pero TODOS deberán pronunciarse sobre su relación con lo ya adquirido en democracia, cuya depositaria es la sociedad civil, el pueblo.

En resumen, lejos de significar la victoria del islamismo, la democratización árabe significa al contrario su fragmentación y complejización alrededor renuevas líneas de separación nacidas de una revolución ciudadana, que aún no ha terminado reproducir todos sus efectos en el mundo árabe.

“El castillo de fuegos artificiales no ha hecho mas que comenzar…Esperemos con paciencia el TRUENO GORDO FINAL…! “

Autor

  • Antonio José Molina Molina nació en Murcia en 1932. Desde 1955 es Misionero de África, Padre Blanco, y ya desde antes ha estado trabajando en, por y para África. Apasionado de la radio, como él relata en sus crónicas desde sus primeros pasos en el continente africano, "siempre tuve una radio pequeña en mi mochila para escuchar las noticias". Durante septiembre 2002, regresa a Madrid como colaborador del CIDAF. En octubre de 2005 aceptó los cargos de secretario general de la Fundación Sur y director de su departamento África. Antonio Molina pertenece -como él mismo dice- a la "brigada volante de los Misioneros de África", siempre con la maleta preparada... mientras el cuerpo aguante.

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