Las crisis pos-electorales, ¿una fatalidad en África?

27/07/2012 | Opinión

Tenemos que superar la falta de cultura cívica y democrática que se observa en algunos países africanos.

Se convirtió en un ritual inmutable. Muy a menudo, durante las elecciones presidenciales, en todo el continente africano, los pueblos se enfrentan a una serie de violencias pos-electorales.

A veces incluso antes, como fue el caso recientemente en Senegal, con una hipermediatización de todas las prensas en el mundo, dan cada vez una imagen desastrosa del continente.

¿Por qué es este fenómeno, que alcanzó su punto máximo durante la última elección presidencial de Costa de Marfil, es mucho más frecuente en África que otros lugares? ¿Será inevitable?

¿O es la consecuencia de un mecanismo psico-sociológico vinculado a nuestras culturas tradicionales africanas, que nos encierran en unas obcecaciones clánicas, étnicas, ideológicas o religiosas?

Población ignorante, población manipulable

¿O tal vez es el resultado de una falta de base educativa, base que permitiría a nuestros pueblos adquirir aptitudes intelectuales y psicológicas lo suficientemente fuertes como para evitar la manipulación política de parte de nuestros líderes, que a menudo los utilizan para realizar sus ambiciones políticas?

En Costa de Marfil, por ejemplo, como en otras partes del continente, la crisis pos-electoral nace de las manipulaciones políticas y mediáticas de los pueblos, a menudo ignorantes, no instruidos e intoxicados ideológicamente.

A veces, generaciones enteras se sacrifican para llevar a cabo batallas políticas personales.

Siempre a costa de muchas vidas. En una guerra, los obuses y las balas no hacen ninguna distinción entre la población. De repente, la realidad de la guerra se sustituye por la euforia de la sensación de omnipotencia.

Con el horror de los bombardeos y todas las víctimas que conllevan, los familiares que mueren en sus casas en la completa impotencia de su entorno familiar, o en los hospitales por falta de atención, un ataque al corazón o una violenta subida de la tensión, esta realidad se convierte repentinamente en una pesadilla.

Todos estos dramas no escogen a sus víctimas en función de su ideología política, etnia o religión. Muchos de estos jóvenes combatientes ni siquiera saben por qué matan y son matados.

Población instruida, población informada

Hoy en día, en los países desarrollados, donde casi todas nuestras élites han sido educadas, se hace difícil para cualquier líder político manipular a las poblaciones con el fin de llevarlas a matarse entre sí para satisfacer sus ambiciones políticas.

Incluso utilizando la fibra religiosa con fines políticos, sólo son personas que se encuentran aisladas y marginadas, o enfermas mentales las que reaccionan a favor de estas manipulaciones políticas. La razón es muy simple.

Estas poblaciones han alcanzado un alto nivel de educación, formación, actividad laboral, pero sobre todo un alto grado de autonomía respecto a los líderes políticos y las ideologías de su partido.

Se desconfían tanto de la religión como de la política. Además de eso, estas personas se definen primero como ciudadanos de una nación, «una e indivisible», antes de cualquier sentimiento de pertenencia regionalista e incluso religiosa.

En estas condiciones, es muy difícil que unas personas que tienen un trabajo, una buena calidad de vida y que viven en una sociedad organizada se maten unas a otras para que una persona se mantenga o acceda al poder.

La educación como remedio

¿Son por lo tanto las crisis y las guerras civiles generadas por las codicias políticas de nuestros dirigentes políticos fatalidades relacionadas con nuestra ingenuidad, o con el peso de nuestras tradiciones que nos hacen presos de nuestro grupo étnico o religioso? ¿O con la falta de educación e instrucción?

Tal vez un poco de todos estos parámetros, a los cuales habría que añadir la alta tasa de desempleo en nuestras poblaciones, en particular entre los jóvenes, que se ven manipulados con promesas de trabajo y de dinero, a menudo mal adquirido.

Hoy en día, la mejor manera de reconciliar los antiguos enemigos es la construcción de escuelas, universidades, centros de formación profesional, reforzar los lazos sociales en todo el territorio y sobre todo crear puestos de trabajo para estas poblaciones abandonadas a su suerte.

Un pueblo instruido y educado, ocupado trabajando, preparando el porvenir de las generaciones futuras, en una sociedad organizada y segura con reglas y disciplina no puede sacrificar todo lo adquirido yendo a combatir en contra de sus propios conciudadanos a riesgo de que le cueste la vida.

Un jefe de Estado dijo un día: «puede haber un millar de muertos a diestra y un millar de muertos a siniestra, sigo avanzando.» Esto debería hacernos reflexionar sobre nuestros compromisos ideológicos, que tienen fines que nos escapan.

Macario Dagry

Publicado Slate Afrique, el 23 de Julio de 2012.

Traducido para Fundación Sur por Brice Antunes.

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