28/05/2012 Le Monde fr. Por Julien Théron, politólogo
De los « shebab » somalíes al Qaida del Magreb islámico (AQMI), pasando por el grupo nigeriano Boko Haram, el islam radical se ha convertido en una componente geopolítica mayor en África. Su aparente unidad ideológica esconde en realidad una gran diversidad, pero estos grupos radicales sin embargo tienden a una cierta convergencia para sus objetivos.
A pesar de la idea común de un monopolio de Al Qaida sobre los grupos islamistas africanos, en realidad es menos AQMI que el Grupo islámico armado argelino, su ancestro, que sirve de ejemplo a varios grupos armados. Han adoptado su estructura por falanges combatientes armados autónomos, pero sobre todo una ideología relativamente localista y una operacionalidad fundada menos sobre la dispersión geográfica que sobre la acción local.
Así, en Somalia, la Unión de los tribunales islámicos ha emergido como un movimiento islámico de elementos dispersos, antes de escindirse. Son dos las ramas radicales que se han separado: las famosas milicias “Shebab” y el “Hizbul Islam” pero se han vuelto a fusionar bajo el estandarte negro de los “shabab”. A pesar de estar en contacto con Al Qaida en la península arábica, la guerra de jefes y la caída del régimen en Yemen ha provocado una cierta toma de distancias con el Qaida.
Los “shebab” luchan sobre todo por una toma de poder en Somalia. Por otra parte el islam somalí es bastante peculiar e históricamente ligado al sufismo, incluso si una parte de los shebab están ya influenciados por las ideologías wahabita, salafista o de los Hermanos musulmanes egipcios.
De la misma manera, en Nigeria, el grupo Boko Haram, aún estando influenciados por los movimientos salafista y taliban, practica un islam heterodoxo que tira más hacia la cultura africana que al rigorismo islámico.
Y si la subida sociológica de Boko Haram (“la educación occidental es pecado”) es comparable a la del movimiento taliban, en realidad es menos por una adhesión a los principios fundamentalistas que por una contestación política del poder reinante.
En Mali, se pueden encontrar toda la diversidad de los grupos islamistas del continente africano. Además de la presencia de AQMI, que lleva operaciones incluso fuera del continente, son varios los grupos que han emergido en la mitad norte del país después de la conquista de los tuaregs secesionistas. Estos grupos se singularizan por sus objetivos diferentes. Ansar Dine, primeramente, es un movimiento islamista pero dirigido por un tuareg, Iyad Ag Ghali, que vivió en Arabia Saudita. Parece que estaría en contacto,a la vez, con AQMI y los independentistas tuaregs pero que no serían ni internacionalistas ni secesionistas. Preferirían instaurar un régimen islamista en el conjunto del país.
Otro grupo activo, el Movimiento por la unicidad del jihad en África occidental (Mujao) constituye un grupo yihadista regional dirigido por un mauritano, Hamada Uld Jairu, que reivindica la incorporación entre otra gente, de los tuaregs de Niger y Chad. Dicen que se inscriben en la lógica de Aqmi y de Ansar Dine, pero también de los shabab somaliens y de los islamistas del Oriente Medio o Asia. Su finalidad sería de extender el yihadismo a toda el África Negra.
Internacionalista, pero aplicado a la región del África del Oeste, proponiendo la instauración de la charia, su aplicación va más allá que la cuestión territorial. AQMI, Mujao y Ansar Dine constituyen por lo tanto tres facetas del islamismo radical en el Sahel cuyas ideologías y objetivos se distribuyen por lo tanto según un coeficiente islamista-nacionalista.
Por otra parte, y esto constituye una componente importante, Boko Haram habría enviado al Norte del Mali combatientes de Niger y Nigeria. Coordinarían junto con AQMI operaciones que al final tomarían la cabeza de más o menos grupos que van surgiendo localmente, que a pesar de ser de inspiración religiosa sensiblemente diferente entre ellas, estarían muy unidas a sus regiones de origen.
Si estos movimientos diferentes están de acuerdo entre ellos para rechazar el Occidente libertario y regímenes locales corruptos, sin embargo difieren ampliamente por sus orígenes geográficos, sus ideologías religiosas, sus reivindicaciones políticas así como por sus maneras operacionales.
Pero hay que reconocer que frente a la ausencia crónica de mejora de las condiciones de la vida local, el radicalismo de oposición que les une está en plena expansión. Y precisamente es en esa oposición común donde sacan energías para una convergencia estratégica. La lucha contra estos grupos no puede limitarse a una cuestión de seguridad, porque el riesgo no sería de debilitarlos sino al contrario, reforzarlos tanto sus movimientos locales como la alianza entre ellos, de este al oeste del continente africano.
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