En el África subsahariana, la música es más que una expresión cultual. Está tan ligada al ser, al vivir y al hacer de los hombres. Es como el hilo que teje toda su vida, forma parte del vivir cotidiano y de los momentos importantes de la vida social y religiosa de los individuos y del grupo.
La música convoca, comunica con los vivos y con los antepasados, informa, conserva y transmite tradiciones, creencias y valores. Es decir, imitando el lenguaje hablado, la música instruye, transmite un mensaje. Su papel en la transmisión de la sabiduría tradicional es muy importante.
La música acompaña casi siempre una acción religiosa o social: rituales de iniciación, de bodas, de siembra, de protección de cosechas, de caza, de pesca, de reconciliación, de curación, de funerales…También marca el ritmo y anima el trabajo. Música y vida son sinónimos en África, no se pueden separar y se descubren al mismo tiempo. El bebé descubre el mundo y la música colgado de la espalda de su madre de la que no se separa. Con ella va al río a buscar agua, con ella va en busca de leña al bosque, con ella sigue el ritmo del pilón cuando machaca el grano, con ella está cuando danza…De la cuna a la tumba, la música es la compañera fiel del africano.
La música se hace palabra en el canto y vibración en la danza. Con la danza se llama al amor, a la lluvia, a la fertilidad, a la fiesta, se celebra la vida que vivieron los antepasados y que han legado para que continúe. Con la danza se celebra la vida que nace, que continua, que se conserva y que debe protegerse de lo que la amenaza. Música y danza son inseparables y están relacionadas con los ritmos de la naturaleza y las fases de la vida. Aunque muchas danzas estén definidas por su función ritual o social (guerra, competiciones, diversión) la improvisación tiene cabida y el bailarín puede seguir los diferentes ritmos que marcan los tambores con distintas partes del cuerpo.
La música tradicional africana, aunque tenga especialistas, como los griots, no se reserva a iniciados, ni es el resultado de la evolución de una técnica. Se ha dicho más de una vez, que todo africano es un músico potencial, que el africano lleva el ritmo en la sangre, que éste forma parte de su identidad profunda.
Los ritmos, breves, vivos, repetitivos son los protagonistas de la música africana. El papel del instrumento no se limita a ser acompañamiento. Javier Ballesteros tiene razón cuando dice que: “los percusionistas son más importantes que los cantores y el ritmo, más importante que la voz”.
El más representativo de los múltiples instrumentos de música africanos es el tambor que puede tener formas y dimensiones muy variadas. Se considera sagrado y está presente en todas las ceremonias. El hombre que produce la música se fusiona con su instrumento movido por el ritmo. He visto muchas veces a los griots bobo-fin, tocar ese tam-tam que se llama “tama”. Construido con un tronco ahuecado, está cerrado en las extremidades con pieles unidas por cuerdas. Sostenido debajo del sobaco, se puede modificar el tono por la presión que ejerce con el brazo sobre las cuerdas que unen las pieles. Viendo a los griots tocar y danzar girando, en las fiestas de funerales me he preguntado más de una vez, quién poseía a quién. Para los ancianos la respuesta era sencilla: ambos estaban poseídos por el genio de la música. Para ellos la música es un genio que posee nuestra cabeza y nuestro corazón, que se enamora del hombre y lo desposa, lo mismo que hay hombres que se enamoran de la música y la convierten en la esposa preferida.
Joany Sanón, músico e investigador burkinabé, dice que para los africanos, la música es una revelación, un aspecto de lo divino comunicado por los espíritus, los genios y los antepasados. Es una revelación para dar vida, para hacer vivir una comunidad. Cuando el músico toca la flauta, el tam-tam o el balafón ante alguien, es para despertarlo y darle vida. Sin música no hay vida, pero, la música como toda realidad humana es ambivalente: puede ser causa de vida y de muerte. Dos mitos recogidos por J. Sanón, lo expresan muy bien:
“Durante un periodo de hambre, Dios dio una flauta a la liebre, una pequeña flauta. Cuando ordenaba a la flauta que cantara, su canto producía grano abundante. Así la liebre se convirtió en bienhechora de la humanidad”.
“También durante un periodo de hambre, el demonio dio a la hiena un tam-tam cuyo sonido producía la muerte y sucedió que durante este tiempo de hambre, la hiena encontró su alimento cada día, tocándole tam-tam ante sus víctimas que morían.”
La música es un don que el hombre recibe de Dios para dar vida a los hombres y hacer vivir a la comunidad. Durante siglos ha ayudado a conservar la memoria ensanchando los límites de la tradición oral, ha ayudado a transmitir valores y a consolidad comunidades. La sabiduría africana debe mucho a la música tradicional. Podríamos decir que se fecundan mutuamente.