Antepasados y vida
No se puede hablar de cultura africana sin hablar del papel que juegan los antepasados en la vida de los hombres. Omnipresentes, los antepasados han ocupado, y en muchos sitios todavía ocupan, un lugar central en la vida. Son considerados como intermediarios entre los vivos y las fuerzas espirituales de la naturaleza y no se toma ninguna decisión importante sin consultarlos. En cierto modo, los muertos siguen viviendo e influyendo en la vida de los hombres. Convertidos en antepasados, son guardianes de la tradición y de la cohesión social. Pueden influir de modo positivo o negativo en la vida de los humanos, por eso es de vital importancia tenerlos presentes y venerarlos. Si no se les rindiera el culto que merecen, los antepasados podrían enfadarse y castigar a los que los olvidan. Castigo que puede alcanzar a todos los miembros de la familia o del grupo. Para evitarlo. Es preciso aplacar el enfado de los antepasados con ciertos ritos: oraciones, ofrendas sacrificios.
La veneración de los antepasados no es sólo un deber moral y religioso, es una necesidad vital, ya que ellos son los garantes del orden cósmico y social. Ellos garantizan la vida y la continuidad de la tradición que da sentido y coherencia a las sociedades.
Los antepasados forman parte de la comunidad y están para preservarla. Son temidos y venerados. Se les puede invocar, llamarlos y hacerlos presente nombrándolos. Muchas veces comunican sus mensajes en sueños que serán interpretados por ancianos o especialistas.
“Vamos detrás de nuestros antepasados” dice un proverbio bámbara. Ir detrás de los antepasados quiere decir ser un eslabón en la cadena que transmite la vida y la tradición. Los mosi de Burkina Faso lo recuerdan cuando dicen: “Romper la tradición es acercarse a la muerte”. Del respeto de la tradición, del buen entendimiento de los hombres entre ellos y de los hombres con los espíritus depende la vida del grupo. Ser infiel a la tradición es condenarse a morir ya que en muchos casos, la traición a ciertas costumbres se paga con la vida. Los guardianes de la tradición no perdonan, si no hay reparación.
La vida cotidiana de los poblados está llena de gestos sencillos de respeto que recuerdan a los antepasados, como reservarles un poco de comida o verter algo de la bebida que se va a tomar. La presencia de los antepasados puede materializarse simbólicamente en objetos, plantas, animales o personas. Bigaro Diop nos lo recuerda en el conocido poema: “Los muertos no están muertos, / están en el árbol que se estremece, / están en el agua que fluye, / están en el agua que duerme, / están en la multitud. / Los muertos no están muertos”.
No todo el que muere alcanza la categoría de antepasado. Para convertirse en antepasado y no morir definitivamente, es necesario
haber cumplido tres condiciones:
• La primera condición para seguir existiendo y, de algún modo, seguir participando en la vida del grupo, es haber llevado una vida digna. Así lo recuerda la tradición oral con proverbios que dicen: “El sabio no se muere, el sabio se apaga”.
• Otra condición es haber cumplido con el deber de transmitir la vida recibida de los antepasados, ya que la vida recibida no pertenece al que la recibe, es un depósito precioso que hay que transmitir. Por eso, en África la esterilidad está considerada como la mayor desgracia. Algunos ritos funerarios lo marcan de modo cruel cuando se entierra a la persona estéril con un carbón en la mano. Ser estéril es ser como un fuego que se apaga sin transmitirse. Es ser como un pájaro sin plumas. “Las plumas dan al pájaro su belleza y señorío” (proverbio bámbara). La esterilidad pone en juego mucho más que la belleza y la importancia de la vida terrestre. La esterilidad cierra también la puerta al mundo de los antepasados, que rompe el eslabón de la cadena que transmite la vida de padres a hijos.
• Y por último, es preciso haber gozado de los ritos funerarios apropiados, esos ritos lo integran al mundo de los antepasados. Por esta razón los ritos funerarios son tan importantes.
Al terminar esta reflexión sobre el papel que juegan los antepasados en África y el culto que se les da, no se puede esquivar una cuestión importante: ¿Es compatible el culto de los antepasados y el papel que juegan en la tradición con el desarrollo? Es cierto que, si la tradición del culto a los antepasados, ha conservado vivas y dado coherencia a lo que querían ser esas sociedades. Pero nadie puede negar un hecho bien probado: la fijación en el pasado, cierra la puerta al cambio y al desarrollo. Creo que, con toda razón, se puede acusar a esta tradición de ser el talón de Aquiles del desarrollo, si se aplica sin adaptarla a los nuevos tiempos. Por eso, filósofos, sociólogos y otros intelectuales africanos han denunciado las políticas de “vuelta a la autenticidad”, y lo que podríamos llamar “romanticismo etnológico” que quisiera conservar, en nombre de la diversidad e identidad cultural, ciertas costumbres que generan una mentalidad conservadora que frena o impide el progreso. El problema existe y es importante: ¿Cómo preservar los valores positivos que hay en la tradición sin cerrarse a los cambios que exige el progreso? He aquí un desafío al que se enfrentan los africanos que quieren coger el tren del desarrollo, sin perder su identidad cultural.