La muerte del Patriarca copto ortodoxo Chenuda III
21/03/2012 por Christophe Ayad y Henri Tinc, LE MONDE
Jefe de la Iglesia copta desde hace 41 años, guía espiritual venerado y autócrata contestado, encarnaba la voluntad de supervivencia de los cristianos en Egipto.
Chenuda III, para de los coptos ha muerto el sábado 17 de marzo, a los 88 años, al término de una vida de lucha para defender la independencia y los derechos de su Iglesia, una de las más antiguas del mundo. El Patriarca difunto, enterrado el martes 20 de marzo, era 117 º secesor del evangelista Marcos fundador en el siglo I de esta Iglesia. Reinaba sobre millones de fieles en Egipto (10 m?), pero también en Etiopia, Sudan, así como en la diáspora de los Estados Unidos, Canadá, Australia y Europa.
Estudió la historia y la arqueología en la universidad del Cairo. Luego estudió la teología en el seminario antes de entrar en 1954 en el monasterio de Wadi Natrun, entre El Cairo y Alejandría. Allí llevó una vida de ermitaño durante 6 años entre oración y meditación. Ordenado sacerdote en 1955, obispoen 1962, por fín en 1971 fue designado patriarca con solo 48 años.
Hombre carismático, encarnaba para su comunidad la resistencia a un entorno musulman hostil. Sus relaciones con Anuar el-Sadat, a quien conocía personalmente, se degradan por el hecho de no permitir a sus peregrinos ir a Jerusalem. Sadat que acababa de establecer negociaciones con Israel, no apreciaba las tomas de posición propalestinas de Chenuda. Fue asignado a residencia en un monasterio por denunciar la pasividad del Estado en los progroms anticoptos de Zawiya el Hamra. Liberado por Mubarak, tratará de no criticar más el poder.
A lo largo de los ’90, cuando las iglesias eran quemadas y los cristianos del Alto-Egipto eran asesinados por los extremistas musulmanes, permanece a la vera del raís Mubarak y le sostendrá hasta la caída en enero-febrero 2011. “Mi misión no es política, sino espiritual, se justifica. Mi misiós es la de ayudar a mi comunidad a vivir en paz, profundizar lo más libremente posible su fe”. La comunidad se irrita con sus silencios ante lo que considera ella una marginalización cada vez más creciente: por miedo a los islamistas, el Estado no promueve la construcción de las iglesias y no cesa de disminuir la presencia de los coptos en la administración y en el gobierno. Este malestar culmina con el atentado contra la catedral de Alejandría, que mató a 21 cristianos.
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