Si el tiempo fuera oro, pagar me costaría carísimo, por Fátima Valcárcel

12/03/2012 | Bitácora africana

Estoy intentando recordar los casos en los que, en España, debemos llevar dinero suelto para pagar una compra o servicio y apenas me viene uno a la cabeza: el autobús, ya que el conductor no puede dejar a los pasajeros esperando mientras se baja a cambiar, ni interrumpir la frecuencia de la línea por este motivo. Hasta en los taxis y en los kioscos tienen “la obligación” de contar con billetes y monedas suficientes para satisfacer al cliente. Otra cosa es que, para evitarnos una situación desagradable, al entrar a un taxi preguntemos si tienen cambio o que, por facilitar las cosas, no vayamos a comprar el periódico con un billete de 50 euros.

Y, ¿por qué España ha cambiado tanto desde que yo era pequeña? Porque ahora este tipo de efectivo fluye. La masa monetaria se ha incrementado notablemente. Nuevos sistemas de pago, como las tarjetas de crédito, nos permiten adquirir un simple billete de metro… Cualquier instrumento que facilite nuestras operaciones y nos ahorre tiempo se convierte a su vez en más dinero. Nuestro tiempo se ha convertido en oro…

En Malí, en cambio, el tiempo no pesa los mismos quilates. En Bamako, en los puestos callejeros, en los mercados de barrio, en los supermercados de aspecto occidental, en los taxis e incluso en los mini-buses tienes que esperar un minuto, dos, diez hasta que logran cambiar en otro lugar para poder devolverte. No importa si al resto de pasajeros les toca esperar o si se forma cola en la tienda de la esquina. La gente está acostumbrada. A veces, como contaba el otro día, prefieren hacerte un descuento porque saben que conseguir suelto no va a ser fácil. Otras te ofrecen un pago en especie a cambio de la deuda: una chocolatina, cinco caramelos… Por último, los hay que se guardan el billete con la intención de quedárselo porque no tienen cambio, aseguran. Por lo que, si no te pones firme, te cobran justo el doble de lo que habías acordado por la carrera (los taxis no llevan contador, el precio se determina de antemano). Y, de nuevo, no es que te intenten mentir. Es verdad, y si cuela, cuela. De hecho, este viernes, al negarme a ceder, el conductor salió del taxi, desapareció en la oscuridad de la noche, me hizo dudar de si por un euro y pico no debería de haberlo dejado así y cuando ya era casi presa del pánico -que antes de salir me habían inyectado las propias bamakoises por los riesgos que corría al coger un taxi sola-, lo vi regresar corriendo con dos billetes de 1.000 francos CFA. Uno para él y otro para mí.1

Sin embargo, todo parece indicar que el hecho de que en Malí el tiempo no sea oro, tal y como se entiende en España, no solo está justificado por cuestiones culturales -que yo misma aprecio, más tarde cito y que no son únicamente una cuestión de paciencia- sino que el hecho de que en Malí el tiempo no sea oro es, principalmente, consecuencia de lo mal repartido que está el mundo. La desigual distribución de la riqueza se mide en términos de esperanza de vida o en número de bienes adquiridos, pero hasta ahora no he oído hablar de ningún indicador que la mida en tiempo.

Quizá los economistas deberían de crear un índice que midiera la disponibilidad de tiempo para saber cuál es la verdadera pobreza de la gente. La de a quienes les sobra el tiempo, pero no tienen la posibilidad de medir sus decisiones en términos de coste de oportunidad, porque no pueden decidir qué hacer con su dinero.2 O, tal vez, lo que debiéramos hacer en países como España es crear un indicador para valorar nuestro tiempo, pero no según las horas que invertimos en generar más oro, sino por la vida que a cambio perdemos y que no se miden en términos monetarios, sino en otro tipo de felicidad o valores. La que acaba convirtiendo nuestro dinero en oro y el único motivo de por qué el tiempo sí se puede considerar un bien preciado en Malí.

Al contrario de lo que ocurre en los países del Norte, los malienses, trabajen o no, toman el tiempo que sea necesario para aquellas actividades que verdaderamente les satisfacen y que consideran culturalmente ineludibles, como son disfrutar de los suyos o cuidar de sus mayores.

Quizá, si llegáramos a ese punto intermedio, la riqueza estaría por fin mejor repartida. Y no excluiríamos ninguno de los elementos que abarca el amplio concepto de la riqueza.

1: En el medio rural, los billetes y las monedas circulan aún menos que en las ciudades. Por ello, muchas veces “se deja a deber al vendedor” o es el propio comerciante quien “deja a deber al cliente”. El trueque es todavía muy común.

2: No me olvido de las personas que, en otros lugares del mundo, también disponen de demasiado tiempo libre porque no tienen acceso a un puesto de trabajo, aunque lo necesiten. Tampoco de los españoles.

Original en Es la hora de África

Autor

  • Valcárcel, Fátima

    Fátima Valcárcel es ante todo periodista y enamorada de África y por este continente ha volcado su labor profesional y humana . Actualmente reside en Mali donde colabora con el periódico "Les Echos" y desde Bamako escribe su blog "Es la hora de África" que reproducimos en esta Bitácora Africana.
    Escribe en la Revista "Política Exterior" y en "FronteraD" , y en la Universidad de Valencia con la Cátedra UNESCO . organizó y dirigió seminarios sobre África

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