Una sociedad no puede subsistir cuando la mayoría se queda con migajas. La desmesurada acumulación de riqueza en pocas manos —un sello distintivo del capitalismo— debe ser controlada de alguna manera. Los impuestos son una forma de lograrlo. El ascenso de Mamdani es una señal, una prueba, de que el capitalismo está fracasando. Y cuando el capitalismo fracasa, ¿qué sucede? La gente se inclina hacia la derecha o hacia la izquierda. Las sociedades oscilan hacia los extremos, como ocurrió tras la Gran Depresión. En aquel entonces, las sociedades eligieron dos caminos muy diferentes: en Europa, Alemania se radicalizó hacia la derecha (y desde allí, directamente al abismo), mientras que Estados Unidos se radicalizó hacia la izquierda como nunca antes, y bajo el mandato de Franklin D. Roosevelt se implementaron cambios que hicieron que el capitalismo funcionara, al menos en cierta medida, para todos. Por supuesto, con el tiempo, el legado de FDR comenzó a desvanecerse…
¿Por qué Zohran Mamdani “ya ganó” en la ciudad de Nueva York? Sí, las elecciones se celebran en pocas horas, el martes 4 de noviembre [n. del t.: a la hora de escribirse este artículo). Aun así, seguramente será el gran vencedor, enfrentándose al exgobernador Andrew Cuomo y al republicano Curtis Sliwa. ¿Cómo lo logró en una ciudad tradicionalmente dominada por la derecha? Porque, seamos sinceros, los demócratas son un partido de derecha en Estados Unidos, o, si lo prefieren, se convirtieron en un partido de derecha desde Clinton. Un partido de “demócratas corporativos”, socios de Wall Street. El propio Clinton apoya a Cuomo en estas elecciones. Dentro del Partido Demócrata, Bernie Sanders y AOC son excepciones notables. Recordemos cómo la cúpula demócrata saboteó a Sanders en las elecciones de 2016 y se unió en torno a la belicista Hillary Clinton. Bernie habría ganado entonces, y Donald Trump jamás habría sido elegido como el 45.º presidente de los Estados Unidos, a pesar de haber diagnosticado correctamente el colapso de la clase media.
Nueva York se ha convertido en una ciudad para los superricos. Una ciudad que antaño fue un refugio para los pobres, con alquileres, pan y leche baratos, y salarios diarios decentes. En la ciudad mítica —la ciudad que vive en el imaginario estadounidense— residen ahora unos 400.000 millonarios. Para ellos, el coste de la vida no es un problema. (Acabo de leer un titular del Wall Street Journal que lo dice todo: «Los que gastan a lo grande mantienen la fiesta en Nueva York»). Pero para el resto, el coste sí es un problema… Nueva York se ha vuelto demasiado cara para la clase trabajadora. Sí, lo sé: ya casi nadie usa el término «clase trabajadora». Suena un poco anticuado. Pero eso no significa que haya desaparecido. Y es precisamente la clase trabajadora la que mantiene la ciudad funcionando como una navaja suiza, pero a la vez, es la que más sufre bajo el peso. Apenas puede pagar las facturas…
Así, un joven político, Zohran Mamdani, intachable, libre de “recuerdos dolorosos”, atractivo y con sólidas raíces familiares, irrumpe por sorpresa y genera controversia. ¿Cómo lo logró?
Salió a la calle, saludó a la gente, se tomó fotos con ellos y las publicó en redes sociales, en historias y en zohranfornyc.com. Y así, gente común —taxistas, dependientes, cocineros, conductores de autobús, profesores, amas de casa— empezó a verse reflejada en las cuentas de Mamdani. Justo a su lado. La gente conecta cuando les preguntas su nombre y los recuerdas la próxima vez que te los encuentras por la calle. Pueden sentir si realmente empatizas con ellos, si muestras verdadera comprensión, y entonces se inclinan en señal de respeto, quizá incluso de admiración. Cuando les preguntas qué cambiarían si fueran alcaldes por un día, a qué se dedican, cuántos hijos tienen, etc., es entonces cuando el vínculo se vuelve real.
Y hablando con todos, a lo largo del tiempo —como si nunca se cansara— sobre las dificultades que enfrentan, dificultades que se sugieren y se explicitan en las imágenes y reflexiones anteriores. Por ejemplo, para convencerlos de que congelaría los alquileres durante cuatro años, él mismo se zambulló, vestido de traje, en el mar helado. ¿Quién más lo habría hecho? La sociedad estadounidense está harta de los políticos profesionales (permítanme insistir en esto: incluso Trump apostó por ese mismo cansancio y se alzó con una especie de trono imperial). Y cuando los políticos profesionales te subestiman, es cuando sales ganando.
Así, en el rostro de Mamdani, los jóvenes, los pobres, los marginados de Nueva York —los intelectuales y la clase trabajadora que construyeron la ciudad y la coronaron como una Florencia moderna— encontraron a su amado. Un amigo que realmente escuchaba su dolor. Un amigo que los escucharía y lucharía por cambios políticos a nivel local, cambios que podrían brindarles algo de alivio. Bien, si un multimillonario tiene treinta mil millones y se ve “obligado a devolver” uno mediante impuestos, el mundo no se acabará… La idea de Mamdani de autobuses públicos gratuitos fue lo que le dio impulso. ¿De dónde saldría el dinero? Aumentando ligeramente los impuestos, solo un 2% más, a los 123 multimillonarios de la ciudad. (Por supuesto, eso solo podría ocurrir con el acuerdo del Gobernador del Estado de Nueva York). Y así, los multimillonarios comenzaron a unirse, luchando furiosamente contra esta “revolución emergente”. También habló de guarderías gratuitas y un salario mínimo de treinta dólares.
El gobernador de California, Gavin Newsom, afirmó que sería importante que Mamdani trasladara el entusiasmo de su campaña a la administración municipal, ya que los ciudadanos quieren ver resultados. Mamdani ya ha anunciado con astucia que mantendrá a Jessica Tisch como comisionada del Departamento de Policía de Nueva York (NYPD), nombrada precisamente por el actual alcalde, quien, lamentablemente, aceptó sin reparos obsequios de Turquía. Esta decisión demuestra estrategia y competencia política, a pesar de que Mamdani solo tiene 34 años.
En conclusión, Mamdani representa el futuro de la izquierda en un país que, por razones comprensibles, tiene aversión a las palabras socialismo y socialista. (Él mismo, por supuesto, se autodenomina socialista democrático, mientras que muchos otros se llaman capitalistas democráticos). Y representa el futuro de una izquierda que escucha al pueblo, que habla con franqueza sobre los intereses de los pobres en lugar de los de los multimillonarios, quienes han comenzado a controlar el poder político en Estados Unidos. Mientras que, en la versión china del capitalismo, por ejemplo, el Partido aún controla a los multimillonarios. La derecha, que merece respeto por su resistencia en las últimas décadas, debería dejar de culpar al pueblo —en lugar de a la élite— de todos los problemas que aquejan a la sociedad. De este modo, Zohran Mamdani nos recuerda que la sociedad neoyorquina ya ha tomado sus decisiones, que la personalidad importa, que la inteligencia importa… y que la historia no termina mientras persistan las flagrantes desigualdades sociales.
Dimitris Eleas
Fuente: Pressenza
[CIDAF-UCM]


