
En torno al año 1500 se considera que se produce la transición desde la Edad Media a la Edad Moderna. Es un momento en el que ocurren muchas cosas: América se incorpora al mundo, se desarrollan los estados-nación dejando atrás el pacto feudal entre súbditos y señores propio de la Edad Media, surge el humanismo colocando al individuo y a la razón en el centro del universo, y se produce la ruptura de la cristiandad en dos grandes ramas, la católica, a la que nosotros pertenecemos, y la protestante, que es la dominante en el mundo anglosajón. Los protestantes, basándose en los males que aquejaban a la Iglesia Católica, construyeron una nueva estructura religiosa, realmente una nueva religión, que no reconocía la autoridad del Papa ni de los Obispos, que se basaba en la lectura de la Biblia, en la relación directa del hombre con Dios sin intermediarios, y en la salvación por la Fe en contra de la salvación a través de las obras del catolicismo, entre otras cosas. El protestantismo salió adelante por su colaboración con los príncipes y señores europeos opuestos al poder de Roma y sus aliados.
En Inglaterra, por razones absolutamente terrenales, surgió la Iglesia Anglicana, que rompió con la autoridad del Papa colocando como máxima autoridad religiosa al propio rey inglés, pero manteniendo los dogmas católicos, aunque acabó por abandonarlos y hacerse protestante.
Entre los protestantes hubo sectores radicales que estuvieron en contra de los desvíos mundanos de la nueva religión, como los puritanos en Inglaterra, que se negaban a ser controlados en lo religioso por la autoridad terrenal del rey, por lo que fueron perseguidos; o como los hugonotes en Francia, primeros colonizadores de Sudáfrica. Todos ellos muy influidos por las ideas calvinistas, auténtica reforma dentro de la reforma protestante.
En 1620, un barco llamado Mayflower zarpó hacia América del Norte con 101 personas a bordo. De ellas, aproximadamente la tercera parte eran puritanos ingleses que habían huido a lo que hoy son los Países Bajos (Holanda). El barco pertenecía a una compañía comercial que llevaba a los pasajeros como colonos que podrían instalarse por su cuenta tras un tiempo de trabajo para la compañía. El barco se perdió y tocó tierra mucho más al norte de lo previsto, en un lugar entonces desconocido. Ante la ausencia de normas, el tercio de colonos puritanos organizó la convivencia y estableció unas pautas de comportamiento que forman parte de lo que hoy es la esencia de los Estados Unidos. Entre sus principales fundaciones se encuentran las ciudades de Plymouth y Boston, y un colegio del que surgió la Universidad de Harvard, en Massachusetts. Estos puritanos, como en general todos los protestantes radicales europeos, tenían ideas próximas al calvinismo, que defiende un Dios lejano, como el Yahveh del monte Sinaí del Antiguo Testamento, muy distinto a nuestro Padre Misericordioso. También creían los calvinistas nada menos que en la predestinación, según la cual el hombre, independientemente de cómo viva, es incapaz de salvarse, salvo que Dios lo haya dispuesto así de antemano. Frente a la pobreza, que es la virtud fundamental de nosotros los católicos, ellos tienen como virtud por excelencia la laboriosidad. La laboriosidad y su fruto en forma de riqueza son muestra de que alguien ha sido elegido por Dios para salvarse. Sobre un pobre, en cambio, no hay nada garantizado.
Los herederos directos de esta forma de pensar están encuadrados en el actual Partido Republicano de Estados Unidos. Así podemos entender que allí no haya un sistema de sanidad universal como el nuestro: para ellos, si no puedes pagarte un seguro médico es porque no eres lo suficientemente laborioso, lo que indica que seguramente no has sido elegido por Dios para salvarte.
Este modo de pensar, según muchos autores, condiciona en gran medida lo que es hoy nuestro sistema económico, basado en la acumulación, la eficacia y el pragmatismo. Las cosas podrían haber sido de otra manera si los dos tercios de pasajeros no puritanos del barco hubiesen hecho valer sus puntos de vista. Ha habido y hay otras líneas de pensamiento que podrían conducir a mundos muy distintos y que han sido sepultadas por el pensamiento mayoritario, que no único, de los puritanos anglosajones. Podemos recordar las comunidades inspiradas en Robert Owen, los falansterios de los socialistas utópicos como Charles Fourier. O, más recientemente, el “Personalismo Comunitario” desarrollado por Enmanuel Mounier, alternativa filosófica, social y económica que defiende a la persona frente al individuo y a lo comunitario frente a lo colectivo. Otro ejemplo son los movimientos que trabajan en economía solidaria entendiendo la economía, no como lucha, sino como colaboración por la existencia. Hay un pensamiento dominante que deslumbra y no nos deja ver la fascinante diversidad con la que otras personas abordan la vida. Ya intentaremos hablar más adelante sobre esos otros caminos.
A aquellos puritanos del Mayflower se les llama Padres Peregrinos y se les considera fundadores de EE. UU. Estuvieron a punto de morir de hambre el primer año y sobrevivieron gracias a un indio que les enseñó a cultivar maíz. El famoso Día de Acción de Gracias que todos conocemos por las películas, conmemora la primera cosecha de maíz que recogieron. De poco les sirvió a los indios su noble gesto.
Las relaciones entre calvinismo y capitalismo son un tema de estudio “clásico” y bien conocido en el ámbito de la historia. Resulta inevitable citar a Max Weber, que escribió en 1905 un ensayo titulado “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”. Hace unos diez años, una empresa aragonesa de tamaño medio fue comprada por un fondo de inversión americano; un antiguo compañero de estudios, bien situado en esa empresa, me explicaba que los nuevos propietarios estadounidenses carecían de ese algo de sentido social que es inherente a las empresas europeas.
Sirvan estas líneas como escueta presentación de una cuestión que está presente en el mundo de hoy.
José Antonio Barra Martínez


