Las violaciones y la corrupción en los campamentos arruinan las vidas de los desplazados somalíes

2/02/2012 | Crónicas y reportajes

MOGADISCIO (AlertNet) – Las raciones alimentarias de Nurto Isaak la alimenta a ella, a sus tres hijos y, sospecha que, a los milicianos que protegen el campamento de Mogadiscio, donde ella y otros desplazados somalíes se refugian.

La ciudad acoge a más de 180.000 desplazados internos (IDPs, por sus siglas en inglés) que, al igual que Isak, huyen de una combinación letal en su país: conflicto, sequía y hambruna.

Muchos se arriesgan a viajes largos y difíciles para llegar a la ciudad, siempre tienen la mirada puesta en numerosas organizaciones de ayuda que llevan a cabo operaciones humanitarias en las que se distribuye comida y se trata la malnutrición. Sin embargo, muchos desplazados internos de diferentes asentamientos en esta ciudad arrasada por la guerra se quejan de que no les llega la ayuda alimentaria y acusan al personal humanitario local, que trabaja para diferentes ONG internacionales y somalíes, de llenarse los bolsillos.

“La mitad de las raciones destinadas a nuestro campamento van a parar al caudillo de la milicia que nos protege”, declaró Isak a AlertNet (www.trust.org/alernet), un servicio de noticias humanitarias dirigido por la Fundación Thompson Reuters.

A pesar del aumento de la presencia de organizaciones humanitarias, muchos desplazados dicen que se viola a las mujeres en los campamentos; mientras que otros lamentan la falta de trabajo, de centros de asistencia sanitaria y de escuelas.

Seis meses después de declararse la hambruna en distintas partes de Somalia, el Cuerno de África sigue atrapado en una crisis humanitaria en la que, según los datos de la ONU, hay cuatro millones de personas que necesitan ayuda. Sin embargo, los enfrentamientos entre las fuerzas gubernamentales y los rebeldes islamistas, los ataques a personal humanitario y una historia en la que la ayuda ha sido manipulada para beneficios políticos, hacen de Somalia uno de los países más difíciles en los que las organizaciones de ayuda humanitaria trabajan.

Es, por tanto, un típico estudio de caso acerca de los obstáculos para una ayuda eficaz, tal y como se manifiesta en un sondeo de AlertNet publicado el jueves pasado sobre las 41 organizaciones de ayuda humanitaria más destacadas.

En la encuesta, más de la mitad de los expertos mencionaron que los desastres, cada vez más complejos, son uno de los mayores retos en el reparto de la ayuda; también aparece de forma recurrente el uso de la ayuda como arma política y la violencia contra el personal humanitario.

El mes pasado dos empleados de Médicos Sin Fronteras fueron asesinados a tiros por un compañero en Mogadiscio; a principios de este mes, el Comité Internacional de la Cruz Roja suspendió la distribución de alimentos a más de un millón de personas después de que los rebeldes de Al Shabab bloquearan la entrega en las zonas que controlan.

“Este es uno de los entornos más complicados para los trabajadores humanitarios” señaló Mark Bowden, coordinador humanitario de la ONU para Somalia, en respuesta a las afirmaciones de los desplazados sobre la venta de las raciones alimentarias por parte del personal humanitario local. “A pesar de los constantes esfuerzos para reforzar nuestros sistemas de seguimiento, las acusaciones continúan y continuarán” añadió en declaraciones a AlertNet.

DINERO FÁCIL

Las fuerzas gubernamentales y los caudillos vinculados al gobierno dirigen de forma directa e indirecta algunos campamentos (que son poco más que un puñado de viviendas endebles hechas con palos y lonas) en los que viven los desplazados internos, manifiestan los residentes.

Shukri Aden, residente de otro campamento, dijo haber presenciado cómo los comerciantes compran directamente las provisiones de alimentos a un grupo de locales que trabajan para las ONG y organizaciones de ayuda responsables su distribución en el campamento en el que vive. Esta madre de seis hijos cuenta que “los comerciantes aparcan los coches y camiones al lado del campamento justo el día en que se distribuyen los alimentos”.

“Una vez al mes se entrega a los residentes de los campamentos una tarjeta que les permite coger veinticinco quilos de arroz, veinticinco quilos de harina de trigo, diez quilos de azúcar y cinco quilos de aceite para cocinar” cuenta Aden y prosigue “pero a menudo se les presiona para que entreguen sus raciones al personal humanitario que paga por cada provisión unos cinco dólares, y esto apenas alcanza para comprar comida para un día. Entonces, el personal humanitario vende la comida al comerciante a precios más altos y, así, consiguen unos beneficios de miles de dólares”.

“Nos entregan tarjetas para llevarnos la comida, pero es extraño que recibamos la ración” dice Aden, que pide limosna y lava ropa para reunir poco a poco unos chelines extras para dar de comer a su familia.

VIOLADA A PUNTA DE PISTOLA

A pocos quilómetros de distancia, en el campamento de desplazados internos de Dinsoor, Kadija Mohamed de treinta y seis años explicó a AlertNet que fue violada: “tres hombres armados que llevaban el uniforme del gobierno vinieron al campamento; el más fuerte me apuntó con la linterna a los ojos, me estranguló y me violó delante de mis hijos que lloraban”.

Mohamed, que es viuda, cuenta que esperó a que amaneciera para dirigirse a la clínica más cercana y allí le dijeron que no había médicos.

“Más tarde, los jefes del campamento me dieron algunos analgésicos. Ahora estoy bien, pero no sé qué tipo de enfermedades he contraído a raíz de la violación. No tengo ningún sitio donde ir a hacerme un chequeo”; y añade: “vivimos en unos refugios improvisados; no hay ni una organización de ayuda ni el gobierno para que nos puedan proteger por las noches. Estamos alejados de la mano de Dios”.

Isak también dice que las violaciones son comunes en su campamento: “violan incluso a madres a punta de pistola por las noches, y nos amenazan de muerte si lo revelamos”; y añade “estos refugios improvisados carecen de puertas que se puedan cerrar, así que estos hombres simplemente entran por la noches y se acuestan contigo”.

Según el informe del 18 de enero de la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA, por sus siglas en inglés) de la ONU, la violencia sexual contra mujeres y niñas continúa en Somalia. También se dice que la seguridad en los campamentos de desplazados es insuficiente y corre el riesgo de ir a peor.

CUESTIÓN DE PRIORIDADES

El hermano de Mohamed, Macalim Ibrahim, de cuarenta años se reserva la mayor crítica para los oficiales gubernamentales y el personal humanitario local: “este personal humanitario construye casas gracias a la venta de la comida destinada para la gente pobre desplazada, como nosotros. No tenemos nada y, sin embargo, no tenemos ni un gobierno ni una organización de ayuda a la que pedirle auxilio” relata a AlertNet.

También cuestiona la efectividad de algunas ayudas que reciben: “muchas ONG vienen, se sacan las fotos y nunca regresan; por ejemplo, una organización de ayuda vino y construyó esta escuela con láminas de hierro. Llevamos a nuestros hijos, pero no más de siete días. Grabaron a los niños en el cole y jamás volvieron. Los profesores también desparecieron”, y sigue relatando que “otras organizaciones de ayuda vinieron y construyeron estas letrinas, cosa que está bien, pero un hombre hambriento nunca va al lavabo. Necesitamos comida y agua para sobrevivir”.

ABDI SHEIK

26 de enero de 2012

Información adicional de Katy Migiro en Nairobi.

AlertNet es un servicio de noticias humanitarias dirigido por la Fundación Thompson Reuters. Visite www.trust.org/alertnet.

Traducido para Fundación Sur por Rocío Murillo.

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