En términos de «ayuda al desarrollo» África es receptor y China donante, por lo que China ejerce en este continente el mismo papel de los países occidentales. Las dos principales motivaciones para la aceptación de las relaciones comerciales de África con China, se resumen en el bajo precio de sus importaciones e interesantes proyectos de infraestructura con respecto a otros proveedores, pero sobre todo lo que prima es la ausencia de condiciones de tipo político o económico, impuestas por la parte china para la realización de los intercambios a “diferencia de la mayoría de acreedores occidentales bilaterales y multilaterales”.
Aún así, algunos países africanos han empezado a criticar a las empresas chinas por poner en peligro el futuro de algunas producciones locales, que no pueden competir con las exportaciones procedentes del país asiático. Con la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC), ha crecido una superpotencia económica de exportaciones producidas en serie y a bajo coste, sin dejar espacio para la competencia africana. Esto ha sido muy perjudicial para la industria naciente en África, particularmente en el sector textil, dónde se ha provocado un retroceso de décadas a los planes africanos de industrialización . Un ejemplo son las relaciones comerciales que tiene China con Suráfrica , caracterizadas por el “desencuentro” causado debido a la entrada masiva de productos textiles chinos, responsables según los sindicatos surafricanos, de la pérdida de 60.000 puestos de trabajo y el aumento, año tras año, del déficit comercial con China.
China prefiere concentrarse más en las inversiones, la producción y el comercio y menos en la caridad, quizás esto sea más beneficioso que “la ayuda al desarrollo” es decir, más comercio y menos ayuda . Algunas opiniones confirman, entre la clase política africana, que ven a China como modelo “alternativo” al modelo occidental, se orienta hacia la atracción que ejerce el país asiático sobre los políticos, intelectuales, medios de comunicación y sociedad civil en general, que lo ven como “fuente de inspiración” a modelos económicos y políticos. Para muchos africanos – “agotados físicamente e intelectualmente tras dos décadas de reformas económicas” dirigidas por las Instituciones Financieras Internacionales (IFI), Estados Unidos y la UE – China representa una esperanza de que exista una alternativa, “donde el pan llega antes del derecho a votar” .
Otra perspectiva es la que Ambroise Ebonda subraya, donde “Los africanos tienen todo el derecho de asociarse con China. Pero de ahí a creer que los chinos vienen a invertir en el continente para ayudarnos, hay un trecho. No debemos tomar a China por lo que no es, no son «hermanitas de la caridad». África es el paraíso que les permite obtener todo lo que necesitan, tanto para su supervivencia como para sus ansias de grandeza . Este autor comenta que África no se beneficiará de las relaciones comerciales con China, pues no ve que el gigante asiático tenga intenciones de crear empleos rentables a los africanos porque los trabajos los realizan trabajadores chinos. Intelectuales africanos como el nigeriano Toyin Falola, de la Universidad de Texas, advierte que “el bilateralismo de China en lo referente a África, podría minar las instituciones regionales y continentales ya que juega de nuevo a la división colonialista y tácticas de conquista” viendo además que los países africanos son demasiado pequeños para negociar con la gigante China.
