Marruecos : el islam no debe salir de las mezquitas
05.12.11 Le Monde por Tahar Ben Djellun, escritor y poeta
Nos ha caído en gracia una expresión vacía de sentido y sobre todo engañosa: “islamistas moderados”. Un religioso que ocupa el campo político no se interesa a la moderación. Montesquieu explica en su libro Del espíritu de las leyes cómo “el bien político, así como el bien moral, se encuentra siempre entre dos límites”. Ahora bien, los islamistas por todo el mundo no conocen más que la vertiente extrema aún proclamando un discurso tranquilizante.
Sabemos que lo religioso y lo político, conjugados con las técnicas modernas de comunicación, concurren hacia un régimen autócrata. La máquina de la involución y de la anulación de las libertades individuales se pone en marcha a veces camuflada bajo el vocablo de “la normalización” y de “la autenticidad”.
Se casa lo irracional con el derecho objetivo. Esto no va junto, peor, esto agrava los problemas particularmente en el espacio económico. El recurso a los principios religiosos para luchar contra la pobreza y la corrupción es una quimera, una inadecuación total con los principios de la modernidad. Se hace la moral a la gente en vez de atacarse a las raíces del mal que son del orden económico y político.
El islam bien entendido es una bellísima religión; debería quedarse en los corazones y en las mezquitas. Además Dios insiste en la responsabilidad de la persona sobre sus actos. No tiene necesidad de un gobierno religioso para dictarle lo que debe de hacer. Pero el islamismo religioso se caracteriza en general por una acción directa sobre el modo de vida de la gente.
Este proceso comienza por algunos sermones moralizantes y termina por decretos y leyes (fetwas) que gobiernan la vida cotidiana de los ciudadanos. Impide pensar, o mejor, piensa en lugar de los ciudadanos. ¿Para qué pensar, dudar, debatir ya que todo está escrito desde siempre?
Marruecos ha sido musulmán de siempre y nunca ha sentido la necesidad de mezclar la religión y la política. Las hermandades han existido siempre, con comportamientos a menudo que tomaban sus distancias del rito oficial malekita y el debate interno existía. ¿Porqué este país está cayendo hoy entre las manos de políticos ambiciosos, bastante bien implantados en los avientes populares pero con programas bastante etéreos? Pero, ¿qué pasa? No creo en el efecto dominó, porque la situación de Túnez no tiene nada que ver con lo que se vive en Marruecos, desde la llagada del rey Mohammed VI.
Una constatación: la democracia en cuanto sistema electoral ha aprovechado a un partido que estaba muy motivado y activo sobre el terreno. Hay que añadir a ello que los otros partidos, los tradicionales como los nuevos, que son todos musulmanes pero que tienen un comportamiento laico, no han sabido dirigirse al pueblo y sobre todo a la juventud desamparada. El discurso religioso es siempre más fácil.
Hemos podido escuchar un candidato del Partido de la justicia y del desarrollo (PJD) prometer un « pedazo de paraíso » a los que votarían por él. ¡Lo peor es que eso funciona! ¡Intentad contrarrestar esta demagogia imbécil pero eficaz!
El islamismo marroquí ha sido fabricado desde hace mucho tiempo. Se puede poner una fecha a su nacimiento en la época de la política irresponsable de arabización de la enseñanza en la dirección de un monolingüismo donde todo ha sido confiado al pensamiento islámico. Me acuerdo que en 1971 tuve que dejar el puesto de profesor de filosofía el día en que el ministerio del interior decidió arabizar esta enseñanza con la finalidad no declarada de limitar el acceso a los alumnos marroquíes a los textos considerados subversivos de la filosofía que se enseñaba en francés.
Los textos de Nietzsche, de Freud, de Marx, de Weber y bastantes más por la historia del pensamiento islámico, que también la enseñábamos como una de tantas entre otras corrientes.
La arabización fallida de la educación nacional fue reemplazada por el recurso a la enseñanza privada bilingüe y abierta a otras culturas. Todos los responsables de esta política hicieron todo lo posible para inscribir sus propios hijos en los liceos de la Misión francesa! Los diplomados francófonos (de hecho, bilingües) encontraban más fácilmente trabajo que los que no poseían más que el árabe.
Un foso sociológico se abrió entre estos dos clanes. Los islamistas reclutan en los medios arabófonos, frustrados y marginalizados por el poder.
Pero no solo este aspecto explica la emergencia del islam político en Marruecos. La revolución iraní, el trabajo de propaganda de los Hermanos musulmanes, la importancia de las cadenas por satélite de los países del Golfo que son auténticos instrumentos de proselitismo, trabajarán el imaginario de los marroquíes que son ya propensos a escuchar un discurso que les tranquiliza tanto más que los otros partidos han demostrado su incompetencia o su ingenuidad.
El otro elemento importante es que las elecciones no son el resultado de la democracia. Es verdad que los votos han tenido lugar sin manipulaciones, sin trampas. Pero el hecho que solamente 45% de los inscritos se hayan desplazado para votar quiere decir que la pedagogía del trabajo democrático no ha avanzado para nada. Porque la democracia no es una técnica sino que una cultura. Marruecos no ha tenido tiempo para cultivar la democracia en las mentalidades.
Hace falta tiempo, porque no basta con ir a votar; haría falta votar en un espíritu que haga avanzar los valores de la modernidad (Estado de derecho, respeto del individuo, etc.). Pero mientras el campo religioso se mezcle en política, esta pedagogía es un fracaso.
Marruecos no puede no hacer la experiencia islamista. Solamente, esperemos que estos políticos no hagan demasiados estropicios y que no ahuyentarán a los turistas ni van a desalentar a los inversores. Veremos lo que hacen una vez que tomen las riendas.
Incluso diluidos en un gobierno de coalición. El riesgo de los islamistas marroquíes es que bloqueen la evolución de este país donde la plaga de la corrupción, donde la precariedad y las desigualdades son cada vez más intolerables.
Estos problemas graves no se resolverán con oraciones, sino gracias a una movilización racional y una voluntad política que reclamándose de la lucha contra la pobreza y de la miseria haga de ellas una prioridad absoluta.
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