Kenia y el viaje salvaje en el matatu

28/11/2011 | Crónicas y reportajes

Desde los que viven en comunidades cerradas hasta los habitantes de los chamizos en barriadas de chabolas, todo el mundo en Kenia te dará una charla sobre su experiencia como pasajero de un matatu- el minibús taxi que te puede llevar hasta el último rincón del país.

Se mueven entre el tráfico a toda velocidad como demonios con impulsos suicidas, frenando con el freno de mano y haciendo maniobras cerradas en adelantamientos mientras maldicen a otros conductores, y sus revisores golpean amenazadoramente los lados de los coches más lentos. Haciendo sonidos ensordecedores con sus neumáticos, sorteando grandes baches e incluso usando su prepotencia hacia los peatones. Para el Matatu cada camino es una autopista.

Resulta imposible que pasen desapercibidos. Se caracterizan por su aspecto exterior decorado con colores creativos y psicodélicos con pinturas inspiradas en estrellas del hip-hop, y celebridades como Usain Bolt. Cada matatu tiene un grafiti único, y las mentes creadoras de este tipo de pinturas cobran entre 300 y 900 euros para transformar estos coches blancos y apagados en grandes y brillantes camiones.

Los interiores son exageradamente extravagantes. Están equipados con confortables asientos de terciopelo, los techos están recubiertos con maderas lujosas, las ventanas están tintadas y tienen luces ultravioletas con fotos ampliadas de estrellas de la música, carísimos sistemas de música e incluso un televisor de plasma de 52 pulgadas. Las ventanas tintadas están cubiertas de grafiti y hay pequeñas pegatinas con sabor a sabiduría callejera: “No queremos decir que seas gordo, pero si ves que tienes que ocupar dos asientos, ¡PAGA!” y “¿Por qué usas un cepillo de dientes cuando en realidad tienes solo un diente?” o también “Incluso las aguas residuales pueden extinguir el fuego”.

Obviamente, cada matatu tiene un nombre propio. Nombres como Twitter, Osama, Rihanna, Mariga, Obama, Lewinsky, Mandela…estoy seguro de que en algún lugar de Kenia tiene que haber un matatu con el nombre de Gaddafi.

El sistema matatu funciona más o menos de la siguiente manera: como muchos otros medios de transporte, un matatu tiene un conductor y un revisor. Ahí terminan todas las similitudes. Los Matatus se conducen como si fuese un coche de Formula 1, con un revisor siempre colgado de una barra en la puerta, que sube y baja del matatu en marcha, como un regateo de baloncesto.

Un día cualquiera el conductor se enfrenta al frenético tráfico de Nairobi mientras el revisor señala espacios entre el tráfico, intimida a otros conductores y grita constantemente al conductor que vaya ¡a la izquierda, a la derecha, arriba, abajo, que pare, que arrastre o empuje a otro! Parece que lo único que le falta al revisor es el volante.

Parece que hay una locura que engulle a una persona cuanto agarra el volante de un matatu. Yo espero que sea por una buena causa. El tiempo es fundamental. El conductor tiene que coger el mayor número de pasajeros y conducir lo más rápido posible ya que hay alguien detrás de él que necesita dinero- desde el dueño del matatu a las bandas criminales- y hay una competencia eterna entre rivales. Por cada matatu que sale a escena, una serie de bandas criminales extorsionan con dinero para su seguridad, promocionando obligatoriamente a un miembro de su propia banda y que se encuentre parado para que haga de revisor o de conductor.

Los cárteles de protección poseen la ruta, como si hubiesen sido ellos los que han construido la carretera, extorsionan a diario una tarifa de 2 euros que incluye tarifas desconocidas que pueden subir por razones también desconocidas. Y ya que los matatus existen para saltarse normas, a menudo paran a recoger o dejar a pasajeros en paradas no designadas, en el centro de la ciudad, bajo la mirada inquisidora de los guardas municipales que pueden sobornarte con una multa instantánea de hasta 10 euros. Si no pagan el dinero acordado, el guarda municipal de la ciudad les conducirá a una celda.

Normalmente la plantilla del matatu empieza a trabajar entre las 3 am y 4 am. Esto les proporciona tiempo para tomar algo en casa y puede que les proporcione un dinero extra de 10 euros a añadir a sus aproximadamente 5 euros diarios.

Durante el día, cuando el conductor está cansado, necesita ir al baño o tomarse un descanso, deja el coche en manos de un desempleado de confianza para que le substituya en algún recorrido. A este conductor se le paga 1 euro por viaje y hace rondas con cualquier matatu que se encuentren disponibles. Este proceso es repetido también por el revisor, que cede su puesto a los Kamjesh –cualquiera del ejército de jóvenes desempleados, que cobran a los pasajeros del autobús en cada parada, con una paga de 20 céntimos de euro, por llenar el minibús.

No fue hasta hace pocos años, que el gobierno decidió por primera vez dominar a los escandalosos matatu. La gente les boicoteó del siguiente modo: yendo a trabajar a pie con entusiasmo durante bastantes días, hasta que el matatu se rindió a la voluntad de la gente. Finalmente, colocaron cinturones de seguridad, no había sobrecarga, los pasajeros se recogían solamente en las paradas designadas y tenían que respetar un determinado límite de velocidad. También tenían que llevar un horrible uniforme marrón, y los autobuses tenían dibujada una línea amarilla a los lados que significa que es un medio de transporte público. Pero con el tiempo, las reglas se ido abandonando.

El gobierno planea organizarlos otra vez a finales de este año. Dice que los populares minibuses de 14 y 29 plazas serán remplazados por autobuses que descongestionarán el tráfico de la ciudad y mejorarán la seguridad de las carreteras. Este es el final del juego que los propietarios del matatu parecen haber aceptado, y están formando sociedades para comprar autobuses.

Aunque la industria del matatu emplea a muchos chicos decentes, la prensa ha etiquetado a esta industria con la característica de estar controlada por gánsteres. Y, al acercarse la fecha límite de final de año, los conductores de los matatu han empezado ya a buscar trabajo en las compañías de autobuses. Su futuro es incierto y muchos de ellos podrían perder el trabajo.

Los medios informativos, que han sacado innumerables historias sobre esta industria, han adoptado el enfoque de esperar a ver qué ocurre, según se va aproximando la fecha de implementación. En mi caso, echaré de menos el matatu. Especialmente en aquellos días en los que llego tarde. Después de todo, viajar en el matatu significa evitar colas y atascos. La mayoría de los pasajeros llegan a sus citas con puntualidad.

MUNENE KILONGI/ Nairobi, Kenia.

Munene Kilongi es un escritor freelance y cámara, residente en Nairobi.

(Mail & Guardian, 29 de octubre de 2011)

Traducido para Fundación Sur por Aida Sanz.

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