Publicado por Sebastian Ruiz
Hace 47 años que una película ambientada en un país de África (que no realizada por un africano) no se encumbra con el León de Oro en la Mostra de Venecia. Eran tiempos de independencias y reivindicaciones incisivas contra el tuétano del sistema mundo impuesto por las antiguas metrópolis. El reconocimiento en 1966 fue para La batalla de Argel (1965) realizada por el italiano Gillo Portecorvo. Una cinta que disparaba a golpe de celuloide y apuntaba directamente a las consecuencias de la colonización francesa (¡y de qué forma!) lo que provocó la cólera de la delegación gala en la sala de proyección. Desde entonces, la industria cinematográfica africana mantiene el pulso constante aunque débil con las principales citas internacionales de la gran pantalla.
En esta 70ª edición (28 de agosto al 7 de septiembre), la representación africana tiene un gran componente magrebí: el único largometraje que se ecuentra seleccionado para competir por el máximo galardón es la argelina Es-Stouh (Las terrazas), de Merzak Allouache, que también optó por la Palma de Oro en Cannes, y que se adentra en la realidad de la sociedad argelina desde las azoteas de cinco barrios de la capital; el cortometraje Minesh, de la sudafricana Shalin Sirkar; la coproducción estadounidese-marroquí Khawana, del americano Sean Gullette; y L’armée du salut, del marroquí Abdallah Taïa, que participará en la Semana Internacional de la Crítica.
Además, con motivo del septuagenario aniversario de uno de los festivales más longevos del mundo, la dirección de la mostra ha invitado a 70 directores para sitauarse detrás del cámara y rodar un cortometraje entre 60 y 90 segundos entre los que se encuentran el anglo-ganés John Akomfrah, el etíope Haile Gerima y el argelino Tariq Teguia.
Aunque sin duda, la gran novedad del festival de este año ha sido la creación del espacio Final Cut Venice, unos talleres donde se ha proporcionado ayuda técnica y económica a tres películas africanas en fase de post producción (monopolizadas por las empresas francesas y belgas). En un principio fueron seleccionados cuatro trabajos, pero la cinta del joven sudafricano, Sibs Shongwe-La Mer, que presentaba Territorial Pissings, una película experimental sobre los suburbios de Jonanesburgo, se quedó sin la recompensa monetaria aunque sí personal. De forma que las películas premiadas han sido las siguientes: El-Ott (El Gato), del director egipcio Ibrahim El-Batout, una mezcolanza entre un dovorcio y un secuestro misterioso en El Cairo; la tunecina Challatt del realizador Kaouther Ben Hania que narra la historia de un motorista a caballo entre la locura y el impulso desenfrenado hacia las mujeres; y el documental Made in Madagascar, realizado por la directora Lova Nantenaina, que explora las posibilidades que el reciclaje tiene en condiciones de vida difíciles.
Tras los pasos africanos en Venecia
A pesar de que el León de Oro no lo ha conseguido ningún africano todavía, la representación en este festival ha sido notable. En 1988, la película Camp de Thiaroye del senegalés Ousmane Sembène ganaba el Premio Especial del Jurado, y en 2006 Daratt del chadiano Mahamat-Saleh Haroun (recientemente nominado en la 66ª edición de Cannes por Gris-Gris) conseguía la Mención de Honor del Premio SIGNIS UNESCO y la Mención Especial del Premio de Cine de Derechos Humanos. La última cita importante tuvo lugar en 2008 donde el etíope Haile Gerima conseguía con honores la Osella de Oro al mejor guión por Teza.
Original en : Wiriko . Artes y Culturas Africanas