Un análisis de cine para el conflicto en Malí, por Sebastián Ruiz Cabrera

19/11/2012 | Bitácora africana

Presentamos algunas pistas para una aproximación al conflicto de Malí a través de la película Yeelen (La luz) estrenada en 1987, y dirigida por el maliense Souleymane Cissé. Yeelen se sitúa en el siglo XIII en un ambiente rural para contar la rebelión de un hijo contra su tiránico padre. El director explicaba de esta forma que: “la aceptación de los valores más arcaicos de la cultura africana es la manera en que las sociedades pueden mantenerse alejadas de la alienación”.

El pasado 21 de octubre se cumplían siete meses del golpe de Estado en Malí auspiciado por la junta militar encabezada por el capitán Amadou Haya Sanogo, a pesar de que existe un gobierno de transición liderado por el presidente interino Dioncounda Traoré. Tres grupos armados, la rama de Al Qaeda en el Magreb (AQMI); su filial, el Movimiento para la Unicidad del Yihad en África Occidental (MUYAO); y los tuaregs radicales de Ansar Dine, continúan con el dominio desde finales de marzo de la franja septentrional de Malí, unos 830.000 kilómetros cuadrados. En este marco de incertidumbre donde el paso en firme del Consejo de Seguridad de la ONU para aprobar la intervención militar está previsto que se resuelva durante esta semana, queremos aportar un estudio tangencial, quizás poco usual, al conflicto que tiene lugar en el que otrora fuera el gran Imperio de Malí: un análisis de la película Yeelen (1987), dirigida por el maliense Souleymane Cissé.

Yeelen puede aportar algunas pistas para comprender el componente tradicional de esta región de la mano de la etnia bambara. De hecho, Cissé se enmarcaría en la que se ha convenido en denominar la primera generación de directores africanos que durante los años de las independencias estaba convencido del rol didáctico que la imagen podía ejercer sobre las poblaciones analfabetas y del grado profundo de concienciación política al que podía llegar el cine. Nacido en Bamako, el 24 de abril de 1940, Cissé considera que la aceptación de los valores más arcaicos de la cultura africana es la manera en que las sociedades puedan mantenerse alejadas de la alienación.

A partir de Yeelen, Cissé orienta su mirada hacia los valores singulares de su sociedad, hacia el universo simbólico de los ancestros y el poder divino de los elementos. Profundamente enraizado en la realidad africana, en los problemas y aspiraciones de sus pueblos, esta película fue la primera de África subsahariana en ganar la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 1987. Así, Yeelen supone una ruptura con el estilo naturalista y de corte social de las anteriores películas de Cissé, y del cine africano en general, orientándose hacia una práctica cinematográfica en la que la narración oral y la espiritualidad simbólica van a conformar el esqueleto de su obra posterior. Como subraya Gudalupe Arensburg “el simbolismo y el misticismo son los elementos sobre los que se apoya la narración de esta película-alegoría, situada en el siglo XIII en un ambiente rural en Malí, para contar la rebelión de un hijo contra su tiránico padre”.

Sin lugar a dudas, este trabajo está repleto de simbolismos, algunos imperceptibles para los no iniciados en la cultura bambara, como es el caso de los caminos del aprendizaje tradicional que se describen en la película. En la sociedad bambara se pueden identificar seis agrupaciones, clanes o sociedades llamadas dyo que son las encargadas de instruir a los jóvenes. Finalmente, el iniciado que ha alcanzado el nivel más alto de enseñanza, se convierte en instructor y fuente de conocimientos tradicionales. En la película se subraya especialmente la segunda etapa de aprendizaje que es el Komo (saber destinado a asegurar, a través de la relación con los ancestros, el dominio de las fuerzas telúricas), relacionado con el uso y la transmisión del conocimiento a lo largo de las generaciones africanas. Este Komo se articula en Yeelen para condenar la apropiación del poder y el conocimiento por parte de los mayores y la dificultad que la tradición otorga a dejar libre el camino a las nuevas generaciones.

Pero volviendo al argumento, al inicio de la película se nos muestra una serie de créditos. El primer bloque muestra cuatro ideogramas bambara cuya traducción dice: El calor / da el fuego / y los dos mundos, la tierra y el cielo, / existen a través de la luz. El segundo bloque presenta tres textos que sintetizan los pilares del Komo: el Kore (séptima y última sociedad de iniciación), el ala del Kore (emblema del poder del conocimiento) y el kolonkalanni (bastón mágico utilizado para señalar y castigar a los que violan la ley). Estos intertítulos invitan a una primera lectura de interpretación de la película a la luz de un antiguo sistema de saberes (el Komo). Igualmente omite cualquier referencia al Mali contemporáneo, ni a ningún periodo histórico concreto.

Si el corpus de conocimiento al que hace referencia el prólogo remite al grupo dominante de los bambara, la trama que despliega la película se refiere a la historia de una familia, los Diarra, de la que conocemos a un padre (Soma), una madre (Banièba), un hijo (Nianankoro) y dos hermanos del padre (Bafing y Djigui, hermano gemelo de Soma). Lo primero para poder interpretar Yeelen es preguntarse sobre las razones que empujan al padre a perseguir al hijo, y si estas razones están inscritas en un marco exclusivamente mítico, o si dejan abiertos márgenes para juzgar los actos de Soma. Así, el relato de Yeelen queda inscrito entre el mito y la historia. Encontramos en el relato dos versiones de la fuga de Nianankoro: según Banièba, ella se lleva a Nianankoro con el collar mágico y el ojo del Kore para salvarlo de la voluntad homicida del padre; según Soma, esta voluntad de castigar al hijo está justificada por el intento de traicionar el Komo adueñándose de los fetiches sagrados.

Fotograma de la película Yeelen.

Por lo tanto, Yeelen adquiere una doble dimensión: por una lado, la vertiente artística y técnica que nos conduce a la historia tradicional de los bambara, a sus ancestros y a los signos mágicos de su poder; por otro lado, la vertiente de la leyenda capaz de ser reconstruida en otro tiempo puramente cinematográfico. Arensburg lo resume de la siguiente manera: “Técnica y mito encuentran en Yeelen un punto de combustión común: la luz. La técnica de la luz que es el cine se ha hecho cargo de gestionar todos los mitos, y el cine de Cissé llega a la cumbre de sus posibilidades cuando se muestra capaz, como en esta película de enorme éxito, de alcanzar la maestría técnica en la recuperación del mito fundador de un pueblo”.

Buscar algunas pistas sobre la tradición en Mali que permitan comprender mejor el conflicto del país, se hace interesante por el encuadre metodológico o técnica cinematográfica aplicada por el director y que es conocida como retorno al origen. Es decir, Cissé adapta el guión hacia una forma de vida antigua y rural, hacia una energía que emana de sus valores culturales, con el objetivo de confrontar los problemas del presente y las incertidumbres del futuro. Tras la reunión de la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO) el pasado fin de semana en Abuja (Nigeria), parece que el contingente de al menos 3.300 hombres para liberar el norte de Malí del yugo islamista está muy próximo. Está por ver si los valores de la tradición de una sociedad como la bambara, mostrados en Yeelen se verán alterados en lo que se antoja como un nuevo Afganistán.

Original en: Wiriko

Autor

  • Ruiz Cabrera, Sebastian

    Co-fundador de Wiriko. Doctor en comunicación en África al sur del Sahara (US), Máster en Culturas y Desarrollo en África (URV), Máster en Relaciones Internacionales (UCM) y Licenciado en Periodismo (US). Es Profesor universitario de Relaciones Internacionales, periodismo internacional y cines africanos. Ha realizado documentales en España, Cuba, Senegal, Kenia, Sudán del Sur, Mozambique o RDC. Responsable del área de Formación y de Comunicación y coordinador de la sección de Cine y Audiovisuales del Magacín. Contacto: sebas@wiriko.org sebaprensa@gmail.com.

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