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Reche, Paquita

Nació en Chirivel (Almería). Estudió Magisterio en Almería, Licenciaturas de Pedagogía y de Filosofía, en la Complutense de Madrid.

Llegó por primera vez a Africa en 1958 (a Argelia): después estuvo en Ruanda, Guinea Ecuatorial y desde el 1975 en Burkina Faso.

En África trabajó como profesora en el Instituto Catequético Lumen Vitae de Butare, Profesora de enseñanza secundaria de español y filosofía; Universidad Popular (filosofia). También ha colaborado con Asociaciones de mujeres y con niños de la calle en Burkina Faso.

Está en España desde 2004, actualmente, en Logroño. Colabora con la revista de los misioneros de África "Africana", Los Comités de Solidaridad con África Negra y con Rioja Acoge.

Ver más artículos del autor

Sabiduría Africana: El tiempo - Traducido y adaptado por Paquita Reche, mnsda
26/10/2011 -

“Se dice que el Sabio es amigo del tiempo”, pero nadie sabe por qué….

Se cuenta que un día el Tiempo pasó por casa de un hombre, pero prosiguió su camino sin aceptar la invitación que le hicieron de pasar la noche para rehacer sus fuerzas. No obstante aceptó, para celebrar la fiesta de la recolección.

Allí estuvo bien puntual con el más hermoso de sus vestidos de fiesta; comió carne y bebió vino a saciedad, como siempre con el pié levantado, dispuesto a partir. Invitado por su anfitrión, el Tiempo inició unos pasos de danza.

El hombre estaba contento muy contento, pero cuando se vino a dar cuanta el Tiempo había desaparecido. ¡Menudo disgusto!

El hombre no sabía qué hacer para retener al Tiempo y pensó:

- ¡Quizás a mi amigo no le gusta la fiesta, puesto que pasa rápidamente! Lo invitaré a los funerales de mi madre, quizás se quede más tiempo para consolarnos.

Cuando el Tiempo llegó, el hombre cerró todas las puertas de su casa, para poder guardarlo. Cuando llegó la tarde el hombre recordó que había olvidado a su huésped. Fue a buscarlo y vio que se escapaba escalando el muro para dejarse caer hacia el oeste. Sus intentos de retenerlo acogiéndolo por el borde del manto fueron vanos, el Tiempo se había escapado de nuevo.

Entonces el hombre se dijo:

- Puesto que el Tiempo no se deja retener, lo mataré y con su piel me haré un tam-tam para celebrar mi victoria.

El hombre sacó una estera, nueces, una gran piedra y otra más pequeña, es decir lo que hace falta para matar al Tiempo.

Desgraciadamente el hombre se durmió rápidamente y en su sueño oyó una voz medio plañidera medio amistosa. En ella reconoció al que siempre le escapaba, que le decía:

- ¡Tú no puedes retenerme, pero tú puedes no perderme!

Desde ese momento el Sabio está despierto y es amigo del Tiempo. Organiza su vida para dejarlo pasar y no perderlo (1).

Una de las primeras cosas que aprendes en los poblados de África es que el tiempo no se percibe ni se vive lo mismo que en occidente y que no puedes dejar de hacerte las preguntas siguientes: ¿El tiempo es para vivir o para hacer? ¿Se puede ser amigo del tiempo?

Nunca olvidaré lo que me dijo la anciana Sita, hace muchos años, en un poblado africano, -¿Por qué eres esclava de esa cosa que llevas en la muñeca? La miras y la miras, no te deja disfrutar tranquila, parece que te ordena que salgas corriendo. ¡Siempre tienes prisa! ¡Mi nieto, aunque tiene la piel negra, hace lo mismo que tú!

Sita tenía razón, los occidentales y los que han entrado en nuestra cultura siempre vamos con prisa. Obsesionados por el paso del tiempo, vamos corriendo detrás de él queriendo atraparlo. En occidente vivimos a contra reloj. El tiempo devora nuestra vida. El genial Goya, plasmó en un inquietante y famoso cuadro que podemos ver en el Museo del Prado, el antiguo mito griego de Cronos, dios del tiempo, que devora todo lo que engendra y que refleja la angustia que produce el paso del tiempo y la impotencia ante él.

Las palabras de Sita me hicieron reflexionar y comprender cuánta razón tenía esta mujer y qué diferente era el tiempo para ella y para mí. Para ella, el tiempo era para vivir y tenía todo el que quería. Para mí, el tiempo era para hacer cosas y siempre me faltaba. Ella vivía tranquilamente un presente que hundía sus raíces en el pasado que se iba cargando del presente que pasa. El futuro no parecía interesarle más que acontecimientos previsibles y repetidos regularmente, la llegada de la estación de lluvias, las fiestas de los funerales… Yo, me pasaba la vida corriendo tras las agujas del reloj, siempre mirando al futuro cargado de planes y proyectos.

Cuantas veces he dicho que los africanos no tienen sentido del tiempo, y que si lo tienen es bien elástico. Cuántas veces me he impacientado e irritado por las largas esperas, en las estaciones o para el comienzo de una ceremonia. Si preguntabas en el mercado: -¿A qué hora sale el coche para Sikaso o para Dedougou? La respuesta era la misma: - ¡Cuando esté lleno! -¿A qué hora empieza la ceremonia?- ¡Cuando llegue la gente!

Dos maneras de vivir el tiempo. Ser amigo de él viviéndolo como se vivía en el poblado, disfrutando de todo sin prisa, o peleando contra él, como hacemos los europeos y los africanos que han subido al carro de lo que llamamos progreso y desarrollo. Estas dos maneras de vivir el tiempo corresponden a dos concepciones muy distintas, una subjetiva y otra objetiva. Para el africano tradicional el tiempo es subjetivo, no es independiente del hombre ni de los acontecimientos, el tiempo se vive, se tiene y se hace. El concepto occidental del tiempo es objetivo, es independiente del hombre, se mide matemáticamente, se puede comprar y vender, organizar y planificar. La importancia que tiene la dimensión futura del tiempo ha permitido el progreso y el desarrollo tecnológico de occidente, permite ser eficaz y progresar, pero no podemos olvidar que el hombre al dominar al tiempo puede convertirse en su esclavo.

¿Se puede llegar a ser amigo del tiempo? El filósofo burkinabé, François Xavier Damiba nos ha respondido con un precioso y profundo cuento

(1) François Xavie Damiba, Dieu n´est pas serieux, ed. L´Harmattan, p. 103.


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