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Inicio > REVISTA > Opinión > ![]() Sin reformas políticas, los ruandeses seguirán buscando refugio en el extranjero
05/09/2022 -
Desde que Ruanda, país hacia el que el Reino Unido quiere expulsar a los solicitantes de asilo, se independizó el 1 de julio de 1962, el país produce refugiados a causa de los regímenes sucesivos que se han mantenido en el poder por todos los medios posibles, rechazando poner en práctica reformas en pro de un buen gobierno. Las repercusiones han sido los ciclos de violencia que han llevado a los ruandeses a buscar refugio en otros países. Ya la independencia de Ruanda estuvo precedida por una revolución de 1959 que forzó a algunos ruandeses a exiliarse. El primer partido que dirigió Ruanda, el partido por la emancipación de los hutu, Movimiento Democrático Republicano-Parmehutu (MDR-Parmehutu) transformó progresivamente el sistema político, que era multipartidista, en un sistema de partido único. Además, no atenuó las quejas sociales engendradas por la revolución. No se comprometió directamente con los ruandeses que huyeron de Ruanda durante la revolución para consensuar su retorno seguro y voluntario a su patria. En 1973, el presidente, Grégoire Kayibanda, fue destituido por un golpe de Estado que condujo a otros ruandeses al exilio. El nuevo partido en el poder, Movimiento Revolucionario Nacional por el Desarrollo (MRND), promulgó leyes convirtiendo Ruanda en un Estado con partido único y sustituyó la celebración de la independencia del 1 de julio por las celebraciones del 5 de julio, fecha del golpe de Estado militar que derrocó al régimen del MDR-Parmehutu. El MRND reinó durante dos décadas y su presidente, Juvénal Habyiarimana fue el único candidato en las elecciones siendo apoyado por cerca del 100% de los votos. Si bien Habyarimana fue aplaudido por sus realizaciones económicas, mantenimiento del orden y la seguridad, así como por sus buenas relaciones con los Estados de la región, su régimen fue criticado por sus violaciones de los derechos humanos y por la falta de democracia. Como su predecesor, el gobierno MRND no resolvió las reivindicaciones de los ruandeses que huyeron de Ruanda durante la revolución de 1959 y después del golpe de Estado de 1973. Estos descontentos sociales fueron compartidos también por los ruandeses del interior y por las familias y amigos de quienes huyeron y por las voces disidentes en Ruanda. Aunque era evidente que desde el principio eran necesarias las reformas, el partido en el poder, el MRND, tardó en ponerlas en práctica. Y cuando lo hizo, ya era demasiado tarde. A comienzos de los años 1990, el sistema de partido único fue sustituido por el multupartidismo. Al mismo tiempo, el FPR lanzó un ataque contra el país. El FPR estaba compuesto principalmente por descendientes de ruandeses que se habían exiliado después de la revolución de 1959 mencionada antes. Las negociaciones entre el FPR y el gobierno de coalición, formado por diferentes partidos políticos, concluyeron en 1993. Pero en 1994, el presidente de Ruanda, Juvénal Habyarimana, fue asesinado; se reactivó la guerra civil y concluyó con el genocidio contra los tutsi. En 1994, el FPR gana la guerra y toma el poder. Parte de la población ruandesa que había huido a causa de la revolución de 1959 regresó y la guerra civil y el genocidio produjeron el éxodo de cientos de miles de ruandeses que se exiliaron. El FPR puso en pie una democracia consensual que tenía como objetivo prevenir nuevas violencias étnicas. Este sistema, pretendidamente multipartido, se transformó con el paso del tiempo, en un sistema de partido único que neutraliza la oposición política, restringe el pluralismo y limita las libertades civiles. No celebra cada año el 1 de julio el día de la independencia, si no el 4 de julio, día en que tomó Kigali, la capital del país. El presidente actual de Ruanda, Paul Kagame, dirige el país desde hace más de dos décadas, ganando las elecciones con casi el 100% de los votos. Ruanda es felicitado por sus realizaciones económicas y por el mantenimiento del orden y la estabilidad, pero es, de nuevo criticado por sus violaciones de los derechos humanos y su política de exclusión. Hay, sin embargo, una diferencia en el modo elegido por el FPR para resolver el problema de los refugiados ruandeses. La política de seguridad del FPR se basa en la estrategia según la cual cualquier amenaza, real o supuesta, debe ser aniquilada más allá de la fronteras de Ruanda, ya que siendo un país pequeño y densamente poblado, no tiene espacio para llevar adelante una guerra en su propio territorio. Es con esta perspectiva como invadió el oeste de la RD Congo a finales de los años 1990 para combatir al ex-ejército ruandés que se había refugiado en RDC tras la guerra civil y el genocidio de 1994. En esta ofensiva, como documentaron las Naciones Unidas, millones de civiles fueron masacrados: refugiados ruandeses y ciudadanos congoleños. Otros cientos de miles de refugiados ruandeses regresaron por la fuerza a su patria. En sus esfuerzos por lograr el retorno de refugiados ruandeses, el FPR ha hecho que la ONU adopte una cláusula de cese del estatuto de refugiados, al declarar que Ruanda es un Estado seguro y que ningún ciudadano ruandés debería ser considerado refugiado. Igualmente, el gobierno del FPR ha lanzado iniciativas en Ruanda y en el extranjero como “come and see” y “Rwandan day” con el objetivo de que los refugiados ruandeses regresen a Ruanda. Sin embargo, todavía hay en el mundo más de 200.000 refugiado ruandeses, que siguen sin querer volver hoy a Ruanda. Los recuerdos devastadores de la guerra civil, del genocidio contra los tutsi y de los refugiados asesinados en las selvas del Congo siguen frescos en las mentes de millones de ruandeses. Hay razones imperiosas que explican por qué los refugiados ruandeses no regresan, a la vez que otros ruandeses siguen saliendo de Ruanda para encontrar refugio en el extranjero. En ausencia de la puesta en marcha en Ruanda de una política global de reconciliación, es poco probable que los refugiados ruandeses regresen; más bien, hay más ruandeses que van a abandonar el país. Además, la pobreza y las desigualdades persistentes y generalizadas, obligan a los ruandeses a salir y desaniman a los refugiados que podrían plantearse el retorno. Aunque la comunidad internacional haya alabado las realizaciones económicas de todos los regímenes que han dirigido Ruanda, Ruanda sigue estando clasificado entre los países menos avanzados y entre los 25 países más pobres y vulnerables del mundo, 60 años después de la independencia.
En 2010, solo porque cuestioné las políticas gubernamentales, fui falsamente acusada de negación del genocidio y condenada a 15 años de cárcel. Mi recurso ante la Corte africana de los Derechos del Hombre y de los Pueblos, me declaró inocente y fui liberada en 2018 por gracia presidencial, tras haber pasado ocho años en la cárcel, cinco de ello en régimen de aislamiento. Mi historia y las de otras personas que han vivido y siguen viviendo experiencias similares o peores, muestran que Ruanda no ha adoptado todavía los valores democráticos, el respeto de los derechos humanos y el Estado de derecho. Desde su independencia, el sistema político de los regímenes que sucesivamente han dirigido el país se ha construido en torno a un hombre fuerte más que a fuertes instituciones. Es inadmisible que potencias exteriores cierren los ojos ante la represión y aporten constantemente un apoyo político y diplomático a regímenes represivos. El resultado ha sido que las instituciones del Estado se han debilitado, los derechos humanos y los valores democráticos han sido pisoteados y el problema de los refugiados ruandeses ha permanecido sin solución, provocando la inestabilidad en Ruanda y generando una fuente de tensiones políticas en la región de los Grandes Lagos africanos. En el transcurso de las dos últimas décadas, desde que el FPR tomó el poder, Ruanda ha conocido tensiones políticas con casi todos sus vecinos, al acusarles a estos de recibir a refugiados ruandeses que quieren derrocar por la fuerza a los actuales dirigentes. Continuar en esta dirección significa que los refugiados ruandeses y los ruandeses del interior del país – la mitad de los cuales hoy tiene entre 15 y 44 años, que constatan que sus libertades civiles son pisoteadas por medio diferentes restricciones impuestas por el gobierno actual bajo el pretexto de querer prevenir otro conflicto étnico y acelerar el desarrollo – corren el peligro de tomar en sus manos su situación y decidan batirse para recuperar sus derechos, de la misma o diferente manera que el FPR hizo en 1990, con el riesgo de hundir de nuevo Ruanda en su sombrío pasado y generar un nuevo éxodo de ruandeses. Recordemos que las personas de menos de 44 años eran menores o no habían nacido cuando se perpetró el genocidio contra los tutsi, y constituyen hoy la mayoría de la población de Ruanda. No dejar que la historia se repita Por consiguiente, los ruandeses y los amigos de Ruanda no deberían permitir que la historia se repitiera, sino que, más bien, deberían esforzar por conjugar sus esfuerzos para que se produzca un cambio en los métodos de gobernanza que inspiran a las futuras generaciones de ruandeses para que trabajen juntos en pro del desarrollo de su país y contribuyan pacíficamente al de toda la región. Es la razón por la que las reformas de la gobernanza en Ruanda son una tarea previa indispensable para evitar que la historia se repita y para poner fin a las tensiones en la región de los Grandes Lagos africanos. Este debate inclusivo permitiría convenir y crear un entorno que permita el regreso seguro y voluntario de los refugiados ruandeses y facilitaría la instauración de la estabilidad a largo plazo en Ruanda y en los Grandes Lagos africanos. La reforma puede ser realizada concretamente a través de un diálogo inter-ruandés entre el gobierno, la oposición y las organizaciones de la sociedad civil basadas en Ruanda y en el exterior, compuesta por refugiados ruandeses. Este debate inclusivo permitiría convenir y crear un entorno capaz de permitir el regreso seguro y voluntario de los refugiados y facilitaría también la instauración de la estabilidad a largo plazo en Ruanda y en la región de los Grandes Lagos. La constante búsqueda de soluciones por la vía del diálogo es uno de los principios fundamentales de la constitución ruandesa y está alineada en la Estrategia de las Naciones Unidas para la consolidación de la paz, la resolución y la prevención de los conflictos en los Grandes Lagos, adoptada en 2020. Victoire Ingabire Umuhoza [Traducción, Ramón Arozarena]Fuente: The Rwandan [CIDAF-UCM]
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