Jason Stearns, director del Grupo de Estudios sobre el Congo (GEC) y autor del libro The War That Doesn’t Say Its Name: The Unending Conflict in the Congo, ha sido entrevistado para Afrikarabia acerca de la situación de la República Democrática del Congo (RDC). El país ha sufrido dos guerras (entre 1996 y 1997 y entre 1998 y 2003) y de forma oficial se encuentra en situación de postconflicto. Sin embargo, actualmente hay 120 grupos armados operando en el país y se estima que cuenta con 5,5 millones de ciudadanos desplazados, por lo que se puede decir que la guerra no ha cesado, sino cambiado.

Según Stearns, el acuerdo inclusivo de 2002 fracasó cuando en 2007 se produjo la rebelión de Laurent Nkunda, que consideraba que el acuerdo no era justo, por lo que el líder del Reagrupamiento Congoleño para la Democracia (RCD), con el apoyo de Ruanda, retomó las armas y fundó el Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo (CNPD). Esta sería la razón principal de la transición hacia a la paz no tuviera éxito, porque una de las partes no aceptó una parte del acuerdo.

Por otro lado, Stearns considera que al Estado congoleño le interesaba que perdurase el conflicto porque está formado por élites que se encuentran, a menudo, en Kinshasa, es decir, muy lejos de la zona de conflicto, y que viven del conflicto y de los recursos del país. Así mismo, considera que persiste porque nadie tiene interés en ponerle fin definitivamente. Uno de los países implicados en este conflicto es Ruanda. A este país y a su presidente, Paul Kagame, les interesa estar presente en la RDC porque su legitimidad y la de su partido se basan en la protección de los tutsis del Congo. Por otro lado, les sirve para crear una amenaza exterior que mantenga ocupado al ejército ruandés, que sí puede resultar una amenaza para Kagame.

Una de las razones por las que el ejército congoleño fracasó a la hora de poner fin a la guerra fue que éste servía a los intereses de algunas élites. Los sueldos de los generales son bajos, pero también ganan dinero del negocio y extorsión que hacen en las fronteras o zonas mineras, así como de las primas que reciben por la lealtad a sus jefes de Kinshasa. Es un sistema que se alimenta de la guerra y por eso persiste.

Por ello, uno de los tres fallos principales que Stearns observa que provoca que el conflicto se mantenga es el fracaso político para reforzar la figura del Estado frente a unas élites que quieren enriquecerse a costa de la inestabilidad del país. Los otros dos son ignorar la clara implicación de Ruanda y el orden económico liberal que ha permitido a las élites enriquecerse. El conflicto reside, por tanto, en el conjunto de sus diversos actores, no en una única persona o élite concreta.

Por último, considera que hay razones para ser optimistas ya que se han constatado algunos progresos, como la celebración de unas elecciones, aunque imperfectas. Por otro lado, Kabila no consiguió modificar la Constitución, ni imponer a su delfín y no le quedó más remedio que aliarse con Thisekedi. Stearns considera que las nuevas generaciones están tomando conciencia de que se puede cambiar.

Fuente: Afrikarabia

[Traducción y edición, Míriam Izquierdo Izquierdo]

[CIDAF-UCM]

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