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Inicio > REVISTA > Editorial > ![]() La democracia asusta a los regímenes autoritarios
15/03/2022 -
Intentar excluir a otros grupos o instituciones del diálogo social, no solo es una injusticia, sino especialmente un grave error y una grave pérdida de la participación activa y necesaria de la sociedad entera en la construcción de un mundo mejor. Los medios de comunicación son vitales en toda democracia y muchos gobiernos tratan de controlarlos. Los ciudadanos necesitan una buena información para evitar ser manipulados. Algunas ideologías radicales en este momento, aunque se autodefinan como democráticas, en realidad condenan y excluyen a grupos sociales que piensan de forma diferente, pero que son necesarios para construir un país inclusivo y más habitable. Promover una auténtica democracia significa la integración y la cooperación de todos los grupos del país, al servicio de la dignidad de la persona y del bien común. Un ejemplo excelente de inclusión de todos los grupos sociales en la construcción de una nueva sociedad, después del apartheid, fue Nelson Mandela, cuando fue elegido presidente de Sudáfrica, y buena parte de la élite de su partido le pedía que excluyera a los extranjeros. Su respuesta fue digna de una líder excepcional: “Necesitamos a todos para construir una nueva Sudáfrica y necesitamos un liderazgo colectivo”. La auténtica democracia requiere políticos profesionales, íntegros y responsables, pues vemos como la corrupción y el abuso de poder la destruye, aumentando la pobreza y la desigualdad de la mayoría social. Necesitamos una democracia que descubra el diálogo auténtico y respetuoso, la escucha real, la reflexión profunda sobre los temas importantes, libres de la presión de algunos grupos con sus propios intereses. En África, como en los otros continentes, la auténtica democracia sigue abriéndose camino. Existen al mismo tiempo países con gobiernos más o menos autoritarios e, incluso, conocemos algunas sociedades en manos de crueles dictadores. Lo más temido por los gobernantes dictatoriales y por las grandes multinacionales es: la información realista y la participación conjunta de todos los grupos sociales bien concientizados y comprometidos para defender la dignidad humana, la democracia auténtica y una gestión ética de los bienes existentes para construir un mundo más humano y habitable. Las cooperativas, que experimentan en la actualidad un crecimiento notable, en los ámbitos de la educación, salud y desarrollo tecnológico e industrial son uno de los mejores ejemplos de cómo implementar iniciativas de gestión participativa y de desarrollo integral para el bien común. Constatamos que la calidad de la democracia crece con la educación y la participación activa de todos los grupos sociales, particularmente de los jóvenes, académicos, líderes sociales y de las mujeres en la gestión del poder, así como de los recursos y servicios para el buen vivir de toda la sociedad. No podemos dejar la democracia en manos de los gobernantes politizados, porque nos pertenece solo a “nosotros los pueblos”.
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