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Inicio > REVISTA > Cultura > Cuentos y relatos africanos > ![]() ![]() Reche, Paquita Nació en Chirivel (Almería). Estudió Magisterio en Almería, Licenciaturas de Pedagogía y de Filosofía, en la Complutense de Madrid. Llegó por primera vez a Africa en 1958 (a Argelia): después estuvo en Ruanda, Guinea Ecuatorial y desde el 1975 en Burkina Faso. En África trabajó como profesora en el Instituto Catequético Lumen Vitae de Butare, Profesora de enseñanza secundaria de español y filosofía; Universidad Popular (filosofia). También ha colaborado con Asociaciones de mujeres y con niños de la calle en Burkina Faso. Está en España desde 2004, actualmente, en Logroño. Colabora con la revista de los misioneros de África "Africana", Los Comités de Solidaridad con África Negra y con Rioja Acoge. El hombre y el cocodrilo , Cuento de Amadou Hampate Ba. Presentado y adaptado por Paquita Reche, mnsda
23/04/2014 - De este cuento tradicional, circulan en África Occidental varias versiones, más o menos largas, todas reflejan uno de los aspectos más feos de la naturaleza humana: el desagradecimiento. Defecto, al que en un momento u otro, nadie escapa por activa o por pasiva y que uno de nuestros proverbios castellanos resume de forma lapidaria y contundente. “Cría cuervos y te sacarán los ojos”. En el cuento peul, recogido por Hampate Ba, la liebre ocupa un lugar importante dando al mismo tiempo una lección de prudencia, virtud que de debe acompañar siempre las acciones por buenas que sean Un día se declaró un gran incendio en la selva, las llamas llegaron cerca del río y acorralaron a un cocodrilo imprudente que tomaba el sol lejos de la orilla. Cegado y desorientado por el humo, el cocodrilo no encontraba el camino para volver al río y se alejó cada vez más del agua. Pasó varios días sin poder comer. Hambriento y desesperado gritaba: -¡Ayuuuda! ¡Ayuuuda! Un hombre que volvía del campo oyó los gritos, se detuvo, vio al cocodrilo y le preguntó:
El hombre, después de pensarlo unos momentos, se acercó y pidió al cocodrilo que se metiera en un saco para poder llevarlo más fácilmente sobre su cabeza. Así llevó su pesada carga hasta la orilla. Para facilitar las cosas al cocodrilo se adentró en el agua y lo soltó. Este se zambulló en el fondo del río y de un rápido movimiento se volvió. El hombre, que no había tenido tiempo de llegar a tierra, sintió de pronto las fauces del cocodrilo mordiendo su pié mientras le decía:
No pasó mucho tiempo hasta que llegó un yegua desdentada y tiñosa. El cocodrilo la amenazó con mil males si se atrevía a beber antes de decidir entre él y el hombre quién de los dos tenía razón.
A la misma conclusión llegó un viejo asno lleno de llagas. Interrogado cuando también vino a beber al río, dijo que todas las buenas acciones que había hecho por los hombres se las habían pagado con golpes y abandonándolo viejo y enfermo en un vertedero. El hombre no aceptó ninguno de los dos juicios y pidió otra opinión. El cocodrilo la llamó para que juzgara entre ellos. La liebre aceptó con solemnidad..
Cuando el cocodrilo terminó de hablar, la liebre se volvió hacia el hombre.
A su vez el hombre habló:
Después de escuchar atentamente, la astuta liebre dijo dirigiéndose al cocodrilo:
Y dirigiéndose al Hombre:
El cocodrilo confiado entró en el saco procurando dejar fuera una punta de su cola. Entonces la liebre susurró:
El hombre cargó con el saco e invitó a la liebre a su casa para que su familia le agradeciera lo que había hecho por él. Juntos emprendieron el camino hacia el poblado. Al llegar a su casa, el hombre entró para comprobar su estado antes de hacer entrar al visitante. Se encontró con algo inesperado: su hijo predilecto estaba gravemente enfermo y el curandero consultando las conchas adivinatorias para encontrar remedio a la enfermedad. Se quedó parado hasta que el curandero le dijo:
La liebre, que había entrado sigilosamente y escuchado la conversación, escapó a grandes saltos y se perdió entre los matorrales, diciendo:
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