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Inicio > REVISTA > Cultura > Cuentos y relatos africanos > ![]() ![]() Puncel Reparaz, María Nace en Madrid y se educa en un colegio de religiosas de la Compañía de maría. Es la mayor de siete hermanos y empieza muy pronto a inventar cuentos para sus hermanos y hermanas pequeños. Al dejar el colegio estudia francés e inglés en la Escuela Central de Idiomas en madrid. Ha trabajado en Editorial Santillana como editora en el departamento de libros infantiles y juveniles. Ha escrito más de 80 libros y traducido alrrededor de los 200. Ha escrito guiones de TV para programas infantiles y colabora en las revistas misionales GESTO y SUPEGESTO . Algunos de sus libros más conocidos: "Operación pata de oso", premio lazarillo 1971 "Abuelita Opalina" . SM,1981 Un duende a rayas", SM, 1982 "Barquichuelo de papel, Bruño, 1996 Las uñas del gato salvaje, traducción de María Puncel
02/11/2011 - (Tomado del libro "Ce que content les Noirs", pág.89) Texto original: Olivier de Bouveignes ¡Ah, qué hermoso es el gallo! ¡Qué soberbio aspecto tiene con sus plumas de un bello marrón dorado y su cola en forma de penacho! Sus gallinas están locas por él y él estaba tan engreído y tan envanecido de sí mismo, (es un cuento de gallo el que os voy a contar),que un día en que se le había caído una de sus plumas, se preocupó tantísimo que convocó a todo el gallinero para que le ayudasen a pegársela. Se probaron todos los pegamentos, todas las colas, nada sirvió. En cuanto se movía, la pluma se despegaba y se caía al suelo. La vanidad es hermana de la tontería. ¿Adivináis a quién le fue a contar su contrariedad? Nada menos que al gato salvaje. En aquel tiempo, lo sé de buena tinta, los gatos salvajes no comían todavía, por derecho propio, ni gallos, ni gallinas ni pollitos; eso llegó a causa del comportamiento de otro gato, como todos sabemos bien, un comportamiento más bien torpe.
No me he equivocado, pensó el gallo, esta pata de gato de la que me han contado que tiene uñas, es un alfiletero, y dijo:
Pero ¡ay!, mientras intentaba coser, pasó por allí una gallina, la más bella. Perdió el hilo de su costura y después perdió la aguja. La pluma no pudo ser cosida y por más que buscó y rebusco no fue capaz de encontrar la aguja. Tuvo que contarles su desgracia a las gallinas. Y las gallinas buscaron y rebuscaron también, pero en vano. El gato, espiando desde el otro lado del seto, se dio cuenta enseguida del drama que estaba sucediendo en casa de su vecino, y en cuanto supo por cotillas aduladores de que se trataba, ni más ni menos, que de la aguja, se presentó para reclamarla.
Era mentira. Hay que ser tan tonto como un volátil para ignorar que un gato no es un modisto. La naturaleza le ha dotado de una piel de terciopelo que no se gasta; no necesita hacerse ropa. Pero quería su aguja y la quería ¡ya!
Y Paka se lanzó ferozmente sobre el gallo y entonces se vio bien para qué servían las agujas del gato salvaje. ¡Imposible recoser las plumas del pobre animal! Bastaba ver al hermoso gallo desplumado, tendido sobre la tierra y con la cresta pálida. Y desde aquel día, las gentes cuentan que ya se sabe porqué las gallinas escarban continuamente en el suelo. Es porque buscan incansablemente la aguja de Paka. La buscan en la tierra, entre la hierba, entre las hojas muertas, siempre y por todas partes sin jamás cansarse. Y seguramente jamás la encontrarán, por eso desde aquel día, el gato salvaje las ataca y las devora. Si tenéis una gallina mantenedla alejada de la espesura desde donde la espía su mortal enemigo, y si se aventura entre las hierbas altas y la oís gritar, no os preguntéis qué le pasa, ¡es el gato salvaje que se sigue cobrando la aguja que el gato perdió! Y no sacudáis la cabeza con incredulidad, ni creáis que son sólo los gatos salvajes los que son tan perversos. Otro día os contaré otra historia de un cazador y un tejedor que os demostrará, como tres y dos son los dedos de una mano, que los hombres son, a veces, para sus prójimos peores que el gato salvaje.
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