Réquiem por una revolución (parte I)

12/03/2025 | Cultura, Crónicas y reportajes

El arma más poderosa de Estados Unidos es una blue note en una tonalidad menor”, apuntilla la contundente secuencia inicial de Soundtrack to a Coup d’Etat. Un momento después, los teléfonos de radio estadounidenses caen del cielo, apareciendo como bombas y son teletransportados a los hogares africanos. Louis “Satchmo” Armstrong, armado con su trompeta dorada, recorre una variedad de países africanos recientemente liberados ante una multitud de admiradores que lo adoran; otro título abrasador aparece en  pantalla: “Hoy tiene un saxofón, mañana es un espía”.

Soundtrack to a Coup d’Etat es una tremenda tesis histórica sobre los primeros años de la poscolonialidad y la aplastante y brutal maquinaria del imperialismo occidental. No es necesario profundizar demasiado en el papel que desempeñó Estados Unidos en el Sur global durante la Guerra Fría, y lo que hace que el trabajo de Johan Gimonprez sea una revelación es que sostiene que las artes y la cultura estadounidenses, impartidas por sus emisarios culturales más grandes que la vida, fueron un arma tan influyente del arsenal imperial como cualquier forma de espionaje o militarismo. Como gorgojea alegremente Dizzy Gillespie, a quien el gobierno estadounidense también envía para actuar en Irán para conmemorar la elección del Sha respaldado por Estados Unidos, y en Egipto mientras Gamal Abdel Nasser nacionalizaba el Canal de Suez: “Yo sería un mejor emisario que Kissinger”.

Uno de los temas centrales de Soundtrack se refiere a la posición de los afroamericanos en el funcionamiento y mantenimiento del núcleo imperial estadounidense, mientras ese mismo sistema los encarcela, deshumaniza y empobrece en su país. Los afroamericanos son vistos naturalmente como hijos de África, son discretamente recibidos y adorados  por sus ancestrales tierras y pueblos, mientras que, a efectos prácticos, son ciudadanos estadounidenses que, ya sea que lo sepan (o les guste), pueden convertirse en emisarios de la maquinaria del imperialismo. La polaridad y contradicciones de la posición afroamericana en la lucha de los pueblo en el Sur Global son representadas  de manera asombrosa. Durante una particularmente conmovedora escena, donde pocas veces una película ha descubierto el dramático peso de imágenes de archivo, Louis Armstrong actúa en Accra, Ghana. Canta (What Did I Do To Be So) Black & Blue? Mientras su voz tiembla con la pasión de poéticas letras, sus ojos están unidos por la reverente mirada de Kwame Nkrumah. La edición corta entre ellos, aunque finalmente no comparten el encuadre. Puede que ambos sepan todo lo que significa ser Negro y Blue, e incluso podrían ser parientes lejanos entre sí.

Sin embargo, un abismo de estructuras de poder geopolítico los aleja aún de convertirse en hermanos en cualquier sentido significativo. Más tarde, se revela que Armstrong es enviado a actuar en el estado secesionista de Katanga como cortina de humo para que agentes de la CIA concierten el asesinato de Patrice Lumumba con Moi͏̈se Tshombe y sus compinches. “Hoy tiene un saxofón, mañana es un espía”.

Al igual que la agridulce escena entre Armstrong y Nkrumah, Soundtrack recorre la historia mediante el uso de una reinterpretación experimental de material de archivo a partir de clips de noticias, documentales, videos caseros y programas de televisión, con un coro de voces en off extraídas de extractos de memorias, diarios de audio y una entrevista escenificada que evita el modelo de cabeza parlante en favor de la palabra performativa del autor In Koli Jean Bofane recitando su libro, Congo Inc.

 

 

A pesar de la profundidad y el alcance de la investigación que compone su tesis de dos horas y media, Gimonprez resiste la tentación de documentalista con inclinaciones académicas para optar por una sólida narración didáctica en aras de eficiencia narrativa y legibilidad. Emplea un estilo de edición frenético y pastiche que presenta la historia como un manuscrito garabateado, plagado de una vertiginosa avalancha de notas a pie de página, citas, peculiaridades visuales y estilísticas satisfactorias y pasajes tangenciales con la duración de un susurro de humo; suficientemente largos para transmitir su mensaje, pero suficientemente cortos para escapar de la obligación de justificar su existencia.

Soundtrack comienza su cronología de eventos con la Conferencia de Bandung, celebrada en Indonesia en 1955. Recibiendo un consorcio de líderes de recién independizadas colonias de África y Asia (una alineación de pesos pesados que incluye a Nasser de Egipto, Jawaharlal Nehru de la India y Zhou Enlai de China), los prestigiosos jefes de Estado son galantemente exhibidos en pantalla como campeones del nuevo mundo, precursores de un nuevo orden internacional que no es ni del Este ni del Oeste, sino No Alineado. Al mismo tiempo, Dizzy Gillespie anuncia una falsa candidatura a la presidencia, en cuyo gabinete figuran (entre otros) Charles Mingus, Miles Davis y Thelonius Monk. Ambos eventos son presentados para espectáculo, lo que corre el riesgo de trivializar la fuerza detrás de la génesis del Movimiento de Países No Alineados. Sin embargo, la euforia de la época, enfatizada por el despreocupado expresionismo del sonido del jazz post-bebop que marca la mayor parte de la película, presenta el futuro como uno maleable hacia los imperativos de las personas Negras y Morenas desde Mississippi hasta Mumbai.

Tsogo Kupa

Fuente: Africa is a Country

[Traducción, Jesús Esteibarlanda]

[CIDAF-UCM]

Autor

  • Escritor y cineasta que reside en Johannesburgo y colabora con el portal web Africa Is a Country.

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