Hacia una Cultura de Encuentro, por Lázaro Bustince

7/03/2025 | Bitácora africana, Opinión

Por Cultura entendemos los diferentes elementos que constituyen la identidad de una persona y pueblo: su etnia, historia, lengua, tradiciones, naturaleza, amistades, religión, música, salud, educación, valores, deportes, fiestas y folclore, relaciones con otros pueblos, etc.

Analizando nuestras propias culturas, nos damos cuenta  tanto de sus inmensas riquezas, como también de sus limitaciones.

Todos nos sentimos orgullosos y agradecidos por nuestra propia identidad de patria, tierra, familia, historia, lengua, valores, religión, tradiciones, etc. Los valores que compartimos con los miembros de la familia, el clan y nación constituyen un auténtico tesoro. Somos lo que somos, gracias también a los demás.

Al mismo tiempo, numerosas culturas, por su historia y experiencias, han desarrollado un cierto “mesianismo”, sintiéndose “únicas y especiales”, y hasta superiores a las demás. Este nacionalismo exagerado de sentirse “pueblo único y escogido” sigue causando excesiva violencia e injusticias hacia otros pueblos vecinos. Este exclusivismo, lo hemos conocido también en la educación, en las relaciones y en las religiones, causando violencia, opresión, injusticias y sufrimiento a muchas personas.

Conociendo y aprendiendo de otras culturas nos enriquecemos todos. Los que hemos vivido la mayor parte de nuestra vida en otras culturas, distintas de la propia, somos conscientes de la inmensa riqueza que supone convivir, compartir y trabajar con otras culturas diferentes.

Este encuentro y convivencia con culturas diferentes es una suerte y una bendición, pues recibimos mucho más de lo que podemos aportar a la cultura de otros pueblos. Soy muy consciente y estoy profundamente agradecido porque el conocimiento de las lenguas y culturas de los pueblos bantú y de los pueblos nilóticos y nómadas karimojong, en Uganda, me ha humanizado de una forma profunda y permanente.

Conocemos ejemplos de personajes históricos que vivieron una cultura de encuentro, movidos por razones de carácter religioso, cultural, político o sociales, como Thomas More, George Washington, Nelson Mandela, etc.

Un buen ejemplo es el eencuentro de Abu Dabi entre el Papa Francisco y el Gran Imán Ahmad Al Tayeb en la firma del «Documento de Fraternidad Humana» sobre la cultura del encuentro.

La cultura del encuentro, que presenta el papa Francisco en su Carta Encíclica sobre la fraternidad y la amistad social, exige colocar en el centro de toda acción política, social y económica, a la persona humana, su altísima dignidad, y el respeto por el bien común.

La persona nace con una dignidad innata, y así, fue reconocido, también, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos que en su artículo primero afirma: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad”.

Desde esta perspectiva, lo que hace de la persona el ser más digno en el conjunto del mundo, lo que le confiere un valor especial en el orden de lo creado, es su capacidad racional y relacional, su estructura esencialmente reflexiva y abierta, por medio de la cual no sólo es capaz de establecer relaciones con otras personas, sino también consigo misma y con la naturaleza.

A un encuentro se ha de ir con la mente y con las manos abiertas, con un corazón sincero, franco, en la búsqueda del bien del otro y del bien común. En varias culturas africanas encontramos esta conciencia de ser “comunidad”: “soy porque somos”, que la llaman “Ujama” o también “Ubuntu”. En la Carta Encíclica Frateli Tutti, a esto, se le denomina Fraternidad y amistad social. Salir al encuentro del otro, es encontrarse con el hermano, con el prójimo, acogiéndose como iguales en dignidad.

En los tiempos actuales, parece que cada persona tiene su vida individual y su verdad, que a veces se parece más a su propia conveniencia (posverdad).

Muchos sostenemos que hay una verdad objetiva y unos valores humanos que trasciende a cada yo, en la búsqueda de una verdad en común, de nadie en particular y que a todos concierne. Sin esa verdad, se hace complicado no solo una cultura del encuentro, sino sencillamente, vivir y convivir, porque no se reconocen y respetan los valores humanos universales, como: la igual dignidad, la justicia, el bien común, etc.

El ser humano siempre ha buscado la verdad y algunas personas como Teresa de Jesús, Edit Stein, y tantos filósofos, se han distinguido por su búsqueda de la verdad, y por la comprensión de la verdad. En todo caso, el respeto, la amabilidad, la dignidad, la bondad y la verdad son como los cinco elementos imprescindibles para una cultura del encuentro.

Es precisamente en el encuentro, familiar, social, cultural, etc., donde experimentamos un enriquecimiento mutuo continuo. A solas difícilmente podríamos aprender a ser más humanos, ni aprender a relacionarnos y a cuidarnos mutuamente.

Lázaro Bustince

CIDAF-UCM

Autor

  • Nacido en Izco (Navarra), en 1942, estudió filosofía en Pamplona (1961-1964). Hizo el noviciado en Gap – Grenoble (1964-1965), con los Misioneros de África (Padres Blancos). Estudió Teología en el instituto M.I.L. de Londres, (1965-1969), siendo ordenado sacerdote en Logroño, en los Padres Blancos en 1969.

    Comenzó su actividad misionera en África en 1969, siendo enviado a la diócesis de Hoima en Uganda, donde estuvo trabajando en la educación, desarrollo y formación de líderes durante nueve años. Luego vivió un periodo de trece años en diversas ciudades europeas, trabajando en la educación y capacitación de los jóvenes (Barcelona 1979-1983)) , en Irlanda como responsable de la formación de los candidatos polacos (1983-1985), y en Polonia donde fue Rector del Primer Ciclo de Filosofía Polaco (1985-1991), y se doctoró en Teología espiritual en Lublin, donde fue nombrado profesor de la misma Universidad Católica de Lublin (KUL), de dicha ciudad, en 1991.

    Regresó a Uganda en 1992, y fue elegido Provincial de los padres Blancos de Uganda hasta 1999. Durante este periodo, fue también presidente de la Asociación de Religiosas-os en Uganda (ARU), y pionero en la construcción del Centro Nacional de Formación Continua (USFC). Además inició la Comisión de Justicia, Paz e Integridad de la Creación (JPIC) en 1994, trabajando en la formación de líderes en JPIC.

    En 2000 y 2004 cursó estudios sobre educación en Justicia, Paz, y Transformación de Conflictos, en Dublín. Desde su regreso a Uganda, fue pionero en la capacitación de agentes sociales en JPIC, y en el establecimiento del primer Consorcio de Educación Ética (JPIIJPC), lanzado por seis Congregaciones Misioneras, en 2006. Desde el inicio, y hasta junio 2011, ostentó el cargo de primer Director del Instituto. Al mismo tiempo fue profesor invitado de Ética en la Universidad de los Mártires de Uganda (UMU).

    En septiembre de 2011 fue nombrado director general de África Fundación Sur (AFS), organismo que dejó de existir en 2021. En la actualidad sigue trabajando por África al 100 % siendo, entre otras ocupaciones, editorialista en el CIDAF-UCM.

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