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Inicio > REVISTA > Crónicas y reportajes > ![]() Bokassa: la locura de un emperador
27/01/2022 -
Descendiente de un jefe tribal de la colonia francesa que hoy corresponde a la República Centroafricana, y tras haber servido en el Ejército francés contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial, y en el Ejército de la joven República Centroafricana al alcanzar ésta su independencia de Francia en 1960, Bokassa, quien había alcanzado un gran poder en el escalafón militar, consiguió dar un golpe de Estado contra el entonces presidente Dacko en 1966. Se autoproclamó presidente de la República Centroafricana y fundó un partido único, el Movimiento para la Evolución Social del África Negra (MESAN). Además, contrariamente a lo que se pueda pensar, no estaba aislado internacionalmente, sino que mantenía estrechas relaciones con la Rumanía de Ceausescu, así como con Libia y Francia, la cual jugará un papel muy importante para este nuevo régimen, como se verá a continuación. Tras una década como presidente, en su egolatría decidió proclamarse emperador en 1976, en una ceremonia fastuosa con una guardia de húsares con uniformes verdes y gorros de piel con penachos blancos, con su propio trono esculpido en una escultura de un águila de varios metros de altura fundida en oro y una corona surtida de diamantes, además de otros atributos regios, como un cetro dorado de gran tamaño y un manto real carmesí bordado en oro y con bordes de piel de armiño, a imitación de la coronación imperial de Napoleón en 1804, siendo televisada y ampliamente difundida por los medios de todo el mundo. A sufragar dicha ceremonia contribuyó la Quinta República Francesa, a la sazón presidida por Valéry Giscard d’Estaing, por una causa que se explicará más adelante. Se trató de un ejemplo de megalomanía de un dirigente político sólo comparable en el continente a la de Idi Amin Dada, presidente de Uganda entre 1971 y 1979 tras un golpe de Estado, quien se concedió a sí mismo numerosos títulos (amo de todos los peces del mar...), entre ellos el de último rey de Escocia, algo similar a la consideración que el propio Bokassa tenía de sí mismo como nuevo apóstol de Cristo (una divagación que se dio en su crisis religiosa de transición entre el islam y el cristianismo). Cabe añadir que Bokassa pudo mantener su control sobre la República Centroafricana gracias a los ingresos obtenidos con el comercio ilegal de diamantes. Al no existir en los años 70 el proceso Kimberley (creado a principios de la década del 2000), garante de que los diamantes extraídos en África y comercializados en Europa (especialmente en uno de los mayores mercados de diamantes del mundo, Antwerpen o Amberes, en Bélgica) no hayan contribuido a la financiación de grupos armados que hayan dirigido guerrillas en el continente africano y que hayan cometido violaciones de derechos humanos, Bokassa pudo beneficiarse sin ningún tipo de cortapisa humanitaria o antibelicista de este comercio, en el cual se vio involucrado el entonces presidente francés Giscard d’Estaing, motivo por el cual había financiado su coronación como mencionamos antes, y por el que también, entre otros motivos, perdió las elecciones en 1981 frente al socialista François Mitterrand, quien ejerció de presidente hasta 1995, siendo sucedido en las urnas por Jacques Chirac. No obstante, ante la presión internacional contra este monarca enloquecido, azuzada por las noticias que se filtraban acerca de sus supuestas matanzas de enemigos políticos y de niños que supuestamente luego se comería en actos de salvaje canibalismo, en 1979 Francia apoyó el regreso de Dacko con unas fuerzas militares que restablecieron la República Centroafricana y derrocaron a Bokassa, quien se vio obligado a refugiarse en Costa de Marfil y posteriormente en Francia, ante el rechazo de toda la comunidad internacional. Años más tarde regresaría a República Centroafricana, donde sería juzgado y condenado a muerte, si bien la pena le sería conmutada por la cadena perpetua, y la suerte habría de sonreírle una vez más, puesto que en 1993 fue amnistiado y vivió en libertad hasta su muerte en 1996 en Bangui, la capital del país. Así pues, conviene recordar estos hechos desagradables del pasado para evitar que se repitan en un futuro, con la confianza de que en África, así como en el resto del mundo, no se vuelvan a imponer líderes de esta categoría ni sus atroces prácticas, motivadas por la megalomanía y la locura. Fuentes: Véronique Laroche-Signorile - Centrafrique Presse y S. K. - Nofi. Imagen: Romanian National Archives - Romanian Communism Online Photo Collection y Makakaaaa - Wikimedia. [Traducción y edición, Félix Núñez Ruiz][CIDAF - UCM]
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